Petardo de Zalduendo, con una corrida imposible

El Juli corta la única oreja en una tarde anodina · Sebastián Castella y Daniel Luque, con malos lotes, se fueron de vacío

El Juli, ayer, en un muletazo a uno de sus oponentes en la plaza de toros de Logroño.
El Juli, ayer, en un muletazo a uno de sus oponentes en la plaza de toros de Logroño.
J. M. Núñez / Logroño

24 de septiembre 2009 - 05:00

GANADERÍA: Toros de Zalduendo, desiguales de presencia, notablemente desrazados y en el límite de las fuerzas. Corrida muy desrazada. TOREROS: Julián López 'El Juli', oreja y silencio tras aviso; Sebastián Castella, palmas tras aviso y silencio tras aviso. Daniel Luque, silencio y silencio. Incidencias: Plaza de toros de Logroño. Dos tercios de entrada.

Un deslucido encierro de la ganadería de Zalduendo, con toros imposibles para emocionar, ni siquiera interesar, marcó una tarde anodina prácticamente en todo, con la excepción de la oreja que paseó Julián López El Juli, en Logroño. Medio rajado el toro que abrió plaza, a las primeras de cambio empezó a negarse. Gracias a que El Juli le hizo muy bien las cosas, siempre muy despacito tanto con el capote como con la muleta, se salvó en parte. El toro se desplazó en el último tercio a muy duras penas, ayudándole siempre El Juli a base de templarle mucho y llevándole muy cosido al engaño. Pura técnica. Tampoco faltó lo que se dice torería, el buen gusto en la interpretación. Muletazos sobre ambas manos, destacando unos largos y mandones naturales, no obstante, sin el necesario hilván. En las postrimerías, un parón muy a modo, con la misma suavidad y limpieza que había tenido el trasteo. Estocada, y oreja. Ya el cuarto no podía con su sombra. También estuvo alguna vez en el suelo. Los muletazos, la mayoría de uno en uno y tapándole para evitar su huida a la querencia.

El primero de Castella fue toro también a medias en muchas cosas. Muy marcadas sus inciertas arrancadas y sus viajes cortos. El francés lo toreó con elegancia, pero sin terminar de meterse con él. Fue faena pese a todo suficiente para haber cortado una oreja, pero le faltó contundencia al matar. Con el quinto no hubo nada que hacer. Ni los dos pendulazos de apertura ligados a otros tantos por delante despertaron interés. Esforzado el torero, nada pudo sacar en claro.

A Daniel Luque le protestaron mucho su primero por supuesta cojera. En realidad lo más notable del toro era su mansedumbre, la falta de codicia, las dificultades para desplazarse. Y por mucho que quiso Luque, el trasteo no tuvo eco. Algo parecido en el sexto, de nuevo un Luque muy enrabietado paradójicamente desde la quietud y el reposo. El toro no colaboró lo más mínimo, hundiéndose definitivamente la tarde en un sopor infinito.

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