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Tercera de San Miguel: en el adiós de una gran figura

El joven maestro madrileño, que este domingo se ha despedido indefinidamente de la profesión, tiene en su palmarés hasta siete Puertas del Príncipe

Luque se coló en la fiesta del Juli

El Juli tras matar a su último toro. / Juan Carlos Muñoz

Hoy era el día. También la hora. ‘Suspiros de España’ despidió para el toreo la trayectoria apabullante de una grandiosa figura en esos momentos –en la antesala del crepúsculo- en las que la plaza se acurruca entre dos luces. El Juli ya es don Julián López Escobar, labrador y ganadero, hombre de negocios que dejará en las vitrinas y los armarios esa segunda piel, el vestido de torear, que le ha acompañado desde que era un tierno infante. En Sevilla aún se recuerda el impacto –que corrió de boca en boca- que causó su presentación infantil en la placita aljarafeña de la hacienda El Vizir, invitado por la escuela taurina de Sevilla. Le acompañaba Gregorio Sánchez y levantaba pocos palmos del suelo. No contaba más de doce años pero los taurinos viejos redescubrieron la esencia de Gallito. Chaves Flores, el gran torero de plata de Triana, no dudó en echárselo a sus hombros en un paseo premonitorio.

Estaban contemplando una innata precocidad que sólo hacía presagiar una figura grande, un torero de época. Sin solución de continuidad, aquel torero infantil se convirtió en un auténtico fenómeno mediático, ídolo de jovencitas y hasta icono publicitario de coches que aún no podía aspirar a conducir por su corta edad. Lo hacía todo, y todo lo hacía bien. No tardó el volver a Sevilla: como novillero con picadores pero, definitivamente, como matador de una alternativa que había tomado, hace 25 años justos, en el bimilenario anfiteatro de Nimes.

Esa presentación llegó al año siguiente, en la Feria de Abril de 1999. Julián estaba anunciado junto a Curro Romero y Enrique Ponce para estoquear una corrida de Jandilla en una de esas tardes de expectación desbordada y reventa por las nubes. El torero precoz, que ya había cumplido 16 años, le cortó una oreja al tercero y las dos al sexto, que le había herido. El jovencísimo matador no pudo atravesar a hombros la ansiada Puerta del Príncipe que traspasaría hasta seis veces más pero, en ese mismo momento, se había erigido en primera figura del toreo.

La de Sevilla es, seguramente, una de las plazas que más y mejor le ha visto a pesar de las desavenencias empresariales, profesionales y personales que le han alejado de su ruedo en distintos momentos de su trayectoria. Fue en el coso del Baratillo, precisamente, donde El Juli sufrió una cornada trascendental en la que, por primera vez, sintió que podía perder la vida. Sucedió en la yema de la Feria de Abril de 2013, que ya había marcado con su cuarta Puerta del Príncipe. Pero la sangre que le arrancó aquel fiero ejemplar de Victoriano del Río cambió su concepción de la vida y hasta el futuro diálogo interior con el toro y la profesión. Ese percance le impidió cumplir su propósito de estoquear la anunciada corrida de Miura que iba a revolucionar por completo la carrera de su sustituto: el matador sevillano Manuel Escribano.

Desde ese punto, hay que contar otra historia, la de un torero que, sin renunciar a sus galones de mariscal, caminó en el filo de la navaja en algunas tardes de precipicio que enseñaron que también es humano. Aquel mismo otoño –seguimos en 2013- iba a estallar la breve guerra del G-10 que ya se había ensayado en 2012 con el conflicto de los derechos de televisión que le

alejaron por primera vez de su cita con Sevilla. Todos le consideraban el capitán de la asonada que se recrudeció, definitivamente, en las temporadas siguientes a raíz de las abruptas y famosas declaraciones de Eduardo Canorea que alejaron a la mayor parte de las figuras del coso maestrante entre 2014 y 2015. Todo eso iba a quedar atrás: en 2018 volvía a rozar el cielo indultando a ‘Orgullito’, el célebre toro de Garcigrande, el último que se ganó su vida en el ruedo baratillero. Era su quinta Puerta del Príncipe pero se sumaron dos más en 2019 y 2022, estoqueando idéntica ganadería, la misma que ha escogido –en realidad no podía ser otra- para decir adiós a la profesión.

Todo eso ya es historia, renglones de una vida dedicada al toro y el toreo que coloca un punto y aparte en su triunfal trayectoria. La tarde del primero de octubre de 2023 ya figura en su historia personal y en los propios anales de una plaza que se rindió incondicionalmente desde que rompió el paseíllo hasta que lo despidió con una ovación de gala. Al Juli le aplaudían los areneros, los banderilleros destocados, el coso en pleno. Un público, el de este domingo, que sí se parecía a Sevilla en su saber estar, en la elegante sensibilidad con la que empujó toda la tarde. Pero Julián no vino a pasearse. No había podido ser con el feísimo primero que nunca debió ser embarcado. Decidido a marcharse por lo grande, cruzó el ruedo para hincarse de rodillas delante de la puerta de chiqueros. Las palmas echaban humo, saludando los capotazos, la faena descarnada en la que se abandonó por completó hasta apurar la mediana embestida del toro de Justo Hernández. Puestos a pedir faltó un tropel de toreros sacándolo a hombros por la Puerta del Príncipe. Habría sido el mejor colofón –y el octavo portazo- a esa trayectoria apabullante. Que venga otro y que lo iguale.

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