OBITUARIO
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Sevilla catapultó a Paco Ojeda

Tardes en el recuerdo

Sábado de preferia, 1983. Se lidiaron toros de Manolo González para Curro Romero, Paco Ojeda y Curro Durán, que tomaba la alternativa Los méritos contraídos por el sanluqueño en Madrid y Sevilla le llevaron al trono.

Sevilla catapultó a Paco Ojeda
Luis Carlos Peris

18 de abril 2013 - 01:00

PRIMERA corrida de Feria de 1983, sábado 16 de abril, lleno a reventar en la Maestranza. El sol anda embozado, oculto por un celaje panza de burra que amenaza lluvia, pero que va a quedarse en el amago. La expectación está más que justificada, ya que abre cartel Curro Romero para darle la alternativa al pujante utrerano Curro Durán y ejerce de testigo el hombre que está a punto de hacerse con las llaves del toreo y con las del Banco de España. Se trata del marismeño Paco Ojeda, un torero que no se parece a ningún otro y que después de un tiempo de ostracismo resurgió el verano anterior con una de esas corridas para desesperados que se dan en Las Ventas y en el otoño sevillano, primero en San Miguel y después en una encerrona el día del Pilar.

La historia de Paco Ojeda estaba plagada de dientes de sierra. Deslumbrante de novillero, de la mano de Camará tomó una alternativa de lujo y fue cayendo en un tiempo tan anodino que fue relegado para, aburrido y sin contratos, refugiarse en la Marisma. Y en el verano del 82 resurgió en Madrid, revalidó esplendorosamente en Sevilla y este sábado que nos ocupa le da lustre a un cartel rematado.

En chiqueros esperaba la hora de la verdad una corrida de Manolo González. Toros rematados, muy del gusto de Sevilla, y que va a ofrecer un muy buen juego a excepción del segundo, que se queda cortito bajo la muleta de Romero. Los demás colaboraron en el éxito de los espadas para que Curro Durán le cortase una oreja a los dos de su lote con grandes broncas a la presidencia por no conceder la segunda del toro de su alternativa.

¿Y cómo estuvo Romero? Pues mostrando las dos caras de su singular moneda. La cruz en su primero y la cara rutilante en el cuarto de la tarde, sobre todo con el capote. El no haber estado bien en el anterior, junto al ritmo que sus compañeros de terna le habían imprimido a la corrida hizo que al camero le hirviese el agua al salir a parar a su segundo. Vestido de caña y oro con cabos negros dio un recital de verónicas a través del recibimiento y de tres quites, tres. En el primero quiso rematar los lances para ponerlo en el caballo con una larga cordobesa, pero el toro le dio una voltereta escalofriante. Se levantó sin mirarse y siguió dando lances, pide el cambio de tercio, se lo niega el presidente y, entre el estupor y la euforia del público, continúa dando lances; insiste en la petición de cambio de tercio, el usía no accede y sigue lanceando. Ahí se acabó el toro, por lo que con la muleta sólo pudo esbozar detalles en medios pases y adornos de su sello.

...y Paco Ojeda. Verticalidad, valor y sentido del temple son los puntos donde se cimenta el toreo de este hombre curtido en esas noches de luna en que se las veía a solas con el toro en los cercados marismeños. Paco, que sabe a qué sabe el olvido, está dispuesto a erigirse en el jefe del escalafón y esta tarde sevillana es clave en su temporada. Tras la forma en que lo rescató del olvido Juanito Belmonte, ahora es José Luis Marca quien le lleva las cosas para formar un tándem que habrá de mandar mucho en el planeta de los toros. Será lo de Ojeda un mandato más intenso que largo y puede ser que haya sido el torero que más dinero ganase en menos tiempo, pero esa es otra historia.

La historia que nos compete es la de este sábado del 83 en el que Paco va a desarrollar un papel clave en la historia del toreo, el de empezar a asaltar un trono que entonces se encuentra en poder de Francisco Rivera Paquirri. Y esta historia en el mejor recuerdo de Sevilla se resume en que Paco sembró el delirio en sus dos toros. Con su capote grande y las palmas de las manos mirando al toro asustó al gentío cuando lo dobló para echárselo a la espalda en un recital de gaoneras imposibles. ¿Cómo explicar algo que es tan distinto a todo? Porque Ojeda no se parece a nadie y porque rompe moldes en una suerte de revolución que va a darle al toreo un empuje fantástico.

Sigamos con la que formó Ojeda en el bastidor del Baratillo. Toreó en unas distancias inverosímiles para adobar las faenas con unos parones inauditos. Mató volcándose en el morrillo de forma más arriesgada que ortodoxa y sumó el número de trofeos exigibles para surcar la Puerta del Príncipe y ser transportado en hombros hasta el hotel Colón.

Puede decirse que esa tarde fue cuando se consagró Ojeda como figura del toreo. Las esperanzas que se crearon a partir de su aparición de novillero una tarde sanluqueña con Espartaco y El Mangui se diluyeron por un mal arranque como matador, pero ahora todo se recuperaba y Paco se encaramaba a un trono que ocupó mientras quiso, o pudo, que eso es algo que nunca se sabe ni se sabrá. El Kilómetro Cero de ese reinado es en esta tarde del 16 de abril de 1983 en el escenario de más tronío, el soñado por toda la torería, la Real Maestranza de Caballería de Sevilla.

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