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Luque arranca un trofeo en una gran mansada

El sevillano corta una oreja al último toro, a base de entrega y exposición · Pésimo ganado de la divisa salmantina Puerto de San Lorenzo · Castella, bien y El Cid, desdibujado, cierra su feria en blanco

El diestro sevillano Daniel Luque, en un natural al sexto toro, al que cortó una oreja.
Luis Nieto

30 de abril 2009 - 01:00

La gran mansada. Película de tres horitas de duración y empacho con siete toros de Puerto de San Lorenzo y el añadido de uno de Gavira, que mansearon a granel. Los hubo que huyeron hasta de su propia sombra. ¡Viva la sangre brava!

-Oiga, ¿y de dónde dice usted que son estos toros?

-De Salamanca, señora, de Salamanca.

-Pues desde muy lejos vienen para nada.

-Eso digo yo; cierra la conversación el amable anciano, veterano abonado.

Ya se sabe que los toros charros, por el clima, terminan de rematarse más tarde que los que pastan en Andalucía y en Extremadura. Y que la ganadería de ayer, Puerto y Ventana de San Lorenzo, procede del encaste de Atanasio-Lisardo Sánchez, cuyos astados mansean de salida. Pero es que estos toros mansearon hasta lo infinito. No entendemos el empeño de la empresa con las ganaderías salmantinas, que no dan resultados positivos, como tampoco hemos entendido la repetición -ya lo decíamos en el especial del Domingo de Resurrección- del premio a Juan Pedro Domecq, tras el fiasco del año pasado. Total, que con una materia prima horrible, el público comenzó a atacarse de los nervios y saltaron voces como "¡Esto es una estafa!", en el ecuador de una corrida que fue una auténtica pesadilla y en la que Daniel Luque, con ganas y capacidad, consiguió arrancar una oreja al sexto, un toro con problemas. Así es que, hoy, como en otras ocasiones, la historia empieza por el final.

El bravo Luque, que con el capote dibujó una preciosa media verónica, tiró de recursos y consiguió levantar una tarde en la que a esas alturas unos cerraban negocios, otros hablaban por el móvil y algunas otras de sus cosillas (perdonen que no les detalle, pero éste no es el lugar apropiado). El toro, sin entrega en los primeros tercios, se quedó corto desde el comienzo de la faena y buscó el bulto. El joven diestro de Gerena brilló principalmente en una tanda por la diestra, en la que le tapó muy bien la cara al animal. Y en otra, con ligazón, en la que intercaló un cambio de mano. Con el toro muy parado, se metió entre los pitones y, a lo Ojeda, consiguió trenzar un ocho, tras el que saltó la música y el público. La verdad, era muy difícil levantar el ánimo en un espectáculo que se hundía en un auténtico velatorio. Y el torero lo consiguió. Se tiró con decisión para una estocada caída y el premio de la oreja. Al mansísimo y violento quinto, lo arrancó de las tablas a los medios, pero el animal acabó siempre en tableros. Allí el sevillano aguantó varios arreones. Con el verduguillo dio un petardo monumental: 17 descabellos.

Sebastián Castella cumplió con creces ante un pésimo lote. A su primero, muy manso y encerrado en tablas, le realizó una faena meritoria, que el público no llegó a valorar. Entre las distintas series destacó una con la diestra, con ligazón y un gran pase de pecho, que abrió la espita de la música. Hubo otra muy buena, tapándole la cara. En la siguiente estuvo a punto de ser cogido. En su conjunto, faena brillante, con pasajes muy lucidos. Tras media defectuosa y un descabello, no hubo premio. Con el quinto bis, de Gavira, que huyó en varas como alma que lleva el diablo y se refugió en toriles, el trasteo no tuvo el mismo calado.

El Cid cerró su participación en la feria sin apenas decir nada. Demasiados enganchones en su manso primero, que de salida se dio una vuelta espectacular, clavando los cuernos en la arena y mirando, con las cuatro patas hacia arriba, al cielo. Con el cuarto, tardo, que no humillaba y brindó a sus apoderados, la labor no pasó de entonada en dos tandas diestras y de nuevo enganchones por el izquierdo. Con la espada tampoco anduvo fino.

No hay para más. Sólo queda dar las gracias a todos los artífices (ganadero, empresa, apoderados, veedores de los toreros, etcétera), por echar el maravilloso encierro de Puerto de San Lorenzo para una tarde que resultó gloriosa, de las que hacen afición...

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