...y Morante se sintió estafado
Feria de Sevilla | OCTAVA DE ABONO DE LA MAESTRANZA
El palco le negó al cigarrero una oreja que el público pidió con fuerza
Emilio de Justo le cortó las orejas a su primero y Talavante se quedó sin premio por mal manejo de los aceros
Morante, 'expléndido' e incomprendido en Sevilla
Ficha
Plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla
GANADERÍA: Seis toros de Hermanos García Jiménez. El que abrió plaza fue devuelto y sustituido por uno de Olga Jiménez. Con buenas hechuras y boyantes para los toreros, al tercero se le dio la vuelta al ruedo en el arrastre.
TOREROS: Morante de la Puebla, de caldero e hilo blanco, fuerte petición de oreja y oreja. Alejandro Talavante, de blanco y oro, saludos y silencio. Emilio de Justo, de tinto y oro, dos orejas y palmas.
CUADRILLAS: Muy bien con el capote Trujillo, en banderillas saludó Miguel Murillo. A caballo brilló Juan Bernal.
INCIDENCIAS: Octava corrida de abono y cartel de 'no hay billetes' en tarde de mucho calor.
Tercer reventón en taquillas, corrida de puro y clavel y otra tarde en la que bien debieron cortar trofeos los tres integrantes del cartel. A Morante le birló una el palco, a Talavante la espada y Emilio de Justo estuvo en un tris de abrir la Puerta del Príncipe, pero tras cortarle las orejas al primero de su lote tuvo el infortunio de que le tocase el garbanzo negro de la corrida para cerrar el festejo.
Pudo darse el completo, pero todo arrancó a contraestilo. Primero porque el que abrió plaza, Almendrito, blandeó tanto que tras ser picado dio lugar a que asomase el pañuelo verde. Salió Sosito, con el hierro de Olga Jiménez, Pedro Iturralde lo avía en el caballo, el animal berrea sin parar y Morante, que luce medias blancas, muy a tono con el hilo que borda el terno, va entendiéndose con él hasta lograr pasajes bellísimos. No hay emoción, pero sí belleza y torería, mucha torería. Todo lo pone el cigarrero y lo que falta corre por cuenta del toro. Le endilga un sopapo hasta la gamuza, el toro cae rodado, la plaza pide la oreja, pero el usía se hace el sordo. La bronca es tremenda y Morante muestra su enfado tirando la montera al callejón tras agradecer la ovación. En otro tiempo hubiera dado una o dos vueltas al ruedo, pero las modas son las modas y en la que hogaño manda no entra la vuelta al ruedo. Pero en el cuarto sí corta un trofeo y eso que el palco no se da prisa alguna en concedérsela. Morante muestra nuevamente su enfado tirando la oreja debajo del estribo. ¿Por qué le negó el presidente la oreja del primero? Pues eso tendría que explicarlo don Gabriel, el presidente, y cuesta trabajo entenderlo teniendo el asesoramiento de un torero tan bueno como Alfonso, el menor de los Ordóñez.
El triunfador de la tarde fue ese torero extremeño que el sábado dejó en el aficionado el deseo de volverlo a ver. Y la ocasión llegó pronto, sólo cuarenta y ocho horas después. Emilio de Justo salió a revienta calderas y toreando por chicuelinas en las que carga la suerte y baja mucho las manos, Filósofo le echó mano y le dio una tremenda voltereta que le destrozó la taleguilla. Recompuesta con esparadrapo, Emilio le brindó a la plaza para hacer una faena que va a contar a la hora del reparto de premios. Tras unos inmensos doblones genuflexo prosiguió el diálogo con una serie de naturales naturalísimos descolgado de hombros y con la mano muy baja. Conectó por la vía rápida con los tendidos y a partir de ahí surgió un faenón. Tiene aroma de torero bueno este extremeño con sus muletazos desmayado, sus naturalísimos pases naturales y su hondura. Lo mató de un estoconazo y las dos orejas de Filósofo fueron a su esportón.
Mala suerte tuvo con el segundo de su lote, ese toro que cerró plaza, que atendía por Principal y que no colaboró ni una mijita en el objetivo de Emilio, que no era otro que salir por la Puerta del Príncipe. Con dos orejas cortadas, el pasaporte para salir por el Paseo de Colón siempre es perseguible, pero a pesar de lo mucho que quiso el matador, nada fue posible. Con el capote toreó para el toro, abriéndole caminos y cuidándolo cuanto estaba en su mano. Y ya en la muleta lo intentó con la diestra, pero el toro dijo nones y en un pozo el gozo y el proyecto de un torero que veía tan cerca la puerta mayor del toreo que no podía ocultar su frustración y su disgusto. Y es que qué pena da tener el agua tan cerca y no poderla beber.
Reaparecía en la Maestranza Alejandro Talavante en esta segunda etapa de su carrera. Su estrategia del año pasado no contempló venir a Sevilla en primavera y la empresa no accedió a que sí lo hiciera en otoño. Talavante siempre es bien acogido en la Maestranza, sobre todo desde aquel inmenso natural que dio en la Feria de 2007. Pocas veces ha sido tan recordado, y rentable, un muletazo como el que dio Alejandro el 23 de abril de 2007 a Jergoso, un bravo toro de Núñez del Cuvillo. Aquel día abrió la Puerta del Príncipe y ese fue su salvoconducto para ser considerado por Sevilla.
Ayer fue acogido con cariño tras una larga ausencia y a punto estuvo de tocar pelo, pero se atascó con los aceros. Fue con el segundo toro de la tarde, Almendrito también de nombre, al que recibió con un ramillete de lances a pies juntos que tuvieron su continuación en dos verónicas y media con la que dejó al toro a disposición de Manuel Cid, el picador. Brindó a la plaza, comenzó toreando en redondo con las dos rodillas en el albero, prosiguió con sus personalísimos naturales y con esas improvisaciones en la cara del toro que tanto forma parte de su personalidad. La espada le jugó totalmente en contra, le privó de cortar una oreja y ahí se acabó lo bueno de su tarde, ya que en el quinto no encontró los resortes idóneos para el triunfo. Pero hoy vuelve Alejandro a la Maestranza y como tiene el duro, existen posibilidades ciertas de que lo pueda cambiar.
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