Oreja para Escribano ante un buen toro de Adolfo Martín en Las Ventas
VIGÉSIMA PRIMERA CORRIDA DE LA FERIA DE SAN ISIDRO Ganadería: Seis toros de Adolfo Martín, terciados, sueltos de carnes y con muy astifinas defensas. En conjunto, faltos de casta y empuje, aunque algunos apuntaron nobleza y clase sin llegar a desarrollarla. El sexto, bravo y encastado, fue la excepción a la regla. TOREROS: Diego Urdiales: una estocada corta tendida y dos descabellos (ovación); estocada (gran ovación tras aviso). Sebastián Castella: pinchazo y estocada trasera (silencio); pinchazo y estocada corta atravesada (silencio tras aviso). Manuel Escribano: cuatro pinchazos y estocada trasera desprendida (silencio); estocada tendida (oreja). INCIDENCIAS: Se colocó en las taquillas el cartel de "no hay billetes", en el vigésimo sexto festejo del abono de San Isidro.
La tarde de ayer en Las Ventas no puede resumirse sólo por lo numérico, por el dato estadístico de esa solitaria oreja que Manuel Escribano le cortó in extremis al único toro realmente bravo y con empuje de la deslucida corrida de Adolfo Martín.
Porque a la faena, abierta con una larga a portagayola, tuvo básicamente la emoción que aportaron las intensas pero nada inocentes embestidas del que también fue el único toro negro de la corrida, en tanto que al espada sevillano la faltó mayor convicción para apurarlas.
Después de banderillearlo con ciertos apuros -se salvó milagrosamente de un percance al intentar clavar los palos por el pitón derecho-, Escribano le hizo a Baratero, que así se llamaba el animal, un trasteo con bastantes altibajos provocados por la desigual firmeza y entrega con que le plantó cara en cada serie de pases.
Aun así, después de una estocada efectiva, se pidió y se concedió esa única oreja que antes Escribano ni se planteó cortarle al tercero, con el que tuvo más problemas de la cuenta por sus desaciertos técnicos.
Y es que, más allá de esa oreja, lo de más sabor y sentido de toda la corrida lo hizo Diego Urdiales ante los dos toros de su lote, a los que sacó un partido mayor del que parecían ofrecerle.
Con una sincera torería, porque siempre se colocó muy puro en los cites y con mucho asiento de plantas, el riojano sacó muletazos de muy bello trazo y limpio temple a un animal que nunca se empleó, pero al que tomó perfectamente la medida, incluso cuando se le paró y le siguió provocando muy cruzado entre los pitones.
El cuarto fue un toro noblón pero de muy escaso fondo de bravura, pues acudía con cierta inocencia, pero sin ningún celo, a cada llamada y se salía distraído o se violentaba si se le forzaba a entregarse.
Urdiales estuvo presto para aprovechar los momentos de mayor viveza del cárdeno, justo en la primera parte de la faena, para gustarse con la figura relajada y ofreciendo el pecho en cada muletazo. Fueron esos los momentos más bellos de la corrida, aunque no pudieron tener continuidad por la falta de raza del adolfo.
Aún así, intentando prolongar esa nobleza huidiza, siguió el diestro de Arnedo salpicando de calidad y de buen gusto una obra que no pudo compactar, pero que remató de una contundente estocada en lo alto, antes de escuchar una fuerte ovación de reconocimiento.
Sebastián Castella, que es hasta el momento el triunfador de la feria, con las tres orejas cortadas en tardes anteriores, cerraba ayer su paso por el abono madrileño haciendo el gesto de lidiar una ganadería que no suelen matar los toreros de primera fila.
En realidad, no desentonó ni desmereció el diestro francés, pero ante sus dos toros, aparte de su sobrada capacidad, se apreció también su falta experiencia ante animales de este encaste.
Si con su primero se demoró demasiado sin llegar a acoplarse técnicamente, la estrategia empleada con el quinto, con cites enérgicos y un desaconsejable de encimismo, no le sirvió para sacar partido de la calidad de un toro que también acabó yendo a menos.
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