ESPECIAL MATADORES (IV)
Roca Rey: ¿Estadística o regusto?
Historias taurinas
La noticia es recentísima. El Ayuntamiento de Sevilla ha iniciado los trabajos para restaurar la cripta y el mausoleo de Joselito El Gallo, obra cumbre de Mariano Benlliure. Es importante recalcar que los derechos sobre ese panteón, despejada cualquier duda jurídica, son del propio consistorio hispalense al caducar el 15 de abril de 2020 el plazo de 99 años que regía para su concesión a la familia Sánchez-Mejías. Se trata de reforzar la estructura de la cripta –que se encuentra en pésimo estado- antes de abordar la estética y la materialidad del impresionante grupo escultórico del creador valenciano bajo la supervisión del IAPH. Sus técnicos ya han realizado las primeras prospecciones y análisis sobre un conjunto en el que también están sepultados Rafael El Gallo, Ignacio Sánchez Mejías y la recitadora Gabriela Ortega.
Pero merece la pena recordar algunos vericuetos y coincidencias sorprendentes que vincularon a Mariano Benlliure y Joselito en vísperas de la tragedia de Talavera, aquella corrida del 16 de mayo de 1920 que se cocinó como acto de conciliación entre José Gómez Ortega y el influyente crítico Gregorio Corrochano que fustigaba sin piedad al llamado rey de los toreros desde su poderosa tribuna abecedaria. La confección del cartel de Talavera, en realidad, fue la consecuencia de un farragoso proceso de conversaciones en el que Ignacio Sánchez Mejías, de una u otra forma ejerció como agente doble.
José tuvo que romper el compromiso contraído anteriormente para torear en Madrid para acudir a la cita de Talavera. El asunto trajo cola y la Dirección General de Seguridad llegó a intervenir para obligarle a cumplir el contrato que el torero resolvió ofreciéndose a actuar en cualquier otra fecha. Pero el 15 de mayo sí hizo el paseíllo en el ruedo de la Corte, anunciado con Juan Belmonte y su cuñado Ignacio con el que tendría que viajar al día siguiente a la emergente localidad toledana.
El clima era manifiestamente hostil en la vieja plaza de Goya. José y Juan pudieron apreciar la animadversión del público al llegar al patio de cuadrillas. El torero llegó a hacer un aparte con Belmonte, su rival profesional pero íntimo amigo, cuando se serenó el ambiente: “Lo mejor es que dejemos de torear en Madrid una temporada larga…” El desarrollo de la corrida no se libró del ambiente enrarecido que la había precedido, acrecentado por el mal juego de los antiguos murubes, ya en manos de la familia Urquijo por mediación del propio Joselito, que acabó matando dos sobreros de Medina y Garvey y Salas en medio de la rechifla general.
Corrochano no perdió la oportunidad de dictar una demoledora crónica titulada Habéis estao fatales mientras José, consternado, se confinaba en su domicilio madrileño de la calle Arrieta, junto al Monasterio de la Encarnación. Al día siguiente viajaría muy temprano a Talavera, convertida en su propia Samarkanda… En esas horas de descanso posteriores a la corrida José recibió una ilustre visita ¿o fue durante la tensa espera del festejo, mientras recibía a amistades y admiradores antes de vestirse de luces? Fue la del gran escultor valenciano Mariano Benlliure, que a sus cincuenta y siete años era una figura más que consagrada de las Bellas Artes. Joselito le firmó una fotografía: “A Mariano Benlliure, José Gómez Gallito; 15 de mayo de 1920”. Entonces no podía saberlo, pero le estaba dedicando un retrato al autor de su mejor epitafio, fundido en bronce…
José se encontró con su destino en Talavera al día siguiente de firmar aquella fotografía y fue enterrado en un nicho provisional en el cementerio de San Fernando después de una impresionante manifestación de duelo a la que no fue ajena la mano del influyente canónigo Muñoz y Pabón, íntimo del torero. El grandioso panteón del creador levantino aún se haría esperar. Fue Ignacio Sánchez Mejías, cuñado de José, el que contactó con Mariano Benlliure para formalizar el encargo al año siguiente de la tragedia.
El famoso escultor valenciano culminaría esa elegía en bronce y mármol en 1924 aunque pasarían dos años más antes de ser instalado sobre la cripta de Joselito, que había sido concedida por un acuerdo del ayuntamiento hispalense a los hermanos Gómez Ortega para la construcción del panteón.
La impresionante obra de Mariano Benlliure fue expuesta en el Palacio de las Bellas Artes –también llamado de Arte Antiguo- de la inminente Exposición Iberoamericana antes de ser emplazada definitivamente en el cementerio en 1926.
Benlliure empleó el bronce para el cortejo funerario reservando la blancura del mármol para retratar al coloso caído. El creador recurrió a algunas reminiscencias medievales para trazar ese coro de porteadores que, más allá de las influencias de otros grupos escultóricos como Los burgueses de Calais de Rodin, funciona como un auténtico retrato coral que sigue a la inconfundible imagen de la Esperanza Macarena, ataviada de luto por Juan Manuel Rodríguez Ojeda. La figura es sostenida por una mujer joven que se ha señalado como María, la mujer del cantaor Curro el de la Jeroma.
Pero Benlliure, que muestra su faceta más constumbrista en el atavío del conjunto, recurre a otras licencias, como el retrato del famoso ganadero Eduardo Miura –que ya había fallecido cuando cayó Joselito- como portador del féretro del Rey de los toreros. El escultor valenciano también retrató a Ignacio Sánchez Mejías sin saber que estaba anticipando su monumento funerario diez años largos. Ignacio murió después de la larga agonía que siguió a la horrenda cornada de Manzanares en agosto de 1934 y sería sepultado junto a su cuñado, bajo ese impresionante mausoleo que Benlliure había modelado, tallado y fundido para José y que ahora está próximo a recuperar sus esplendores.
También te puede interesar
ESPECIAL MATADORES (IV)
Roca Rey: ¿Estadística o regusto?
AMÉRICA TAURINA
Borja Jiménez confirma este domingo en la México