Urdiales, puerta grande con un 'alcurrucén' de vuelta al ruedo

Diego Urdiales, en su salida a hombros, ayer, de la plaza de Vista Alegre de Bilbao.
Luis Nieto

25 de agosto 2016 - 01:00

QUINTA DE LAS CORRIDAS GENERALES DE BILBAO Ganadería: Toros de Núñez del Cuvillo, incluido un sobrero como quinto bis, desiguales de presentación y de mal juego; a excepción del segundo, Atrevido, número 70, berrendo en colorado, de 540 kilos y nacido en octubre de 2011, extraordinario en la muleta, premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre. TOREROS: José Antonio 'Morante de la Puebla', de verde y oro. Tres pinchazos y pinchazo hondo (silencio). Tres pinchazos, el segundo caído (bronca). Diego Urdiales, de berenjena y oro. Estocada (dos orejas). Dos pinchazos y tres descabellos (silencio). Ginés Marín, de purísima y oro, que se presentaba y sustituía a Roca Rey. Pinchazo y estocada (saludos tras ovación). Pinchazo hondo y descabello (vuelta al ruedo). INCIDENCIAS: Plaza de Vista Alegre de Bilbao. Miércoles 26 de agosto de 2016. Tres cuartos de entrada. Diego Urdiales salió a hombros por la puerta grande. Carretero se empleó a fondo y con mando en la brega del lote de Morante.

El cartel de ayer, con Morante, Diego Urdiales -gran triunfador del año pasado- y Ginés Marín, quien sustituía a Roca Rey, tampoco provocó un lleno en la plaza de Bilbao, cuyo público tributó una gran ovación, tras romperse el paseíllo, a Urdiales en recuerdo de su gran actuación del año pasado. Aunque el arnedano invitó a sus compañeros a compartir las palmas, estos se negaron a salir del callejón.

Los toros de Alcurrucén, desiguales de presentación, dieron mal juego en su conjunto; destacando positivamente el segundo, Atrevido, un berrendo colorao con entrega, fundamentalmente en la muleta. Fue precisamente Urdiales quien se alzó como triunfador de la tarde por una gran faena a este nobililísimo alcurrucén, que humillaba cuando perseguía los engaños. El torero cuajó una obra marcada por un toreo con sabor, un toreo clásico, desgranando varios muletazos lentos con la diestra y un toreo al natural despacioso y a cuentagotas. La gran estocada fue un broche final de ley para cobrar las dos orejas y asegurarse la salida a hombros; entre tanto el toro fue premiado con la vuelta al ruedo. Eso sí, nada que ver la faena que realizó Urdiales ayer con la del año pasado, que fue sublime; faltándole al toro virtudes en los primeros tercios.

El quinto fue devuelto, presumiblemente por falta de coordinación. En su lugar saltó un sobrero del mismo hierro, sin clase, con el que Urdiales no anduvo fino en el inicio de un trasteo con varios enganchones y que remató pésimamente con los aceros.

Morante se inhibió ante un mal lote. Se mostró muy desconfiado ante el primero, al que cerró en tablas y no dejó ver en la muleta, tras caerse en los lances de recibo, saliendo al quite Lili y cogiendo el peso de la lidia Carretero. Con el manso y peligroso cuarto, que le arrancó el capote de salida, Morante, tras un desarme muleteril inicial, se fue a por la espada entre la bronca del respetable. En ambos toros, anduvo pésimo en la suerte suprema.

Ginés Marín se entregó sin reservas ante un mal lote. Con el tercero, que se frenaba, realizó un trasteo porfión y meritorio. Falló con la espada. Ante el que cerró plaza, bien armado, sin entrega ni clase, Marín puso toda la carne en el asador por ambos pitones, con un epílogo por manoletinas; salvándose por reflejos de una cornada casi cantada en un muletazo por la espalda. Tras pinchazo y descabello dio una vuelta al ruedo.

Al cierre, el público soberano dejó patente su veredicto: Morante de la Puebla fue abroncado; Ginés Marín recibió una fuerte ovación y a Urdiales, que sonreía y no cabía de gozo enfundado en su traje berenjena y oro, le sacaban a hombros por la puerta grande del coso bilbaíno por segundo año consecutivo.

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