Gitanillo de Triana: "O llevarás luto por mí..."
Historias Taurinas
La Estrella fue vestida de negro después de la muerte del genial diestro trianero. El traje de su cogida mortal serviría después para confeccionar una saya para la Virgen de las Angustias
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A la Virgen de la Estrella la vistieron de luto a la muerte de Curro Puya, el primer Gitanillo de Triana que paraba el tiempo con aquellas verónicas de manos bajas que alguien bautizó como las del ‘minuto de silencio’. Francisco Vega de los Reyes formaba parte de esa impresionante baraja de toreros de la Edad de Plata que pagó con su sangre la herencia de los colosos. Se trataba de poner en marcha el toreo por venir, de poner una nueva poesía a la épica...
La tarde del 31 de mayo de 1931 hizo el paseíllo en la vieja plaza de toros de Madrid vestido de blanco y oro. Pero iba a ser cogido por Fandanguero, un toro de Graciliano Pérez Tabernero que le enganchó durante la faena, infiriéndole dos cornadas. El animal se ensañó de una manera brutal con el diestro trianero sin que Marcial Lalanda –que acudió al quite- pudiera evitar la tragedia. El toro –tercero de aquella tarde en la que también actuaba Chicuelo- había corneado a Curro en la pierna izquierda y volvió a alcanzarle cuando lo arrojó a la arena. Conducido a la enfermería, Curro susurró a su mozo de espadas: “Este toro me ha desbaratado…” El primer parte hablaba de destrozos musculares en el muslo pero preocupaba más la segunda cornada que le rompía el hueso sacro y le arrancaba el nervio ciático.
Curro Puya fue trasladado aquella misma noche al sanatorio del doctor Crespo que unos días después –el 3 de junio- amortiguaba las esperanzas hablando de “eliminación de líquido cefalorraquídeo” y “peligro de presentación de meningoencefalitis que ensombrecería totalmente el pronóstico”. No se equivocó. La agonía del diestro gitano fue lenta, brutal, interminable… ingresado dos meses y medio en el sanatorio en medio de dolores espantosos. Antonio Conde, su fiel mozo de espadas, no se movió de su lado en todo ese tiempo. El final era irremediable pero se hizo esperar. El penúltimo día fue presa de un gran nerviosismo. La madrugada del 14 de agosto perdió el habla y la vista. “No veo” fueron sus últimas palabras. Se le estaba apagando la vida hasta expirar plácidamente a las siete de la mañana acompañado de sus padres y hermanos, algunos amigos y el fiel Conde.
Algunos años más tarde aquel traje blanco y oro sería entregado a la Hermandad de los Gitanos por Carmen de los Reyes, la madre del torero. El taller de Sobrinos de José Caro fue el encargado de montar una pieza que había sido manchada con la sangre del matador trianero. Esa la misma saya que vestía la Virgen de las Angustias en la mañana fría del primero de enero de 1950, hace ya casi tres cuartos de siglo, cuando fue trasladada a la reconstruida iglesia de San Román desde Santa Catalina. En la manigueta izquierda delantera de la parihuela figuraba José Vega de los Reyes, hermano del propio Gitanillo, que llegaría a ser hermano mayor de la cofradía penitencial entre 1954 y 1956
El primer Gitanillo
Curro había nacido el 23 de diciembre de 1904 en la antigua calle de la Verbena, hoy Rodrigo de Triana. Los Vega –o los Puya- eran una familia vinculada secularmente a la fragua y el cante pero él fue el primer torero de esta fecunda y longeva saga de artistas. Cuentan que el primer novillo que toreó se había escapado de un cerrado de Los Gordales –junto a la actual Feria de Abril- y había llegado hasta Triana. Pero la cosa iba en serio: debutó en San Fernando el 18 de mayo de 1924 y tres años después –el 28 de agosto de 1927- se convertía en matador de toros de manos de Rafael El Gallo en la plaza del Puerto de Santa María. El Divino Calvo sería el encargado de confirmarle el doctorado en el ruedo de la corte en presencia del mismísimo Juan Belmonte.
Gitanillo de Triana ya era una figura en ciernes que se consagra en la primera fila del toreo entre las temporadas del 29 –año de la célebre Exposición Iberoamericana de Sevilla- y 1930. Los aficionados se habían enamorado especialmente de su deslumbrante capote. El primer Gitanillo es, por derecho propio, uno de los grandes de la historia en el toreo con el percal. Gitanillo de Triana fue también su hermano Rafael, que abría el cartel de otra tarde nefasta: la del 28 de agosto de 1947 en Linares en la que cayó Manolete. Se vistió de luces su hermano José y su sobrino Francisco Moreno Vega, hijo de su hermana Pastora, el último Curro Puya y uno de los grandes del toreo de plata, fallecido en 2013.
Edad de Plata…y sangre
No se puede hablar de la Edad de Plata, escenario de la vida taurina de Gitanillo de Triana, sin seguir el trágico rastro que deja la sangre de algunos toreros. Los públicos se habían tornado muy exigentes con los sucesores de los colosos. Se trataba de poner en práctica la revolución gallista y belmontina a un animal duro de patas, pleno de rusticidad, que aún no había sido seleccionado para los condicionantes del nuevo toreo. Uno de los primeros en caer –dos años después de José- fue Varelito, que se encaró con los espectadores de la plaza de la Maestranza mientras era conducido a la enfermería. Le seguiría Granero, aquel torero violinista en el que muchos habían visto al sucesor natural de Gallito. Pero Pocapena, un toro de Veragua, le destrozó el cráneo en Madrid el mismo día –un 7 de mayo de 1922- que confirmaba la alternativa Marcial.
No es casual que Chicuelo hubiera sido el padrino de la confirmación de alternativa del malogrado y joven diestro valenciano un año antes. El genial pero frágil diestro de la Alameda de Hércules se iba a convertir en el transmisor del nuevo legado taurino que él bebe directamente de José y traslada, en un tiempo y unas circunstancias muy diferentes, a las manos del mismísimo Manolete para inaugurar una nueva era taurina. Pero hay que seguir el rastro doloroso de aquella revolución: El valentísimo Manolo Litri –hermano del Litri de los 50- cae en Málaga en 1926 víctima de un toro de Guadalest en presencia de los Reyes; se trató de salvarle amputándole la pierna herida pero el final fue irremediable. Curro Puya, ese artista precoz que paraba el tiempo con el capote, cayó ese 31 de mayo de 1931. Quedaban sólo 3 años para que las astas de Granadino, el fatídico toro de Ayala, pusiera fin a la vida de Sánchez Mejías y sellara, de alguna manera, la propia Edad de Plata. Era el fin de una época.
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