Fiesta en La Puebla del Río... y de Morante
La localidad ribereña se viste de gala para los encierros taurinos
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Un centenario en la causa de la santidad
Hay tradiciones añejas. Seculares. De toda la vida. Hay también nuevas tradiciones que año a año van tomando en pequeñas dosis el poso que tienen las primeras. Morante de La Puebla, torero excelso, guardián de las esencias, rescatador de suertes olvidadas, se puso hace unos años en la tarea de convertir en tradición una idea. Tenía sus riesgos. Los encierros taurinos tienen fuerza en el centro y norte de España, mas no en el sur. Y ahí anda Morante, devolviéndole a su pasión, los toros, lo que ella le ha dado: la vida. Así, le da vida a su pueblo, que responde agradecido.
Todo transcurrió como siempre. Y como nunca. Día espléndido. San Sebastián en la calle recibía honores y cánticos. Chupinazo en el balcón del antiguo Ayuntamiento a cargo de Francisco Rivera Ordóñez. Carrera limpia por la calle Larga, aunque con menos corredores y con la suelta disgregada: un novillo por delante, tres más rezagados y un quinto (por la tarde actuaban un joven rejoneador y cuatro novilleros) aún más retrasado y amenazante. Al final, los mansos. Se dejaron ver rostros conocidos como el de Alejandro Talavante o Joaquín Moeckel.
Tras el encierro, solemne procesión del patrón, mientras en la cercanísima finca San Antonio, propiedad de Morante, aparecía una invitada de honor, la infanta Elena, que después asistió a un festejo precedido por un insólito paseíllo de los actuantes por la misma calle Larga. Y así, larga, fue la fiesta en las calles de La Puebla del Río. Y de Morante, por supuesto.
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