Maltrato de Madrid a Escribano
madrid | vigésimocuarto festejo del abono de san isidro
Al gerenense le birla el palco una oreja, repitiéndose el maltrato de ir una sola tarde a Las Ventas
Bajo un vendaval, Ferrera perdió un trofeo con la espada
Muy digno José Garrido
Ficha
Plaza de toros de Las Ventas de Madrid
Ganadería: Seis toros cinqueños de Adolfo Martín muy bien presentados con la peculiaridad de que los que embestían no tenían fuerza.
TOREROS: Antonio Ferrera, de blanco y oro con cabos negros, silencio en el primero y un aviso con ovación y saludos en el cuarto. Manuel Escribano, de nazareno y oro, saludos en su primero y clamorosa vuelta al ruedo en el quinto. José Garrido, de celeste y azabache, silencio en el tercero y ovación y saludos en el sexto.
CUADRILLAS: Destacaron a pie Juan Luis Moreno, Javier Valdeoro y saludaron Ángel Otero y Víctor Manuel Martínez.
INCIDENCIAS: Corrida vigesimocuarta de la Feria de San Isidro en tarde de calor bochornoso que pasa a ser lluviosa a partir del tercer toro. Casi lleno.
ESTÁBAMOS en la tarde que se cerraba el ciclo de los cárdenos. Habían pasado ya Victorino Martín y José Escolar cuando llegaban a Las Ventas los cárdenos de Adolfo Martín. Seis toros cinqueños de una divisa a la que sólo se espera con entusiasmo en Madrid, pues resulta difícil de pensar que haya algún día adolfos en Sevilla. Toros hermanos de los de la A coronada y tres valientes para mandarlos al desolladero.
Y con estos toros tan esperados por Madrid, tres valientes. Y entre esa terna de valientes, un héroe que está siendo duramente maltratado por el establishment y al que también ayer maltrataría el palco de Las Ventas del Espíritu Santo. Habitualmente, el palco siempre está bajo sospecha, pero lo de esta tarde fue inadmisible. La víctima, un torerazo como Manuel Escribano, al que ningunean en los despachos y al que le birlaron una oreja de ley. Llovía a mares sobre Madrid cuando Escribano repetía la faena de irse a chiqueros para recibir al tremendo Aviador a portagayola como ya había hecho una hora antes en el saludo a Baratillo. Manuel tiene esa costumbre y lo cierto es que la pone en liza lo mismo en Las Ventas que en el gache más escondido. Bueno pues de nada iba a servirle esa hazaña de estar a retortero en los tres tercios, que hay que ver cómo banderilleó sus dos toros. O sea que un torero que se va a portagayola en sus dos toros, que hace lo propio en banderillas, que luego se juega literalmente la vida con tremenda voltereta incluida, todo bajo un diluvio y que tira la moneda al entrar a matar fue maltratado por un presidente que no le hizo caso a la mayoría que pedía la oreja. Podrá argumentar el usía que en ese momento estaban desertizados los tendidos, pero sí que estaban repletas las andanadas y ahí sí había mayoría de pañuelos solicitando el trofeo para el gerenense.
Fue la nota más a tener en cuenta de cuanto ocurrió en una tarde de sol y bochorno que se fue convirtiendo en lluviosa a partir del primer toro de Garrido y que para cuando sucedió el ultraje a Escribano ya era una especie de diluvio. Quiere decirse que a los inconvenientes e incomprensiones hay que añadir lo de torear bajo un diluvio. También bajo un diluvio se fajó Antonio Ferrera con Malagueño, un toro con clase, pero cortito de fuerza. Qué bien estuvo con ese toro y cómo chirría a la vista ese capote azul con vuelta celeste. Lluvia y viento para una imagen digna de los pinceles de Solana y ahí Ferrera toreando con temple y con mucho gusto bajo un vendaval que convertía los engaños en banderolas. Mérito grande dar esos naturales desmayado bajo unas dificultades meteorológicas tan acusadas. Si con el que abrió plaza de nombre Pecador, Antonio optó por la brevedad, con su segundo, el citado Malagueño, dio una lección de toreo templado y poderoso, que con temple también puede dominarse al de turno. No cortó oreja porque mató a la última, pero sus naturales ahí quedaron.
Como sus compañeros de terna, José Garrido sólo contaba con la bala de los adolfos para abrirse camino y hay que dejar constancia de que el pacense estuvo muy por encima de su lote. Sombrerillo sale comiéndose el capote del matador, pero en la muleta se hace como de Guisando, opta por pararse y no dar una sola embestida. Para entonces comienza a llover, se lo quita mediante un bajonazo, aquí paz y después gloria. Pero la gloria estaba de descanso y no se dejó ver apenas. Eso sí, con Tostadito, un ejemplar de seiscientos kilos, Garrido estuvo muy bien, por supuesto que muy por encima del galán que tenía delante. Tragando una barbaridad se lució a la verónica de salida y en el toreo fundamental en el último tercio. Se lució en redondos y brilló en una naturales valentísimo para un epílogo con la mano izquierda en naturales a pies juntos de mucha torería y como la estocada cayó fuera de sitio, todo quedó en fuerte ovación de despedida. Y de esa manera se cerró la tercera tarde de esos cárdenos que tanto gustan en Madrid, como si ya no tuviéramos suficiente con vitorinos. Y para el recuerdo, cómo un torero es maltratado en los despachos y desde el palco.
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