Un buen toro de Fuente Ymbro y buena faena de Perera en Logroño

El torero pacense consigue el único trofeo de la tarde · Esplá y El Juli se estrellaron en una corrida descastada, en la que únicamente sirvió el tercero

Perera, en un muletazo al tercero, al que cortó una oreja.
Perera, en un muletazo al tercero, al que cortó una oreja.
J. M. Núñez (Efe) / Logroño

22 de septiembre 2009 - 05:00

GANADERÍA: Toros de Fuente Ymbro, desiguales de presencia, descastados y con genio, a excepción del buen tercero. Luis Francisco Esplá, silencio tras aviso y silencio. Julián López 'El Juli', silencio y silencio. Miguel Ángel Perera, oreja y silencio tras aviso. Incidencias: Plaza de toros de Logroño. Tres cuartos de entrada en tarde apacible. En cuadrillas se desmonteró Joselito Gutiérrez en el tercero.

El diestro Miguel Ángel Perera paseó una oreja del único toro potable de un deslucido encierro de Fuente Ymbro, con el que se estrellaron tanto Luis Francisco Esplá y Julián López El Juli, en Logroño. La corrida, su desarrollo, la marcaron los toros, inservibles la mayoría.

Esplá venía a debutar y decir adiós, se supone que también con ganas de disfrutar. Mas no fue posible lo último por el lote que sorteó. Su primero se movió, pero rebrincado, sin clase, quedándose corto y echando la cara arriba. No estuvo a gusto ni con el capote ni con la muleta. Se le vio suelto en banderillas. La faena tuvo algún apunte por el lado derecho y en el final dos espaldinas y otros tantos pases del desprecio, lo único que valió la pena.

El cuarto dio más de sí, aunque tampoco llegó Esplá a profundizar. Variedad con el capote, con lances a la verónica, galleo por delantales y quite por navarras. Fácil otra vez con las banderillas. En la muleta, se vencía el toro por el derecho, quedándose cortito. Tampoco pasó nada al natural. El trasteo se quedó sólo en las apariencias.

El Juli, también sin toros. Su primero, un inválido que no se tenía en pie. Blandeó a la salida del caballo. Y fue tremendo en la muleta, tambaleante, como si estuviera enfermo. El Juli no pudo estar ni en las probaturas. La gente se enfadó, naturalmente con el toro. Tampoco sirvió el quinto, de bruscas embestidas. El Juli quiso, y cuando le pudo finalmente el toro se negó.

El primero de Perera, tercero de la tarde, tuvo todo lo bueno que le faltó al resto de la corrida. Mucho ritmo y temple, embestidas largas y por abajo, abriéndose lo justo para arrancar el siguiente muletazo sin necesidad de rectificar el torero. Gran toro, incluso algo más que gran por el pitón derecho. En todo caso, y por hilar muy fino, le faltó un tranquito más por el izquierdo. Pero así y todo fue toro ideal.

Perera lo toreó con templanza y solemnidad en el recibo a la verónica. En el caballo pasó desapercibido (el toro), yéndose sueltecito en dos leves picotazos. Aunque una magnífica intervención de Joselito Gutiérrez, banderilleando con guapeza y arrojo, empezaría a calentar de nuevo.

Con la muleta fue el acabose. Dos pendulazos a otros tantos ligados por delante, y éstos a su vez a dos de pecho, primero con la muleta suelta y el de cierre ayudándose con la espada. Muy metido el toro desde el primer derechazo. Dos series por ese pitón de hasta cinco y seis, tan ligados que iban todos en una misma pieza.

Muy entregado siempre el toro, muy encajado Perera, hubo que perder algún paso en el toreo al natural. Y a partir de esa primera serie a izquierdas también se hizo necesario medir más las fuerzas del toro, que había respondido bien pero excesivamente obligado. Perera alternó ahora los dos pitones con alegres cambios de mano por detrás. Siempre, sin excepción, los cites de largo. Para nada tuvo que recurrir al arrimón. Fue faena de gran sinceridad tanto del toro como del torero. De ahí la pena del pinchazo que se cruzó antes de la estocada, dejando el premio en una solitaria oreja.

Salió Perera en el sexto a recuperar lo que se había dejado en el anterior, en firme proyecto la salida a hombros, aún colaborando este toro menos, con la cara arriba y pegando cabezazos. Trasteo de mucha paciencia, de ir metiendo al fuenteymbro poco a poco en el canasto. Acabó la cosa en las cercanías, con un Perera en plan mandón y de lo más arrogante. Pero la espada, y peor aún el descabello, lo estropearon todo.

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