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Feria de Abril en la Maestranza: la evolución de un modelo mutante

La situación económica, el peso del abono o las distintas ordenanzas municipales han influido en la arquitectura del ciclo taurino a lo largo de su historia

Los sevillanos escogen el modelo corto de la Feria

Desde qué año lleva celebrándose la Feria de Abril de sábado a sábado

Paseíllo a contraluz en una tarde de toros de la Feria de Abril. / Toromedia-Pagés

“Son muchos días de feria y eso complica las cosas. A la plaza de la Maestranza, hoy por hoy, no le han venido bien esos cambios. Determinados sectores habrán influido para que la feria se estire y coja dos fines de semana pero se van a cargar el segundo. Se le está quitando la personalidad a la Feria de Abril y Sevilla no tiene que doblegarse ante nada. Esto se solapa con un puente en Madrid. ¿Qué ocurrirá? Que la fiesta se irá adelantando...” Lo comentaba con sentido profético a la conclusión de la temporada 2017 el mismísimo Ramón Valencia, gerente de la empresa Pagés y empresario de la plaza de la Maestranza. Ese mismo año se había estrenado el nuevo modelo ferial impulsado por el alcalde Juan Espadas –de sábado a sábado- que ahora podría revocarse tras esa abracadante consulta ciudadana que se ha decantado por la recuperación del Lunes de Alumbrado como arranque de una fiesta que, si el pleno lo acuerda, volvería a cerrarse con los fuegos dominicales.

Han pasado siete años y las cosas han cambiado, seguramente también para el negocio taurino que, dando por perdido o irrecuperable el abono que daba carácter a la plaza, ha encontrado en el espectador ocasional la verdadera clientela de un ciclo que ha registrado hasta siete llenos absolutos en la Feria de Abril de 2024. Se marca una constante: la vigencia y el poder de convocatoria del espectáculo en una sociedad que, sólo aparentemente, cuestiona cada vez más su legitimidad. Ramón Valencia, posiblemente, matizaría hoy su opinión… Pero no es el tema que nos ocupa y tampoco es momento ni oportunidad de cuestionar en estas líneas los vaivenes que ha dado el mapa humano de la plaza sino tratar de poner en pie unos esquemas feriales que nunca han sido inamovibles.

El número máximo de espectáculos se alcanzó en coincidencia con el boom inmobiliario que, con su derrumbe, recortó drásticamente el metraje del ciclo abrileño

La pregunta del millón es… ¿Afectará la recuperación de ese Lunes de Alumbrado a la arquitectura o la asistencia al ciclo taurino? En realidad, de una forma u otra, siempre lo ha hecho. La burbuja inmobiliaria –es un poner- llevó al abono a sus máximos a la vez que engordó el serial taurino a dos semanas largas. Eran tiempo de vino y rosas que no sabemos si volverán. Pero hay más: las propias ordenanzas municipales han influido en el desarrollo del ciclo. Cuando la normativa permitía en las Semanas Santas tardías una única semana entre la Pascua y la Feria, las corridas comenzaban el Domingo de Resurrección y se prolongaban, sin solución de continuidad, hasta el Domingo de Fuegos, amortizado ya el célebre Lunes de Resaca –un absurdo festivo oficial- que también tuvo su reflejo taurino hasta el año 2000 en simbiosis con los bravos pedrajas de la casa Guardiola.

Hace un siglo...

Conviene dar un repaso a la historia, echar la vista atrás… En 1924, hace justo un siglo, la Feria constó de cuatro corridas de toros celebradas entre los días 27 y 30 de abril. Esas cifras –en unas temporadas colmadas de novilladas- se mantendrían, festejo arriba o abajo, en las décadas siguientes, adaptándose al metraje de la propia fiesta que era de cinco días desde 1914. En 1952 se llegó al modelo de seis jornadas que ahora se pretende recuperar aunque en 1948 ya se había experimentado el primer crecimiento sensible y puntual del ciclo con siete corridas anunciadas.

