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Marta Reillo, sensación del Carnaval del Toro de Ciudad Rodrigo

Opinión taurina

Esta joven lleva tiempo queriendo ser torera. Pasó por las escuelas de Cuenca y Córdoba, donde actuó en la becerrada homenaje a la mujer cordobesa, obteniendo los máximos trofeos

Marta Reillo, en el Carnaval del Toro de Ciudad Rodrigo. / Vicente Sánchez
Salvador Giménez

10 de marzo 2019 - 06:00

Es de sobra conocido que la fiesta de los toros, a día de hoy, tiene muchos problemas a nivel organizativo. De cara al espectador se ha caído en una terrible monotonía, que daña irremediablemente la imagen de uno de los mitos vivos de nuestra cultura mediterránea. Se ha caído, organizativamente, en la desidia, en la falta de ideas y sobre todo en la comodidad.

El empresario busca ganar mucho dinero, exponiendo cada vez menos. Se apuesta a caballo ganador, se recoge el beneficio y punto y final. No se apuesta por la innovación, ni tampoco por aportar ideas que traigan aire fresco a un espectáculo que lo necesita de forma imperiosa.

Los festejos mayores, o sea las corridas de toros, mantienen el mismo esquema tarde tras tarde. Las combinaciones se repiten feria tras feria. Los actuantes son siempre los mismos, salvo casos muy puntuales, ante un toro seleccionado, no bajo las directrices del criador, sino de los espadas de primera fila, que buscan un animal que les permita actuaciones cómodas y poco comprometidas.

El escalafón de los novilleros está cerrado y los empresarios no los incluyen en ferias

De ahí que los toreros, hoy, duren mucho tiempo y comanden un escalafón prácticamente cerrado, donde es muy difícil entrar en el circuito de ferias de relumbrón, cosa que no hace mucho garantizaba un triunfo en Madrid y Sevilla.

A día de hoy, un triunfo en esas plazas sólo sirve para repetir actuación en ellas, o en el mejor de los casos, entrar en carteles de menor entidad y en días considerados poco propicios para la celebración de festejos.

También se echa en falta una renovación desde abajo. O sea, con la irrupción de novilleros que se cuajen a base de torear por méritos propios y no por la cartera de padres o ponedores. El escalafón de novilleros está cerrado. Los empresarios, debido a su coste, similar al de una corrida de toros, han dejado de incluirlas en las grandes ferias.

Son pocos los lugares donde las novilladas tienen relevancia. Ningún novillero tiene el tirón suficiente para llevar a cabo una revolución que devuelva las novilladas al lugar que deben de tener, pues no hay que olvidar que es ahí donde se forman los nuevos toreros.

Muchos de estos noveles, ante la falta de festejos por los que se les pide un dinero del que carecen para poder actuar, se pasan al mundo de las capeas. La fiesta aquí sí está sufriendo una regresión. Son muchos los que, ante la falta de actuaciones, recurren a las capeas para aprender y formarse.

El caso singular de la semana se ha visto en una joven de Cuenca que, sin ella proponérselo, ha sacudido el mundo de los que quieren y no les dejan. El suceso tuvo lugar en Ciudad Rodrigo, en su tradicional Carnaval del Toro.

Todo transcurría como de costumbre. Los capas, ahora en pugna con los recortadores, tratan de dar unos muletazos a torazos que bien podrían saltar a plazas de primer nivel. Un precioso berrendo en negro, con el hierro de Pilar Población y encaste santacoloma, salta a la plaza mayor de la población salmantina.

El toro infunde respeto. De repente, una figura menuda, grácil, con una melena rubia sujeta en una larga coleta, se coloca delante del animal. Le cita y logra dar dos tandas con quietud y personalidad. Todos se preguntan quién es. Es Marta Reillo, una joven conquense que, sin saberlo, ha revolucionado –hoy las redes sociales son básicas para ello– el planeta toro. De hecho, ha sido la primera mujer en actuar como capa, o maletilla, en el Carnaval del Toro de Ciudad Rodrigo.

Esta joven lleva tiempo queriendo ser torera. Pasó por las escuelas de Cuenca y Córdoba, donde actuó en la becerrada homenaje a la mujer cordobesa, obteniendo los máximos trofeos, sin que volviera a torear nada más en la temporada. No obtuvo recompensa alguna por su actuación en Los Califas, teniendo que volver el año siguiente a su Cuenca natal.

Los vídeos de Ciudad Rodrigo de Marta Reillo recorren las redes y perfiles sociales llegando a muchos lugares. Las visitas asombran. Marta no era consciente de lo que estaba haciendo, de hecho aún no lo es. ¿Le servirá de algo aquel soplo de frescura que dio ante aquel toro? Es difícil de saber.

Hasta ahora se está escribiendo y hablando de ella, sólo falta que aparezca la figura del empresario, habano en los labios, como en las películas de los cincuenta, y la contrate para un buen número de novilladas. Pero ella es mujer sensata. “No quiero torear novilladas, solo quiero aprender”, dice a los que le preguntan. Marta, también sin saberlo, desnuda el gran problema de hoy en la fiesta de los toros, que no es otro que la falta de sensatez y el nulo aprendizaje para un rito en el que se puede perder la vida.

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