Manolete, Monstruo
El escritor e informador taurino Ricardo García K-hito fue el que bautizó al torero de Santa Marina con el sobrenombre por el que luego fue conocido en todo el mundo y que aún pervive
A poco de aquel día 2 de julio de 1939 la figura de Manolete va creciendo. En sus principios, el torero de Córdoba empieza a cautivar a los públicos por el toreo que practica. Hasta entonces, salvo contadas ocasiones, el toreo era de poca quietud, movido, alterado, sacudido. Los pases tienen como único objetivo expulsar la embestida del toro del lugar de reunión con el hombre. La unidad nunca destaca.
Puede haber algún muletazo de gran belleza, pero que no guarda continuidad con los siguientes. Años antes, en la llamada Edad de Oro, el gran Joselito trata de torear ligando los pases en cadena, mientras Juan Belmonte, su antagónico, trae una quietud no vista hasta entonces. El toreo de quietud y ligado es solo una quimera, que otros continúan intentando como fue el caso de Chicuelo, que tomando lo visto a los dos colosos, lo consiguió cuando sus oponentes le fueron propicios, pero sin una continuidad cotidiana.
Manolete lo trae innato. Pronto cautiva a los públicos y a la prensa. El torero de Córdoba va a marcar una época en la historia de la tauromaquia. Su personal toreo pasa en un primer momento desapercibido, de hecho, solo se destaca por sus grandes dotes como estoqueador. Ahí están sus primeras crónicas. Los críticos de entonces aún continúan sugestionados por el toreo, llamémosle de expulsión, que se practicó en la Edad de Plata, tras la muerte de Joselito y primera retirada de Belmonte, hasta la Guerra Civil.
Manuel Rodríguez puso punto final a aquello y aportó a la fiesta un toreo de reunión, donde su brazo en lugar de mandar al toro fuera de su jurisdicción, lo aguantaba y llevaba en redondo hasta detrás de su cadera para, con un valor espartano, repetir los pases uno tras otro y conseguir una faena de muleta compacta y de unidad.
Manolete impacta. Primero por su toreo, y segundo por el misticismo que rodea a su figura. Pronto todos hablan de él. Quieren verle en la plaza hacer lo que nadie había conseguido hasta entonces. Son sus primeros años de matador de toros cuando Manolete muestra su descarnado toreo, sin trampa ni cartón. Públicos y crítica especializada caen rendidos a sus pies. Manolete comienza a marcar una época, su época, el manoletismo. Esto trae que lo que hace el diestro trascienda más allá del ruedo.
El Califa de Córdoba se convierte en un fenómeno social en una España que precisa evadirse de los problemas de la no muy lejana guerra y duros años de carestía. El verano, como ahora, está en todo lo alto. Manolete se anuncia en Alicante el día 28 de junio, feria de San Juan. Alternan junto al coloso Antonio, entonces Antoñito, y Manolo Escudero. Los toros pertenecen al hierro extremeño del Conde de la Corte.
El escritor, también informador taurino, Ricardo García, quien popularizó el seudónimo de K-Hito, está presente en la corrida. Manolete está sublime durante toda la tarde. Su toreo emociona y conmueve a todos los congregados en los tendidos. Tanto que premian sus faenas con cuatro orejas, dos rabos y dos patas. K-hito escribe emocionado por lo que ha visto: “El Monstruo ha surgido con todo su esplendor, con maravillosa potencia, en esta plaza recoleta e íntima de Alicante. Ha sido hoy, 28 de junio de 1943. Vaya la fecha con versales de oro al libro de las grandes efemérides. ¡El Monstruo, el Monstruo!”.
Sin saberlo, el sagaz Ricardo García K-hito bautizó a Manolete con un sobrenombre que todavía se recuerda: el Monstruo. Los aficionados de solera y de más edad conocerán la historia, pero las nuevas generaciones, que sí saben que Manolete es el Monstruo por antonomasia, seguramente desconocerán que este apodo resulta de la genialidad de un personaje como Ricardo García K-Hito, que además de escribir de toros fue uno de los pioneros del cine de animación en España.
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