OBITUARIO
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Un Oliva puro en su sello, pero con excesiva acidez en la espada

El diestro camero, tras cortar una oreja a su primer toro, roza la Puerta del Príncipe; cerrada por el fallo en la suerte suprema · Urdiales da una vuelta al ruedo tras una faena meritoria y Nazaré es silenciado

Alfonso Oliva Soto, en un derechazo al quinto toro, al que realizó una faena con torería y gusto, pero que malogró con la espada.
Luis Nieto

13 de abril 2010 - 01:00

GANADERÍA: Corrida de Herederos de Conde de la Maza, astifina y de distintas hechuras. En conjunto, de juego complicado. El mejor, el quinto, con un buen pitón derecho, que fue aplaudido en el arrastre. TOREROS: Diego Urdiales, de verde y oro. Dos pinchazos y seis descabellos (silencio tras aviso). En el cuarto, estocada caída (vuelta al ruedo tras aviso). Alfonso Oliva Soto, de nazareno y oro. Pinchazo y media (oreja). En el quinto, cinco pinchazos y una estocada (vuelta al ruedo). Antonio Nazaré, de corinto y oro. Pinchazo y estocada (silencio). En el sexto, estocada (silencio). Incidencias: Plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla. Lunes 12 de abril de 2010. Algo más de media entrada en tarde de agradable temperatura. Molestó el viento.

La corrida del Conde de la Maza, astifina y de distintas hechuras, mantuvo siempre el interés para un público que comprendió las dificultades y que se puso de parte de la terna.

El triunfador del festejo fue Alfonso Oliva Soto, quien cortó una oreja a su primer astado y hubiera conseguido, posiblemente, otras dos y la Puerta del Príncipe, si corona su segunda obra con una estocada en toda regla, en lugar de la media docena de entradas que precisó para estoquear a un toro con el que plasmó excelentes pasajes de su personalísima torería.

Oliva Soto se enfrentó en primer lugar a un toro listo, que precisaba de firmeza. El torero camero fue arrollado por el agresivo animal en un cite para un quite por chicuelinas con una violencia despiadada. Lejos de arrugarse, el sevillano lo intentó de nuevo en esa suerte, aunque no consiguió lucirse. La faena la brindó al público y a su tío -montera en alto, mirando al cielo-, el banderillero Soto Vargas, a quien un novillo de esta ganadería mató en esta misma plaza el 13 de septiembre de 1992. Ovación sentida de los aficionados que conocían este hecho. Buen inicio del trasteo, por bajo, con el toro buscándole. Los pilares de la faena se cimentaron en el valor y la distancia adecuada. Se cruzó al pitón contrario, para robar muletazos con calidad. Lo más brillante sucedió en una serie con la izquierda, en la que ligó cuatro naturales y el de pecho, tras los que rugió la Maestranza. Con el viento molestando y el toro rajado, ya en tablas, el torero se precipitó a la hora de la verdad. Entró en el primer envite en la suerte natural y salió muy apurado. Tras un pinchazo y media estocada fue premiado, cariñosamente, con una oreja. La Puerta del Príncipe se le entreabría.

Oliva salió decidido a descerrojar la mítica Puerta ante su segundo. Y en esta ocasión tuvo en suerte, buena suerte, el mejor astado del encierro, con un notable pitón derecho. El espada lo toreó muy bien a la verónica. Y en la muleta hubo torería y gusto, jugando bien la cintura en cada suerte y acompañando la figura en otros pasajes. El comienzo, con un toreo por bajo de muchos quilates, tuvo sello propio en un muletazo de rodilla, muy largo, corriendo mucho la mano. De pie, citando desde largo, llegó a ligar hasta cinco muletazos y el de pecho, haciendo saltar la banca. Hubo una serie que rezumó torería, con cuatro derechazos, con sabor, y una inspirada trincherilla. Con la izquierda -por ese pitón, el toro no tenía franqueza- los muletazos resultaron rápidos. Cerró con otra serie entonada con la diestra.

Cuando el público estaba rendido, el torero, de manera precipitada, acometió la suerte suprema. Oliva no se tiró en corto y por derecho para alcanzar el sueño de un éxito de relumbrón. Precisó de hasta cinco pinchazos y una estocada. El sueño de un triunfo que le sirviera para ascender peldaños en un santiamén, se tornó en lágrimas. Dio una vuelta al ruedo, no acorde con las exigencias de la Maestranza.

Diego Urdiales derrochó voluntad ante su lote. Con el áspero primero la labor resultó insulsa, debido al excesivo número de enganchones. Sufrió un achuchón sin consecuencias y anduvo desacertado con los aceros. Por cierto, Francisco Teja, que retornaba después de varias temporadas a la presidencia, tuvo un despiste y no ordenó a tiempo el cambio de tercio. El torero riojano se volvió a entregar sin reservas ante el cuarto, que le propinó varios hachazos por el pitón izquierdo. Sufrió una caricia en el semblante. La labor, muy seria y meritoria, resultó excesivamente larga.

Antonio Nazaré no dejó huella. Lo pasó mal con el corretón y manso tercero, un astado listo, que le midió mucho. Y ante el burraco y parado que cerró plaza, en su empeño por agradar, acabó ahogando la embestida del toro.

En el aire, quedó flotando el buen toreo de un Oliva puro en su personalidad y casi extra, pero pasado en acidez con la espada.

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