Valladolid disfruta de una orgía de toreo con Morante y Manzanares

Tres orejas para el alicantino y dos para el de La Puebla en una tarde con cuatro buenos zalduendos

Morante prodigó el toreo a la verónica toda la tarde en Valladolid pero las del tercero tuvieron aroma y seducción.
Morante prodigó el toreo a la verónica toda la tarde en Valladolid pero las del tercero tuvieron aroma y seducción.
José Luis Lera / Valladolid

13 de septiembre 2014 - 01:00

José María Manzanares, que ha cortado tres orejas, y José Antonio Morante de la Puebla, que ha obtenido dos trofeos, han salido a hombros tras una tarde triunfal en el mano a mano que han protagonizado ambos toreros en la cuarta corrida de abono de la Feria de Nuestra Señora de San Lorenzo de Valladolid.

Corrida de expectación correspondida la de la tarde de ayer en la plaza de toros de Valladolid, con la plaza casi llena en tarde muy calurosa y que pasará a los anales de la historia del coso del paseo Zorrilla por el triunfo incuestionable de dos toreros, el gran juego de cuatro toros y la enorme satisfacción de un público que no se cansó de disfrutar de una orgía de toreo del bueno.

El primer toro de la tarde, desrazado y sosaina, no permitió a Morante de la Puebla exhibir sus virtudes toreras. Algún muletazo suelto recibió el acompañamiento del olé dentro de un conjunto anodino.

Fue, sin embargo, una orgía artística la faena al segundo de su lote, en el que Morante ha hecho un derroche de raza y gracia, sevillanía y creatividad, improvisación y duende. A esta obra de arte le faltó, tal vez, unidad. Tuvo altibajos que, quizá, expliquen que pocos pañuelos solicitasen la segunda oreja.

En los tres toros que le han correspondido a Morante ha prodigado el toreo a la verónica. En el tercero de su lote cinceló las mejores de toda la tarde, que tuvieron aroma y seducción. Después con la muleta la faena fue una ensoñación de toreo mágico, que embriagó al publico vallisoletano.

Elegante, señorial, Manzanares talló una faena de alto voltaje artístico al primer toro de su lote, dentro de un conjunto bello, muy plástico, sobresalieron tres pases de pecho que fueron tres verdaderos monumentos al arte del toreo.

Volvió a correr muy bien ambas manos en su segundo oro, en el que armó un alboroto en un par de muletazos circulares que fueron triples. Un volapié fulminante puso final a una faena honda, pura, definitiva.

El último toro del festejo no dio más opciones para el lucimiento. No obstante, José María Manzanares lo intentó en esa última faena, aunque no hubo forma de conseguirlo.

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