Sebastián Castella y Daniel Luque salen a hombros en la plaza francesa de Bayona
José Garrido consigue un trofeo ante una corrida con muchos matices del hierro de Alcurrucén
Los matadores de toros Sebastián Castella, Daniel Luque y José Garrido brindaron una notable tarde de toros en Bayona. Fue, en parte, gracias a una corrida llena de matices de Alcurrucén, pero sobre todo a la disposición de los toreros para buscar el triunfo. Castella paseó las dos orejas del cuarto tras una faena sobresaliente y Daniel Luque dejó testimonio de su toreo caro ante los dos que le tocaron en suerte. Tanto Sebastián Castella como Daniel Luque salieron a hombros al término del festejo. José Garrido también brilló, como torero seguro, poderoso y entregado, aunque la espada le impidió pasear trofeo del sexto. Se lidiaron seis toros de Alcurrucén, bien presentados y de juego variado. Sebastián Castella, silencio y dos orejas. Daniel Luque, oreja y oreja. José Garrido, oreja y ovación.
Sebastián Castella se las vio en primer lugar con un astado deslucido y violento con el que el lucimiento era imposible. Ante el cuarto, mansote y noblón, Castella realizó una faena sobresaliente, por su inteligencia y por sus pasajes de toreo templado y suave. A pesar de pinchar, cortó las dos orejas.
Daniel Luque, con su apagado primer oponente, tiró de inteligencia para meterlo en la muleta, en el transcurso de una faena que tuvo sobradas notas de interés. Hubo petición y paseó una oreja. El gerenense tuvo pasajes sobresalientes ante el quinto, un toro con fijeza y prontitud, pero sin excesiva calidad, al que el sevillano instrumentó magníficos muletazos, dibujados siempre con el vuelo de la muleta y en viaje largo y templado. Tras una estocada que no hizo doblar al toro y un aviso, paseó una oreja.
José Garrido cortó una oreja del buen tercero en una faena plena de seguridad, garra y ganas de triunfar. El toro incluso le propinó una voltereta, pero se rehízo para volver a la cara. A pesar del desacierto con la espada, paseó el trofeo. Ante el áspero sexto, que le ofreció muy pocas opciones, José Garrido consiguió dar forma a un trasteo de mucho mérito que, desgraciadamente, la espada echó por tierra.
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