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Feria de Sevilla | QUINTA DE ABONO DE LA MAESTRANZA
Plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla
GANADERÍA: Seis toros de Núñez del Cuvillo, bastos y muy justo de presentación el tercero.
TOREROS: Diego Urdiales, de caña y azabache, silencio en ambos. José María Manzanares, de corinto y oro, silencio y aviso en el quinto. Andrés Roca Rey, de azul marino y oro, oreja y dos orejas.
CUADRILLAS: Formidable Antonio Chacón con capote y banderillas, también saludó Viruta. Muy bien a caballo José Manuel Quinta.
INCIDENCIAS: Quinta corrida de abono en tarde ventosa. Se colgó el cartel de 'no hay billetes'. Andrés Roca Rey salió en hombros por la Puerta del Príncipe.
A la quinta fue la vencida y la tan esperada realidad de ver a un torero a hombros por la Puerta del Príncipe fue un hecho. La obra de un torero que llevaba casi siete años persiguiéndolo y, lo que son las casualidades de la vida, le daría el salvoconducto para tal honor el mismo presidente que el año pasado se lo negó, don Fernando Fernández-Figueroa Guerrero. Curiosa circunstancia, aunque si la vez anterior pudo ponerse en duda la decisión, en éste era indudable que el usía no tendría otra salida que la de darle el visado para cruzar ese umbral de la gloria que da al Paseo de Colón.
Corrida de tremenda expectación por lo rematado del cartel y porque el tercer espada de la terna anda arrasando taquillas por donde quiera que va. Pero había algo que pintaba mal y era que Eolo estaba decidido a ser uno más en asentarse en el ladrillo maestrante. El viento como enemigo secundario pero muy molesto para el torero y lo de secundario viene porque el enemigo principal es el toro y tampoco los toros que abrieron plaza invitaban al optimismo. También el recuerdo del juego que dieron sus hermanos lidiados el Domingo de Resurrección invitaba a meterse en presagios nada agradables.
Al primero no pudo darle Diego Urdiales un solo lance en el recibo y sólo un quite por chicuelinas es lo que el riojano sacó en limpio. Lo cuidó en el caballo, pero todo quedó en un quiero y no puedo, pues el toro no iba y tocó tirar de macheteo como preparación para la muerte y aquí sí brilló Diego, pues lo despenó de una estocada sin puntilla. Al cuarto lo recibió con verónicas enrabietadas hasta la boca de riego, brindó a la plaza y unos ayudados entre las rayas dieron opción a ponerse en lo mejor. Vana ilusión, el toro echaba la cara arriba a la salida de cada muletazo, sonaron palmas a la voluntad y cobró una estocada tras pinchar arriba.
Josemari Manzanares no parece atravesar su mejor momento, pero el deseo de estar bien en su plaza favorita siempre estuvo presente. En su primero sufrió con el viento y con la condición de abanto de su enemigo. Tocándolo por abajo pareció acoplarse pronto con redondos de su sello, cambio de mano incluido, pero esos detalles los emborronó con el sainete que dio con los aceros. Y el hecho de que en las cuatro corridas anteriores, el brillo llegase con el quinto, al salir Rescoldito y ver cómo Josemari se mostraba tan decidido con el capote y cómo lo cuidó en el caballo invitó al optimismo. Efectivamente, el alicantino parecía reencontrarse cuando toreaba a los sones de Cielo andaluz, su pasodoble habitual en esta plaza. Otra vana ilusión, ya que el mal uso de los aceros se repitió, sonando un aviso en medio de un chaparrón de descabellos.
Ese éxito que presagiábamos se hizo esperar y en vez de en el quinto fue en el sexto. Ya tenía Roca Rey una oreja de Asustado, el primero de su lote, y cuando sale al ruedo Halcón, colorao, basto y con morrillo, la idea es que muy malo ha de salir para que Andrés no viese cumplido el sueño que venía persiguiendo desde que se afincó en Gerena. Y así fue, aunque en el capote dio pocas opciones, pero nos dimos de bruces con una lección magistral de cómo se lucen los dos primeros tercios. A caballo José Manuel Quinta y con los palos el hijo del Pela, magnífico Antonio Chacón, los brotes verdes brotaron y todo parecía a modo para la apoteosis del cóndor andino... según algunos. Y el cóndor se encontró con un Halcón que no tuvo más remedio que entregarse para que todo el repertorio made in Roca surgiese. Y la estocada de libro, el clamor y el usía que, aunque tardío, concedió los trofeos que permitieron que Andrés viese cómo su sueño de toda una vida se cumpliese saliendo por la puerta mayor del toreo.
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