OBITUARIO
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La Algaba: el temblor de la bravura

FIESTAS SEPTEMBRINAS

Los festejos de promoción y las capeas polulares de la localidad ribereña rinden culto al tótem ibérico por excelencia

Su inconfundible plaza de toros evoca los antiguos cosos improvisados con palos y carros

La Algaba sigue apostando por la cantera del toreo  

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Un aspirante esboza una verónica con el fondo de la inimitable plaza algabeña. / Álvaro Pastor Torres

La Algaba/Cambian las modas, los peinados y los atavíos. Aparecen los piercings y los tatuajes, inevitables en una juventud que sigue sucumbiendo ante el temblor de la bravura. No, eso no ha cambiado: la promesa del peligro, esa inquietante puerta a lo desconocido que abren las reses bravas sigue intacta. Es una llamada ancestral y atávica que se hoy se viste de pantalones cortos, camisetas coloridas y zapatillas deportivas. Pero la emoción es la misma; hoy y ayer. Para comprobarlo basta ir a La Algaba y sumergirse en sus tradicionales fiestas septembrinas, tejidas en torno al toro y la ilusión de los aspirantes a figuras que se visten de corto en su inimitable plaza de toros. 

Se trata de un coso realizado en su mitad de obra, al modo de un moderno auditorio. La otra mitad, la más característica del recinto, emula aquellos antiguos cosos improvisados con carros en los que los torerillos de otro tiempo medían su hambre y su miedo. Los tiempos, ya lo hemos dicho, han cambiado para que, haciendo caso al Gatopardo, todo siga igual. Esos carros siguen siendo el mejor cobijo de los aficionados más jóvenes de La Algaba, ahora organizados en peñas que se distinguen por el color de sus camisetas pero los que ya peinan demasiadas canas recuerdan el montaje ilusionado de aquel recinto de palos y galeras que, en su esencia, sigue perpetuado en la plaza actual. 

El toro y la plaza de carros son las señas de identidad de las fiestas de La Algaba. / Álvaro Pastor Torres

Se trata de sumar la tradición del pueblo más taurino de Sevilla con la modernidad que demanda un espectáculo de masas que mantiene su pujanza y permanece enraizado en el calendario festivo y sentimental de los algabeños. El auge y la consolidación de estos festejos alentó la construcción de la actual plaza actual, que en décadas pasadas era sustituida en su parte de obra por medio graderío portátil que se sumaba a los inconfundibles carros. 

La programación taurina de La Algaba gira en torno a esos festejos promocionales, convertidos en un gran escaparate de la cantera del toreo que miden la actitud, la aptitud y el valor de los aspirantes anunciados. El ciclo como tal alcanza ya su XLV edición pero la celebración de los festejos es mucho más antigua y ha contemplado, a lo largo de casi medio siglo, a diestros que velaron aquí sus primeras armas taurinas -es el caso de Fernando Cepeda o El Cid- haciendo el paseo con una vida entera por delante.

La participación del pueblo cobra definitivo sentido en las concurridas capeas. / Álvaro Pastor Torres

Pero la participación popular cobra su definitivo sentido en las concurridas capeas que epilogan los festejos y en la tradicional suelta de reses por el barrio de Santa Teresa. El grito de ¡vaca¡ enciende los entusiasmos. Aún están paseando a hombros a alguno de los actuantes y el enorme ruedo de la plaza de toros de La Algaba se puebla, en milésimas de segundo, de una amalgama de colores, miedos e ilusiones que esperan la salida del dios Toro. Es la llamada ancestral del valor y el miedo, el auténtico motor que alienta la fiesta taurina –en su estado más puro o primigenio- en las tierras de España, que precisamente dibuja su mapa en la piel de una res brava. Los nervios son idénticos para todos, desde los aficionados más menudos que recortan a las becerras más pequeñas hasta los mozos arrojados que ponen a prueba su valor con las las reses más serias, llegando a pagar con su sangre el empeño en más de una ocasión, con alguna cornada gravísima. Todo ha cambiado, pero todo sigue igual...

Las reses que se sueltan en las capeas son aptas para todas las edades. / Álvaro Pastor Torres

Una pasarela para los aspirantes a la gloria del toreo

El ciclo comenzó el pasado sábado con la lidia de cuatro novillotes de Toros de la Plata, de buen juego y presencia, que pusieron a prueba la buena actitud y la aptitud de los algabeños Nicasio Carbonell y Manuel Velázquez, el utrerano Manuel Troncoso y el zaragozano Lorien Sagarra. Al día siguiente un alumno de la escuela de Badajoz -que también presentó a Manuel León, de ínfulas artísticas- se llevaría el gato al agua cortando un rabo de un eral de Osborne, que echó un buen encierro. El pacense iba a hacer honor a la fama de su escuela -cortó un rabo diferencial- saliendo a hombros junto al algabeño Joselito Bermejo mientras que Jaime Padilla, sobrino del diestro jerezano Juan José Padilla, fue silenciado. Este mismo domingo están anunciados los valencineros Mario García y Pepe Martínez, el ubetense Ángel Delgado y el algabeño Guillermo Luna. Las reses son de Agustín Lunar.

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