Ganas de Borja Jiménez y gran toreo de capa de Ortega en las Fallas
Borja Jiménez cortó la única oreja de la tarde en la penúltima corrida de Valencia
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Ficha del festejo
Tres toros de Juan Pedro Domecq, de buena presencia y fina lámina, de los que destacaron por su nobleza y calidad los dos primeros, con un sexto medido de fuerzas y manejable; dos de Puerto de San Lorenzo (3º y 5º) y uno de La Ventana del Puerto (4º), de más alzada y más bastos de hechuras, con menos entrega y con brusquedad, de los que el tercero ofreció mayores opciones.
Cayetano Rivera, de fucsia y oro: golletazo en metisaca y estocada (ovación tras aviso); estocada atravesada perpendicular y descabello (silencio).
Juan Ortega, de palo rosa y oro: pinchazo y estocada desprendida delantera (ovación); estocada delantera (silencio).
Borja Jiménez, de turquesa y oro: estocada desprendida delantera (oreja); media estocada desprendida atravesada y descabello (vuelta al ruedo tras aviso y leve petición de oreja.
Entre las cuadrillas, destacó la brega de Miguel Ángel Sánchez con el quinto.
Octavo festejo de abono de la feria de Fallas, con algo menos de media entrada (unos 5.500 espectadores) en tarde fresca y ventosa.
Las ganas y la decisión, aunque sin un excesivo lucimiento, le sirvieron al sevillano Borja Jiménez para cortar la única oreja en el festejo de hoy de las Fallas de Valencia, en el que saltaron varios toros con sobradas opciones para que la tarde hubiera tenido mejores resultados artísticos.
Esos dos ejemplares de claro triunfo llevaron el hierro de Juan Pedro Domecq y salieron al ruedo en los dos primeros lugares, abriendo los lotes de Cayetano y Juan Ortega, quienes, por una u otra circunstancia, e incomodados también por el viento, no acabaron de sacarles todo el partido que merecían.
El primero fue también el más completo: un cinqueño bajo, fino y de largo cuello que galopó desde su salida y que no cesó de tomar los engaños con clase y ritmo hasta el momento de su muerte, sin que Cayetano acabara nunca de cogerle ni el ritmo ni el ajuste. Rivera llegó incluso a abrirle faena dos veces y en distintos terrenos de la plaza: una primera de hasta dos tandas de muletazos donde más molestaba el viento, y una segunda, refugiado en las tablas de la contra querencia, saliendo desde el estribo con pases de rodillas, igual que la terminó. Pero ni en un caso ni en otro acabó a apurar esa calidad del de Juan Pedro.
La misma nobleza, aunque más dulce y con menos transmisión tuvo el segundo, al que Juan Ortega, eso sí, cuajó de salida media docena de lances mecidos, de no muy largo trazo pero con la intensidad que aporta acompañar con el pecho las embestidas. Y no hubo más, en tanto que el sevillano no acertó a ponerle a su trabajo ese mismo acento que tuvo con la capa, en una faena larga que nunca remontó el vuelo.
Así que, como contraste, la determinación de Borja Jiménez con el tercero, este ya de Puerto de San Lorenzo, fue muy bien recibida por el público en una tarde fresca y, hasta ese momento, también plana. Sin tanta clase como los que le precedieron, el toro salmantino se movió con empuje a la muleta del torero sevillano, que decidió encimarse demasiado pronto con él, lo que restó fluidez a un trasteo en el que se alternaron los pases limpios con otros más trompicados, primando básicamente su voluntad férrea para la concesión de esa solitaria oreja.
La que le hubiera abierto la puerta grande la buscó también con ansia Borja Jiménez del sexto, solo que ahora ese derroche de ganas, atacando también de más, no fue suficiente para conseguirla. No en vano, las medidas fuerzas del toro, algo afligido de cuartos traseros, desaconsejaron las excesivas exigencias de una muleta que le forzó demasiado las trayectorias, por mucho que el animal aguantara hasta el final sin protestar.
El que sí protestó fue el quinto, con un constante calamocheo defensivo a los engaños de Juan Ortega, que intentó sin éxito atemperarlo con suavidad, mientras que, en el turno anterior, Cayetano, muy desconfiado ante las ráfagas de viento, se había visto literalmente desbordado por las exigentes arrancadas de un cinqueño de Puerto de San Lorenzo que, por momentos, llegó incluso a ponerle en evidencia.
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