Tarde sin interés en Logroño con otra corrida mixta sin sentido

A Pablo Hermoso de Mendoza le tocó rivalizar consigo mismo mientras que se enfrentaban Leandro y Daniel Luque, sin mediar ninguna competencia entre ellos

Hermoso de Mendoza, en la foto banderilleando a su primero, fue el triunfador ayer en Logroño.
Juan Miguel Núñez / Logroño

23 de septiembre 2010 - 01:00

Ganadería. Dos toros para rejones de Bohórquez, nobles y a menos, y cuatro en lidia ordinaria de Fuente Ymbro, bien presentados y de juego desigual, destacando el enrazado primero; sirvió también el tercero; y segundo y cuarto, descastados y deslucidos. REJONEADOR: Hermoso de Mendoza, rejón trasero y contrario sin llegar a quebrar, y con vómito (silencio); y cinco pinchazos (silencio). MATADORES: Leandro Marcos, pinchazo y estocada caída con derrame (ovación); y cuatro pinchazos y tres descabellos (silencio tras aviso). Daniel Luque, estocada caída y descabello (silencio); y pinchazo hondo y seis descabellos (silencio). Incidencias. Más de tres cuartos de entrada.

Un festejo mixto con dos toreros de muy distinta proyección, y otro, rejoneador, de diferente escalafón, sin competencia entre ellos, depararon como se preveía una tarde sin el mínimo interés.

Una rara corrida de tantas como han abundado esta temporada sobre la base de la mixtura, cuyo cartel no decía nada. Un mano a mano menor entre dos toreros que no tienen nada que dilucidar.

Y, por delante, lo que el maestro Díaz Cañabate llamó "el numerito del caballo", aunque esta vez no encaja el tono peyorativo para referirse a Hermoso de Mendoza, primera figura indiscutible en lo suyo. Además en corridas como ésta Hermoso se anuncia con dos toros en lugar de con uno como antiguamente se hacía, e intenta rivalizar consigo mismo.

Pero Hermoso tiene otra competencia, en singular, con nombre propio, Ventura, a quien no se sabe por qué elude constantemente. Éstos son los dos nombres que interesan ver, y juntos mejor.

Nada tienen que dilucidar entre sí Leandro y Luque, toreros en agraz, todavía haciéndose, que nada han demostrado hasta ahora para ser considerados rivales de nadie.

Es cierto que Leandro entró a última hora para sustituir a Perera, de baja por una reciente operación. Pero tampoco decía nada la confrontación Perera-Luque, que ya se había dado precisamente con los toros de Fuente Ymbro en Sevilla en abril, y entonces resultó un auténtico fiasco. El caso es que sucedió lo que se temía: no hubo el más mínimo interés en la tarde.

Hermoso se las vio con dos ejemplares de Bohórquez, nobles pero muy parados, con los que estuvo correcto sin más. Dos faenas en las que contaron la habilidad y el arrojo de su magnífica cuadra, y en las que él mismo contó también por su forma de comprometer a las cabalgaduras.

Un tanto desigual en el que abrió plaza al clavar un par de veces al aire. La mala colocación del rejón final, que produjo un desagradable vómito en el toro, enfriaron los ánimos del tendido. En el otro, toro también aplomado, Hermoso estuvo fácil y seguro al clavar, limpio en las reuniones, pero pinchando al matar.

Leandro ha vuelto a disfrutar de una enésima oportunidad esta temporada. A sus manos fueron a parar los únicos toros con posibilidades. Sobre todo el primero fue un gran toro. Un bravo fuenteymbro con el que sólo había dos caminos, o ganarle la pelea o perderla. Toro que exigía imponerse a base de dominio. Ahí fue donde se equivocó Leandro, más pendiente de la estética. Los cites fuera, demasiada rapidez en el manejo de las telas, tirones y por fuera. Le faltó mando a la faena, le sobraron posturas bonitas, forzadas e innecesarias. Ganó el toro.

El quinto, también manejable, iba y venía. Y ahí estuvo Leandro, haciendo como que quería. Pero fueron sólo apariencias. La faena no tuvo trascendencia, ni palmas en los remates. Y matar, como viene siendo habitual en él, ni por casualidad. Se hartó de pinchar.

A Luque le correspondieron los dos fuenteymbros más deslucidos. No respondió su primero, rebrincadito, sin estilo ni entrega. Quiso mucho Luque, muy responsable, asentado, pero la respuesta del toro fue nula. También el sexto, justo de fuerzas, defendiéndose, sosito y sin terminar de pasar, no aportó nada. Al paso, la mayoría de las veces sin ir más allá de las medias arrancadas. Por mucho que lo intentó Luque, aquello no tuvo el menor eco.

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