AMÉRICA TAURINA
Borja Jiménez confirma este domingo en la México
EL REPASO
El periscopio vuelve a elevarse después de algunos días de receso veraniego en este repaso semanal que trata de diseccionar la actualidad taurina con afán analítico. Lo hacemos en pleno fragor de la batalla de la temporada que vive uno de sus tramos más intensos –el final del curso medio, antes de que lleguen los amables meandros de septiembre- en estas jornadas cercadas entre la festividad de la Asunción y las marías de septiembre que han arrebatado al mitificado 15 de agosto la cualidad de la jornada más taurina del año.
El toro está en todas partes: en las grandes ferias; también en los cosos más recónditos, en esas ancestrales plazas mayores, –Dios quiera que nunca se pierdan para la fiesta- y sobre todo en la calle, prestando el temblor antiguo de la bravura al ciudadano de a pie que masca el miedo sin saber que se enraíza en un inmenso tronco atávico. Siempre fue así y lo sigue siendo a pesar de esa insufrible deriva woke que sólo persigue revocar lo que siempre fuimos.
Pero nos tenemos que marchar al ruedo para echar una ojeada apresurada a lo que acontece en estos días de verano. La noticia más hermosa, la más esperada, la más ilusionante… es que Morante ha vuelto al tablero de juego con hambre de toro y afán creativo. El diestro de La Puebla sigue inmerso en la recuperación de los recurrentes problemas psiquiátricos que le atenazan desde su juventud y que le obligaron a eclipsarse durante 50 días de incertidumbre pero ha renovado su compromiso delante de la cara del toro. En ese terreno, donde el suelo quema, encuentra su sitio; el verdadero ser y estar; el cahíz de su felicidad.
Atrás ha quedado ese desierto particular que comenzó lleno de dudas y tuvo su fin volviendo en plenitud en la plaza de Santander con las cámaras de OneToro por testigo. Después llegaron las citas de Azpeitia, Huelva, las dos tardes del Puerto, Marbella, Pontevedra, Huesca, San Sebastián y las más recientes de Málaga o Gijón elevándose sobre el pelotón por encima de trofeos, números o estadísticas.
En realidad la vuelta de Morante plantea algunas reflexiones y pone en evidencia el volumen de esa ausencia que afortunadamente fue provisional: el compromiso, la reunión con el toro, la capacidad creativa y la intransferible personalidad del genio de La Puebla –también su inmenso y poco cantado valor- marcan muchas, demasiadas diferencias con el grueso del avejentado y previsible escalafón actual. Para qué vamos a andarnos con más rodeos: Morante es uno de los mejores toreros de nuestras vidas y ya forma parte del olimpo de la propia historia del toreo.
Morante condensa en su capote, su muleta y su espada la historia entera de una tauromaquia que es enciclopedia y expresión; arte y ciencia; cadencia y arrebato; conocimiento e intuición… El matador cigarrero ha recuperado sus mejores registros, esos que le llevaron a firmar aquel trienio prodigioso entre las restricciones de la pandemia y el célebre rabo de la Feria de Abril de 2023 en la que ya se asomaba al precipicio de los demonios –sumados a la lesión de muñeca- que acabaron convirtiendo el resto de aquella temporada en un angustioso ir y venir que escondía otras certezas. Aún queda temporada para verle y gozar con esa plenitud.
Hay más noticias que comentar, como la exposición organizada por la Hermandad Matriz en colaboración con el Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid. Ya lo adelantamos en Diario de Sevilla: se trata de subrayar los extensos e intensos vínculos del mundo del toro con el universo rociero. La junta de gobierno de la corporación almonteña, con su presidente Santiago Padilla al frente, se ha implicado decididamente en esta iniciativa que contará con la colaboración de otros actores fundamentales como la periodista Noelia López o el investigador y coleccionista taurino Luis Rufino Charlo.
La muestra, que se desarrollará entre el 20 de septiembre y el 20 de octubre en la sala Antoñete de la plaza de Las Ventas, contará con piezas maestras como el histórico simpecado de la Hermandad de Córdoba, pintado por Julio Romero de Torres y donado por el rejoneador Antonio Cañero. Se amplían y se completan así –con una renovada escenografía- los fondos de la muestra Otorga lo imposible que se pudo ver en el museo de la Villa de Almonte en 2021 partiendo del célebre exvoto donado por Rafael El Gallo que, con su lema, bautizaba la iniciativa.
Pero hay que subrayar el hilo que alienta esta muestra: el toro y el Rocío van de la mano. Precisamente, durante los años ochenta se puso de moda entre los coletudos sujetar el corbatín del vestido de torear con un broche troquelado con la inconfundible silueta de la Blanca Paloma, protectora inseparable de ese antiquísimo vivero torero y ganadero que forman las tierras de la Marisma, el Aljarafe y el condado de Huelva. Esas devociones han viajado con los toreros de la Baja Andalucía por toda la geografía taurina española, francesa y americana hasta arraigar con fuerza en la mayoría de las cuadrillas de hombres de luces, sea cual haya sido su lugar de nacimiento. Más allá de la filiación geográfica de cada torero, la devoción rociera se ha propagado a bordo de los coches de cuadrillas por todos los rincones del planeta de los toros hasta convertirse en presencia habitual en las capillas de las plazas: son estampas viajeras que han consolado temores y soledades y han propagado devociones. ¡Viva la Virgen del Rocío!
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