Morante en tres vestidos: la fascinación por Joselito
Historias Taurinas
El diestro de La Puebla volvió a inspirarse en la indumentaria del coloso de Gelves para hacerse el traje buganvilla y oro que estrenó en la lluviosa tarde del Domingo de Resurrección
Joselito reina un siglo después: el 16 de mayo será el Día Internacional de la Tauromaquia
Morante, la silla de Gallito y un capote de Guerrita
Cuando Morante se asomó a comprobar el estado del ruedo –la tarde del Domingo de Resurrección se vio sorprendida por un impresionante aguacero- embelesó el luminoso color buganvilla y el profuso bordado en oro, con unas inusuales cabecitas de toros, del vestido escogido para levantar el telón de la temporada en la plaza de la Maestranza. La ornamentación, vista en detalle, no tardó en delatar la inspiración gallista que ya había alentado la confección de otros vestidos de torear de esta última época, la más creativa del diestro de La Puebla, marcada por la herencia gallista.
En esta ocasión se había fijado en una conocida fotografía de Joselito en la que viste un original traje bordado en las perneras con la mismas cabezas de toro. El artífice de la prenda ha sido el sastre madrileño Justo Algaba, que ha realizado la mayoría de la ropa de torear de la actual etapa vital y taurina del diestro de La Puebla.
El año pasado, sin ir más lejos, se hizo un preciosista grana y oro, orlado de flores, que escondía una historia mucho más hermosa. Morante había emulado el traje que lucía Gallito la tarde del 16 de mayo de 1920 en Talavera de la Reina cuando fue cogido mortalmente por el toro Bailaor de la Viuda de Ortega.
Lo vistió el Domingo de Resurrección de 2023 acompañado de ese preciosista capote de paseo –lo volvió a lucir este año y lo sacó en la campaña publicitaria de Pagés- que el matador cigarrero clonó del que se conserva en el Museo Municipal Taurino de Córdoba. Ya fue contado: había pertenecido a Guerrita que lo llevaba, precisamente, la tarde del 15 de octubre de 1899 en la plaza de Zaragoza. Aquella misma tarde se retiró de la profesión cerrando, de paso, toda una etapa de la historia del toreo.
Morante volvería a ponerse ese grana y oro, sin importarle cualquier mal fario, para torear en la ciudad toledana. No dejaba de ser un homenaje íntimo, uno más de muchos, al coloso de Gelves. Joselito ejerce una impresionante fascinación sobre el matador cigarrero que ha ido comprando distintos muebles hasta completar el despacho que usó Gallito en su casa de Pino Montano.
En ese escritorio, mudado a la Huerta de San Antonio, junto a la orilla del Guadalquivir, ha firmado algunos de los contratos más relevantes, incluyendo los de aquella vuelta a la plaza de la Maestranza en la temporada 2018 –llevando hasta La Puebla al empresario Ramón Valencia, que rompió los usos y costumbres de Pagés- tras la retirada estratégica del año anterior que, de una u otra forma, cerró una etapa y abrió la actual, la más creativa del genio cigarrero.
De jacaranda y azabache
La guinda de este trío de vestidos singulares, inspirados en la herencia gallista, la marcó el jacaranda y azabache que el matador cigarrero escogió para lidiar la corrida de Domingo Hernández el 26 de abril de 2023. Aquella fecha marcó la pasada Feria y todo el primer cuarto del siglo XXI en la plaza de la Maestranza. Era idéntico al que escogió Gallito el 30 de septiembre de 1915 –era el tercer festejo de la feria de San Miguel de aquella temporada remota- para estoquear en solitario una corrida de Santacoloma que ponía el colofón a una campaña en la que llegó a actuar en seis de las once corridas programadas en la plaza de la Maestranza.
José obtuvo ese día la primera oreja que se concedía en la plaza de la Maestranza y José Antonio, 108 años después, cortó el primer rabo que se concedía a un matador en el siglo XXI. Pero hay que volver a 1915: Joselito ya había alternado en los dos espectáculos anteriores de aquella lejana feria de San Miguel -los días 28 y 29 de septiembre- con Juan Belmonte y su hermano Rafael estoqueando sendos encierros de Miura y Murube con los que brilló a un nivel extraordinario.
Pero aquel día, el último de septiembre, había asumido el reto de despachar en solitario una corrida del conde de Santa Coloma. El compromiso del menor de los Gallo se saldó con un nuevo triunfo. Las crónicas de la época que hablan de “quites grandiosos”, “monumentales pares de banderillas”, “inenarrable faena de muleta...” ¿Les suena? Más allá de la apoteosis, la gesta gallista suponía la ruptura de un uso inmemorial: la prohibición de cortar orejas en la plaza de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, que removió los cimientos del purismo y, de paso, las iras de los partidarios del propio Juan Belmonte.
Cambia la historia.
Si Morante cortó el rabo a un toro negro, llamado Ligerito, cuarto de la tarde y marcado con el hierro de Domingo Hernández, Joselito se llevó ese primer trofeo del toro Cantinero, quinto de la tarde, marcado con el mencionado hierro condal; de pelo negro pero también listón, lucero y girón, magras carnes y no demasiada leña en la cabeza.
La oreja fue concedida por el recordado concejal Antonio Filpo Rojas -que llegaría a ser hermano mayor de San Bernardo y pregonero de la Semana Santa de 1949- ganándose las iras de la crítica, la afición más encopetada y los sectores más rancios de la ciudad sin saber que la nueva costumbre había llegado para quedarse.
Los descendientes de Filpo Rojas conservaron hasta no hace muchos años –hoy forman parte de la colección de Juan Barco- la cabeza de aquel animal e incluso el vestido de piñas azabaches que vistió Joselito en fecha tan emblemática, el mismo que reprodujo Morante acompañado de esa montera decimonónica de enormes machos y morillas sueltas, para hacer historia en el coso del Baratillo.
Entre Cantinero, el toro de Santacoloma, y Ligerito, el nobilísimo ejemplar de Domingo Hernández, median esos108 años, la misma gloria y un vestido idéntico que el diestro cigarrero donó al museo de la plaza de la Maestranza pocos días después de aquel hito.
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