Javier Zulueta, un nuevo comienzo
El novillero sevillano debuta este domingo con picadores en Olivenza después de resultar ganador del certamen de nuevos valores celebrado el pasado año en la plaza de la Maestranza
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El prometedor novillero sevillano debuta con picadores este domingo en el atractivo festejo matinal de Olivenza, prólogo de una jornada intensa que también incluirá el arranque de la temporada de Morante de la Puebla en la sesión vespertina. Los ojos del aficionado sevillano están puesto en este hijo del cuerpo que en 2023 ganó el ciclo estival de noveles celebrado en la plaza de la Maestranza. Ramón Valencia ha tomado las riendas de su carrera y apura los entrenamientos delante de las reses, concentrado en la dehesa El Castillo de su tío Gabriel Rojas donde ha tentado varias vacas y ha afrontado la pruebla definitiva estoqueando un utrero. Los deberes están hechos. Ahora tiene que salir el toro…
Las vidas cambian de un día para otro; la victoria del ciclo de promoción del pasado verano le dio la vuelta a todo…
Sí, pero aún tienen que cambiar mucho más. Todo había empezado a raíz del ciclo de becerradas que además fueron televisadas y les dio mucha visibilidad de cara a los aficionados. Gracias a eso entré en Villaseca; es lo único que tenía hecho en 2023 y lo gané. Ese certamen es el verdadero comienzo porque tiene mucha repercusión tanto en España como en Francia y a raíz de ahí salieron todas las novilladas de esa temporada. En Sevilla se rearfimó todo, sin olvidar la categoría que da la plaza de la Maestranza. Se fijaron los aficionados pero también se fijó Ramón Valencia. Esas son las claves de mi corta carrera.
¿Hay algún momento en el que tuviste la certeza absoluta de pasar de la afición a la profesión?
Sí, por supuesto. Siempre sueñas con ser torero, en convertir todo esto en tu profesión pero hasta que no estás metido no te das cuenta realmente de la seriedad de este mundo. Ser novillero sin caballos es algo relevante y los novillos pueden llegar a ser muy fuertes pero aún puedes considerarlo un juego, casi una competición. Ahora que estoy a punto de debutar me doy cuenta de la seriedad de la preparación. El novillo picado ya es casi un toro y te miran de manera diferente. Esto es un paso real para ser torero.
Las caras son otras…
Por supuesto. La gente está muy preparada, a un gran nivel. Pero eso es lo bonito. Cuando te ves aquí puedes tirar para delante o quedarte atrás pero yo he decidido dar el paso.
Hay que volver a Sevilla. Hacía tiempo que un novillero sevillano no alcanzaba ese ambiente, esa ilusión en el aficionado…
Yo he notado que la afición de Sevilla se ha volcado conmigo. Me limito a torear como yo lo siento y he logrado conectar con ellos. Percibo ese cariño, ese apoyo por su parte pero tampoco falta el que esté pendiente de que puedas dar un paso atrás. Si no estás funcionando tampoco tienes detractores.
Tus padres dicen que eres un hombre templado, que las cosas no te afectan demasiado pero… ¿acusas la presión antes de este trascendental debut en Olivenza?
Creo que es algo que te puede afectar pero intento no tomarlo por esa parte. Para mí es una motivación porque al final si no estás ahí, si no existe esa presión, si el público no está pendiente de ti eres uno más de muchos. Si sabes que la gente está pendiente puedes dar mucho más de ti mismo; entrenas sabiendo que te esperan, que no eres uno cualquiera y que estás obligado a cumplir las expectativas.
Son momentos de tener la cabeza fría, de aislarse del entorno…
Yo intento escucharlo todo pero tienes que saber con lo que te quedas y sobre todo no dejar que te afecte.
Has nombrado a Ramón Valencia… Entrar en la casa Pagés sin caballos es un aliciente para seguir trabajando.
Cuando empiezas en esto sueñas con ser torero, cuajar grandes faenas… Pero nunca había soñado que me pudiera apoderar Ramón Valencia. Cuando llegó fue algo inexplicable, uno de los días más felices de mi vida. El día que nos dijeron que estaban interesados fue una emoción increíble. Iba con mi padre en el coche, llamamos a mi madre… Hay que tomarlo como una oportunidad más. Y tengo que aprovecharla. Estar con Ramón Valencia no significa que tenga nada hecho. Al revés: aquí es donde empieza todo.
