Del Parlamento de Andalucía a Los Califas, remontando el Guadalquivir
EL REPASO
La semana taurina que se fue estuvo marcada por la proposición no de ley aprobada en las Cinco Llagas y la celebración de la Feria de Nuestra Señora de la Salud que, más allá de las orejas, reveló el excelente momento de Juan Ortega
El Parlamento de Andalucía se rinde a la tauromaquia por abrumadora mayoría
El informe de la patronal taurina evidencia el arraigo popular de la tauromaquia
Los números son tozudos
La semana taurina que se fue quedó marcada por la celebración de ese primer Día Internacional de la Tauromaquia que coincidirá a partir de ahora con la conmemoración de la trágica muerte de Joselito en el ruedo de Talavera. No está de más tener un día propio para mostrar ese sano orgullo de ser y sentirse taurino en estos tiempos de apoteosis y visualización de según qué minorías. Pero para hablar del toro –diga lo que diga el sectario Urtasun- no se puede aludir a esa irrelevancia regurgitada por otro inefable ministro como Óscar Puente.
Los datos cantan y fueron publicados en este mismo medio: 20.821 espectáculos taurinos –con mayoría de los fundamentales festejos populares- salpicaron la piel de toro en la temporada 2023, incluyendo el corazón de algunas provincias catalanas que siguen rindiéndose al tótem ibérico a pesar de la eliminación de facto de las corridas de toros.
La reacción a tantas arbitrariedades es real, evidente y jubilosa. La mejor noticia es contemplar tantos y tantos tendidos llenos de una juventud desacomplejada que quiere disfrutar del espectáculo taurino y todas sus órbitas más allá de la desaprobación de los nuevos puritanos y hasta del ceño fruncido de nuestros propios puristas, que entienden la fiesta desde un aburrido rigor reglamentista.
De mociones y emociones
Hay que redundar en el dato: las plazas llenas son la mejor manifestación pro taurina, muy por encima de las pomposas declaraciones políticas que se suman a esa polarización social –política de río revuelto que interesa a la mejorabilísima clase dirigente- que está conduciendo al país a una preocupante degradación. No, los toros no deben tener color pero cada uno arrima el ascua a su sardina según sople el viento.
Ahí está la inminente moción que se aprobará en el senado con mayoría pepera aunque tenemos más cerca la proposición no de ley presentada por el grupo popular en el Parlamento de Andalucía que retrató la vocación abolicionista de la reducida izquierda a la izquierda; confirmó el proteccionismo de populares y voxianos y obligó a retratarse a los socialistas del sur de Despeñaperros en una votación que arrojó un contundente resultado: 96 votos a favor y sólo siete en contra. El asunto está claro.
Mientras tanto, en la Moncloa andan matando a cañonazos las moscas que ha levantado el tal Milei. Pero nos interesan más las declaraciones de Pedro Sánchez que ha elevado el pulgar perdonando a la grey taurina como si todo dependiera de su infalible voluntad. Al señor presidente no le gustan los toros pero no tiene pensado prohibirlos, al menos en esta legislatura. En realidad le importan un pimiento pero otra cosa es que la vida de la tauromaquia dependiera de su permanencia en el machito. ¿O no?. Ay, Señor…
Un fin de semana taurino en Córdoba
Con los romeros alcanzando la aldea del Rocío y sin novillada en la plaza de la Maestranza las piezas encajaban a la perfección para remontar el Guadalquivir camino de la ciudad de los califas. Se celebraba el grueso de la escueta Feria de la Salud que se había visto prologada con un mano a mano novilleril el sábado anterior al encendido del declinante recinto ferial cordobés. Había enfrentado a Marco Pérez -que a la vez que deja de ser niño se le valora como uno más de la tropa- con el valor local Manuel Román. Se trataba de un duelo, no exento de morbillo, que entre unas cosas y otras no acabaría trascendiendo demasiado.
La empresa Lances de Futuro, comandada por José María Garzón, había hecho descansar el peso de este ciclo que lucha por reencontrar su lugar en el mundo sobre los breves hombros del joven Román. El chaval cuenta con la fortaleza de un más que aceptable número de seguidores –capitaneados por el excéntrico Sandokán- pero su evolución y rendimiento no han ido parejos a las expectativas levantadas. Convertirlo en base del ajustadísimo abono cordobés era un peso excesivo para la fragilidad de un novillero que se acercó a lo que podría dar de sí con un excelente novillo de El Parralejo en la extraña mixta del pasado sábado, un totum revolutum sin argumento ni hilo conductor. Román cerraba un cartel abierto por Ventura, que mereció salir a hombros. Pero la cita estaba reforzada por Morante de la Puebla que se prestó al gazpacho y manejó escasas opciones con los sorandos que se llevó a la plaza de Los Califas, que no llegó a cubrir la mitad de su aforo para la ocasión.
El cartel que había animado de verdad a los cordobeses era el del domingo. La mala pata de Manzanares, mermado por un esguince, iba a dejar a Matilla sin comisión y a la pelota botando para redondear de verdad una combinación en la que ya eran fijos Juan Ortega y Roca Rey. A medianoche se supo que la sustitución la iba a coger el propio Morante. Se remataba así un cartel que no podía fallar en la taquilla. La verdad es que hacía demasiado tiempo que el inmenso embudo de Ciudad Jardín no presentaba ese aspecto y hasta el ambientazo previo en sus aledaños. Hay que subrayar el tema: era una de las mejores combinaciones que se pueden ofrecer al aficionado a día de hoy. Es la clave del asunto…
Pero una cita de esas características habría demandado un encierro a la misma altura de los toreros anunciados. La desigual corrida de Domingo Hernández olía a chamusquina desde el apartado matinal. Entre el esmirriado primero o el horroroso quinto, que parecía sacado de la Camarga francesa, hubo para todos los gustos y sólo embistió de verdad y a modo el de mejores hechuras, ese sexto desorejado por Roca Rey después de recoger el trofeo Manolete que le acreditaba como triunfador de la pasada edición. El peruano volvió a mostrar su indudable primacía en la taquilla y el favor de un público incondicional que le sacó en volandas. Eso sí: también se le nota un pelín pasado de rosca.
Morante manejó pocas opciones con su primero y propició la devolución del segundo pero cortó por lo sano después de comprobar el escaso fondo de la sardina geniuda que salió en sustitución. La gente se enfadó hasta pasarse de rosca. Pero lo mejor del ciclo cordobés, por encima de todo, lo iba a firmar Juan Ortega toreando como un arcángel de capa y muleta a un quinto lleno de carencias. El sevillano, que se forjó como torero en Córdoba, está para seguirlo. Qué lujo de torero…
¿Qué futuro aguarda al inquietante coso de Los Califas? ¿Qué fechas son las más adecuadas para reconducir su feria de la Salud? ¿Cuántos festejos admite la afición cordobesa? ¿Cuánto pesa el lastre de la melancólica primera categoría del escenario? Son preguntas que quedan sin contestar año tras año aunque los tendidos repletos de juventud y los tres cuartos de la jornada dominical –el ambiente era excelente, hay que remacharlo- son invitaciones al optimismo. Eso sí: hay que cuidar aún algunas cosas…
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