La ventana
Luis Carlos Peris
Perdidos por la ruta de los belenes
10ª de abono de la Maestranza | Crónica
Plaza de Toros de la Real Maestranza de Sevilla
Ganadería: Seis toros de Garcigrande, decepcionantes en general por hechuras y juego, con un toro, el segundo, de presencia justa y con una gran clase en la muleta.
TOREROS: Cayetano, de nazareno y oro, silencio en ambos. Emilio de Justo, de catafalco y oro, oreja y saludos. Ginés Marín, de pistacho y oro, saludos y vuelta al ruedo.
CUADRILLAS: Destacaron a pie Antonio Chacón y Abraham Neiro.
INCIDENCIAS: Décima corrida de abono en tarde de calor sofocante. La plaza se cubrió en dos tercios de su aforo.
ÍBAMOS como levitando Pastor y Landero abajo, ya que de la cabeza no se caía el recital de toreo grande que la tarde anterior había interpretado Juan Ortega. No se hablaba de otra cosa en la Feria y todo se multiplicaba a la hora de enfilar la plaza. La cumbre del trianero más la lección de poderío y torería de Daniel Luque nos llevaba en este martes a la plaza como a favor de querencia, pero qué raro resulta que a una apoteosis le suceda otra tarde de ese tenor. Y en el cartel, la presencia de Emilio de Justo en compañía de Cayetano y de Ginés Marín se complementaba con los toros de Garcigrande, habitual garantía de buen juego, pero...
El calor, asfixiante, influyó en que el sol no se cubriese, ya que el sacrificio de aguantar dos horas y media bajo la vertical del astro rey rayaba en la heroicidad. Luego pasó que los toros que mandó JustoHernández no fueron como eran cuando los mataba El Juli. Una corrida basta de hechuras y que medio se salvó por la clase de un toro impresentable para ser lidiado en Sevilla. Ese toro, de nombre Azafrán y de capa negra, llegaba al límite exigible para saltar al ruedo de la Maestranza y, por si fuera poco, con muy poca fuerza. Pero todos tuvimos la suerte de que le tocase a un torero que se dio trazas para dar con el fondo de bravura que atesoraba.
Abría la tarde Cayetano Rivera, que venía a una sola corrida y se mostró muy dispuesto toda la tarde. Claro que una cosa es querer y otra muy distinta es poder, por lo que el hijo de Paquirri se encontró con un lote imposible, que le arruinó la tarde. El primer cornúpeta atendía por Centenero, colorado y cortito de fuerzas, con el que Cayetano intentó tocar todas las teclas de forma infructuosa. Primero con unas tafalleras de aquella manera para pasar a una intentona con la diestra que el animal aceptaba de muy mal grado, ya que embestía defendiéndose. Lo mató de una gran estocada, algo que Cayetano repetiría en el cuarto, demostrando de forma palmaria que la suerte de matar es la que mejor domina.
Su segundo se llamaba Guijarro, era negro y siempre con la cara alta. Parecía mejor por el pitón izquierdo, pero no tenía fuerza para resistir una tanda. De hecho, Cayetano sale de la Feria igual que entró y con la convicción general de que su lote fue imposible. Era su único cartucho y tendrá que esperar a mejor ocasión.
El triunfador de la tarde fue Emilio de Justo, aunque también Ginés Marín escapó con el crédito aumentado. Le tocó en suerte a Emilio el mejor, o único, toro de la tarde. El susodicho Azafrán estuvo a punto de ver el pañuelo verde, pero el usía José Luque tuvo la santa paciencia de no acceder a los peticionarios de devolución y bien que se le agradeció. Cortito de trapío y sin fuerza, en el haber de Emilio de Justo hay que destacar cómo lo fue metiendo en el canasto hasta dar con un fondo de bravura que recordó el de algunos antepasados suyos. No es que llegase a la clase de aquel Orgullito que indultó El Juli hacía ayer seis años, pero fue un gran colaborador de un torero que se muestra totalmente recuperado de su calvario. Fue una faena muy meritoria y que le valió una de sus orejas tras formidable estocada. En el quinto estuvo a punto de sumar algún trofeo más, pero su buena labor con Tutoro, castaño y muy serio, no obtuvo recompensa por lo pronto que el toro se apagó. También la tardanza en doblar y que lo levantara el puntillero influyó en la falta de trofeos.
Ginés Marín demostró una vez más en Sevilla que debe estar mejor colocado en el escalafón. Inteligente en la cara del toro, buen capotero y muy puro con la muleta es un torero que, por ejemplo, no debería venir a Sevilla con un solo cartucho en su canana. Con el precioso Lillesito siempre estuvo muy por encima de él, pero el animal, muy distraído, sin fijeza y que se duele en banderillas, únicamente le da opción en una intentona exitosa al natural. Lo mató de gran estocada y fue ovacionado. Con el que cerró plaza, toro muy serio y que no atiende a ninguna llamada, siempre mirando a chiqueros y picado entre el reserva y el de tanda, la firmeza de Ginés luce en redondos de mucho recorrido. Nuevamente utilizó con torería la suerte suprema y el público le obligó a dar la vuelta al ruedo como despedida y como en un que nos veamos pronto que Ginés Marín merece sobradamente.
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