Primera de San Miguel: Parafernalia taurina
Contracrónica
La reaparición de Morante llenó la plaza hasta los topes en el colofón de una semana plagada de actos de toda condición que han reforzado al toro como motor cultural
Pablo Aguado maquilló la tarde
La semana no ha dado tregua: la parafernalia taurina nos ha llevado del amplio e interesante ciclo organizado por las damas de la asociación Mujer y Tauromaquia -con la ganadera María Domecq a la cabeza- a la exposición organizada por los amigos del Círculo Taurino ‘Puerta de Carmona’ en la galería de arte Espacio Sacáis bajo la batuta de otro inquieto y versado aficionado, el farmacéutico Pedro Casado. Pero ha habido más, como la donación del vestido de Emilio Muñoz para el museo de la Real Maestranza; la muestra pictórica que ha abierto Beatriz Zamora en el Radisson o ese concierto lírico taurino celebrado en el Alcázar en el que pone el alma el compañero José Luis López, en esta ocasión en homenaje póstumo a Rafaelito Chicuelo -hijo del gran genio de la Alameda que reinventó la herencia gallista- que nos dejó en vísperas del último Domingo de Ramos.
Los aficionados del club taurino de Nueva York -con la infatigable Lore Monnig a los mandos del aparato- también han tenido su ración de vino y rosas mostrando su poder de convocatoria, este mismo viernes, en el muy taurino hotel Vincci. Pero no hay que olvidar los desvelos de Rosana González, la mejor y más amable fachada del hotel Colón, para que todo esté a punto en las estancias del histórico establecimiento de la calle Canalejas en estos tres días de toros que, a falta de otras dos corridas, tienen el hermoso reto de redondear una temporada histórica.
Son sólo algunos capítulos de una intensa semana de vísperas -el toro como motor de la mejor cultura- que nos ha conducido al primer acto de esta esperada Feria de San Miguel. Pero el ciclo septembrino ha vuelto a mostrar una constante: la fortaleza de unas fechas que pueden y deben crecer, posiblemente a costa del hipertrofiado serial abrileño. Será que los tiempos cambian pero en Sevilla no se cabe en el veranillo del membrillo y la taquilla ha sido el mejor barómetro del interés que han despertado las combinaciones en unos días que podrían brindar un ciclo taurino más amplio.
Tampoco se pueden olvidar otros parámetros. Morante, que tiene un segundo bolo apalabrado, protagonizó en primavera uno de los mayores acontecimientos que se recuerdan en la plaza de la Maestranza en este corto cuarto de siglo; El Juli dirá adiós al toreo en esta feria, en la plaza en la que suma siete Puertas del Príncipe y Andrés Roca Rey, talismán de las empresas, concluye temporada antes de seguir con la guaracha al otro lado del charco.
Morante, por cierto, ha alcanzado la cita de Sevilla casi por los pelos, escapado de una de las intermitencias obligadas por la molesta y dolorosa lesión de muñeca que ha convertido su campaña en un rosario de idas y vueltas y rumores más o menos fundados. En el fragor de esa incertidumbre no han faltado comentarios sobre una posible retirada y hasta de cierto vértigo creativo que podría atenazarle después de tocar el techo inalcanzable de aquel rabo del toro de Domingo Hernández. ¿Quién puede dar más después de rozar el cielo?
Dos días antes del milagro había sublimado el toreo en aquel concertino secreto -palo cortado de los mejores paladares- dictado con los toros de Matilla. Era, precisamente, la misma ganadería que se lidiaba esta tarde de estreno en la que se reunieron cosas hermosas y otras sin concretar. Morante no tuvo toros pero toreó con la gorra; Manzanares se acercó a su mejor ser y estar con el mejor ejemplar del mediocre envío de los Matilla y Aguado -que cortó la única oreja- entreabrió la puerta de un toreo casi onírico mostrando a lo que podría llegar. Esta tarde, otra. Que no decaiga.
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