Fermín Bohórquez Escribano sale a hombros de su hijo en la nocturna
El joven rejoneador corta dos orejas, El Cid una y a Ponce le niega el palco un trofeo
Bonito homenaje a Fermín Bohórquez Escribano, uno de los decanos del toreo con una larga trayectoria como rejoneador, ganadero y uno de los decanos del planeta taurino. A caballo, de corto, con su clásico sombrero de ala ancha, se hizo presente en el ruedo entre ovaciones para recibir el homenaje de la empresa Serolo y del Ayuntamiento anfitrión.
Fue el prólogo de un festejo en cuyo epílogo Bohórquez Escribano recibió una muestra de cariño importante: su hijo -Fermincito para todos- se había ganado la puerta grande pero renunció a ella para sacar a hombros a su padre, en un emotivo gesto. Bohórquez Escribano ha abierto muchas puertas grandes por todo el toreo, pero sin duda la de la noche de su homenaje ha sido muy especial. La terna le dedicó sus primeros brindis.
El ganadero echó dos buenos toros para rejones: el primero noble aunque con poca transmisión y el segundo con el motor, la raza y el interés de los murubes de esta casa. Fermincito toreó serio y triunfó.
No tuvo lo que se dice un buen lote Ponce con sus torrestrellas. No ganó trofeo en su segundo por la espada, mal colocada.
El Cid llegaba desde Huelva -donde había toreado por la tarde- en helicóptero para esta nocturna. Tuvo recompensa con su buen primero, el mejor de la lidia ordinaria. Sufrió una voltereta en el saludo capotero a su segundo, un toro que arreaba con peligro y que bregó El Boni con oficio por delante. Toro y torero tuvieron genio en la muleta y el de Salteras echó lo que se dice la peoná, peleón y sin volver la cara. Importante ovación para una labor decidida y profesional.
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