Hubo que esperar hasta el 59 para contemplar otro rebote con nueve festejos celebrados, esperando aún a las antiguas fechas de comienzo de la fiesta en torno al 18 de abril. Ese modelo va estabilizarse en la década prodigiosa de los 60 a la vez que irrumpen los nuevos colosos. En 1967, año de la gloriosa reaparición de Antonio Ordóñez, se iba a subir un nuevo escalón con la organización de 11 corridas de toros que subirían a doce en el 71; 14 en el 72… en el 73, con una Semana Santa tardía que hiló la Pascua y la Feria se alcanzaron los quince festejos consecutivos marcando el final de una época y el comienzo de otra –una larga transición taurina que sólo concluiría en 1984 con la muerte de Paquirri- en coincidencia con el estreno del llamado toro del guarismo.

Ramón Valencia y Eduardo Canorea se estrenarían en la gerencia de Pagés alargando el ciclo hasta el viernes anterior a la semana de preferia sumando hasta dieciocho funciones

El número de corridas volvería a descender en mitad de aquella dura década y hubo que esperar a la segunda mitad de la década de los 80 para que el cómputo de espectáculos comenzara a estabilizarse, comenzando en torno al jueves de preferia. En 1985, el ciclo continuado constó de doce funciones, una cifra muy cercana a la que se ha manejado en los últimos años. Entonces –hace ya prácticamente cuatro décadas- había que sumar la corrida de toros del llamado Lunes de Resaca que se mantuvo hasta el año 2000, la última Feria que alcanzó a organizar Diodoro Canorea.

El número de festejos -sin un esquema fijo- había empezado a aumentar paulatinamente en los noventa aunque el modelo mantenido hasta 2012 se adoptó en 2001, después del fallecimento de Diodoro Canorea, suegro del actual responsable de la empresa Pagés. El boom económico se hacía patente: suprimida la corrida de toros del antiguo Lunes de Resaca, Eduardo Canorea y Ramón Valencia se estrenaron al frente de la empresa alargando la preferia hasta el viernes anterior, ocupado por una novillada a la que se sumaba un segundo festejo de rejones para alcanzar la cifra de dieciocho funciones.

Llegan los recortes

Pero todo iba a experimentar un drástico recorte en la temporada de 2013 –el crack del ladrillo al aparato, acompañado del derrumbe del abono- con la eliminación de cinco corridas de toros forjando el modelo que, con mínimas variaciones, se ha ido manteniendo en la última década. Eso sí, en 2016 hubo dos semanas largas de toros -16 festejos junto a la corrida de Pascua- aunque desde 2017 quedó fijado el modelo de Resurrección, festejo dominical de intermedio y ciclo continuado que comenzaba el miércoles de preferia hasta sumar, después de suprimir la matinal de rejones, hasta catorce espectáculos. En 2023, aprovechando el festivo del primero de mayo, y en 2024, comenzando en martes, han sido quince.

La célebre consulta ciudadana, por un estrecho margen de votos, va a devolver el calendario ferial a sus fechas de antaño. En las circunstancias actuales difícilmente podría alterar el esquema del ciclo taurino que, visto lo visto, se mueve a favor de los vientos de la economía y no es ajeno al impresionante boom turístico que ha cambiado la propia geografía urbana y humana de Sevilla. Más allá de de la Feria de Abril está San Miguel, prestando una ciudad abarrotada que no compite con la lona rayada y losfarolillos. ¿Seguirá creciendo en un futuro próximo? Es cuestión de tiempo.

Una plaza que, a pesar de todo, sigue siendo de temporada

La campaña taurina se inicia con la corrida del Domingo de Resurrección. No siempre fue así... pero ahora sería impensable la organización de cualquier festejo antes de esa fecha. En el modelo consolidado en los últimos años hay que sumar el serial de novilladas incluidas en el abono -serán seis en 2024- y el ciclo de promoción de nuevos valores que ocupa las noches de los jueves de julio. La plaza queda varada hasta la celebración de la Feria de San Miguel, a finales de septiembre. Por el camino han quedado fechas relevantes como el 15 de agosto o ese 12 de octubre que desde 2018 se resuelve con el festival de las bolsas de caridad de las cofradías.

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