Tus padres vienen del toro pero dice un pajarito que es tu madre la que más te aprieta las clavijas.
Tengo la suerte de contar con unos padres muy aficionados que han vivido esto desde chicos. Son los mejores aficionados que conozco, de los de verdad, y me ayudan en todo lo que pueden sin meterse donde no se tienen que meter. Prefieren estar al margen pero hablamos mucho de toros y mi madre tiene un gran concepto y una sabiduría del toreo y me exige. Soy su hijo pero sabe lo duro que esto, que hay que seguir porque si no te quedas atrás. Mi padre lo ha vivido, se ha puesto delante y sabe el miedo que se pasa. Es más indulgente…
Apenas han pasado unos meses de aquel triunfo veraniego de Sevilla y de repente te encuentras con un calendario de novilladas impresionante: Olivenza, Valencia, Sevilla…
Me siento muy afortunado. Tener en marzo seis festejos cerrados era algo impensable. Y para eso me preparo: físicamente, entrenando mucho de salón, organizando la mente… pero sobre todo poniéndole ilusión. Tengo que estar listo para salir a esas grandes plazas y afrontar esos retos. Soy nuevo en este escalafón y tengo ganas de demostrarlo todo y de dar el máximo de mí.
La meta de Sevilla está ahí, ya como novillero con picadores, en un cartel de relumbrón y en una fecha escogida.
¡Tengo el cartel en la nevera y lo veo todos los días! Pero es verdad que este inicio tan fuerte de temporada me aleja la presión de Sevilla, de tener que pensar en ello cada día. Empiezo en Olivenza, que ya es un plato fuerte y la segunda es en Valencia, que es plaza de primera. Eso también te quita el sueño. Entrenando sí se te va la mente a la plaza de la Maestranza, con la faena soñada para Sevilla. Pero lo primero es Olivenza. Partido a partido.
Has vivido algo que no está al alcance de cualquiera. Tu padre te entregó una oreja en la plaza de la Maestranza. Eso se queda para siempre…
Eso está ahí, llegue a donde llegue. Mi padre también pudo vivirlo y es muy bonito que se cumpliera. Esa foto estará con nosotros para siempre pero esperemos que se repita muchas veces más.
El año pasado se crearon comparaciones y hasta un conato de competencia con Mariscal. ¿Estás dispuesto a afrontarla?
Sí, por supuesto. Dispuesto a competir con todos. Mariscal es de Sevilla pero también está ahí Diego Bastos. Hay muchos. El escalafón con caballos ha tomado un gran nivel y se ha recuperado la ilusión por ver a los novilleros. La fiesta vuelve a tirar para arriba y esto hace que tire aún más.
Eso hay que aprovecharlo…
Lo aprovecharemos todos. Estoy dispuesto a torear con cualquiera pero yo me centro en mí, en mejorar cada día más. Y cada uno que haga lo que quiera.
¿Cómo van los libros?
También la llevamos para delante pero mi mente ahora está en el toro y la carrera la llevo como puedo. Ahora mismo es más difícil. Los exámenes de enero fueron bien y con organización todo es posible pero cuando estoy en las clases estoy pensando en las novilladas.
El 12 de marzo recoges un vestido muy especial en la Real Maestranza.
Lo estrenaré en Sevilla el día del Corpus. Es un premio por lo que ha pasado pero es algo que tengo que usar para seguir cumpliendo retos. Es rosa palo y oro.
¿Eres tan tranquilo como dicen?
Hay de todo, jajaja. Pero por lo general sí, soy así. Tardo mucho para todo. También intento torear despacio.
Esperanza del aficionado
Javier Zulueta es hijo y nieto de los alguacilillos de la plaza de la Maestranza. Su abuelo, el recordado Quini, fue hermano mayor del Rocío de Sevilla y su madre pertenece a otra dinastía familiar íntimamente ligada al coso maestrante, la de los Lebrija. Siempre quiso ser torero pero lo que era casi un juego acabó disparándose a raíz de su victoria en el certamen de becerradas de Andalucía y, especialmente, en la victoria del ciclo de promoción de nuevos valores celebrado el pasado mes de julio en Sevilla. Ahí se colocó en el punto de mira. Este domingo, delante del utrero, vuelve a poner el contador a cero.
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