Visto y Oído
Francisco Andrés Gallardo
Emperatriz
ENTREVISTA AL GANADERO DE LA QUINTA
Álvaro Martínez-Conradi es, junto a su hermano Pepe y su padre, una de las tres patas de la ganadería de La Quinta, que se encuentra en la finca Fuen La Higuera, en Palma del Río. Actualmente, son el estandarte del histórico encaste Santa Coloma-Buendía. Este domingo, por primera vez en la historia, debutan con corrida de toros en La Maestranza. Durante la entrevista, el ganadero pide un helado de turrón en la cafetería del señorial hotel Alfonso XIII para templar los nervios. El camarero le sirve tres bolas, lo mínimo que despachan. Al joven ganadero le parece un exceso.
-¿Cómo es la corrida que traéis a Sevilla?
-Es la que queríamos traer. Al menos, el primer visto bueno de la autoridad en el campo ha sido positivo y ha gustado. Tenga en cuenta que mi padre lleva abonado a la Feria de Sevilla casi 50 años y mi hermano y yo hemos visto toros desde pequeños aquí. Nuestra única duda viene con el encaste porque no es habitual en La Maestranza y no sabemos si será entendido. Aunque creo que nuestro toro encaja bien con el que gusta en Sevilla por morfología. La corrida viene rematada, pero está suelta. No nos gusta el toro regordío ni el zambombo. Cuando Manzanares llegaba a Sevilla decía: "Ahora me arrepiento de no haber entrenado una hora más al día". Y yo tengo la misma sensación. ¡Tendría que haber preparado la corrida media hora más al día!
-Tras los años pandemia, se ha lidiado mucho cinqueño y ahora regresa el cuatreño.
-A eso hay que darle una vuelta porque hemos malacostumbrado al público a ver un toro cinqueño y desproporcionado que, con la actual situación económica, resulta insostenible.
-¿Y vuestra corrida cómo viene de edad?
-De los nueve toros previstos para embarcar, la mitad de la corrida es cinqueña y la otra mitad, cuatreña. De ese total, espero y deseo que nos dejen escoger los seis toros que se terminarán lidiando. No me gustaría que, a última hora, nos quitaran los dos o tres ejemplares clave. Eso suele pasar. Confío en que, llegado el momento, entre las cuadrillas y el ganadero podamos montar la corrida.
-¿Qué números os inspiran más confianza?
-Queremos lidiar los seis toros más igualados de hechuras y también más abiertos de sementales. Te guías por las familias: por hermanos ya lidiados anteriormente que han resultado bien. Tampoco es una garantía porque el toro siempre te da sorpresas. No podemos olvidar que se trata de un animal que sale de un hábitat natural donde vive por completo ajeno la ciudad y el día de la corrida es su día.
-¿Cree que el calor tan fuerte que ha hecho en los últimos días afecta a los toros?
-El toro bravo es un animal fuerte que está preparado, pero, indudablemente, no es lo mismo embestir a 25 que a 35 grados. En la respiración se ve que los toros no están igual. Ya serían poner excusas por delante. Vamos a pensar en positivo y que el calor no les va a afectar.
-¿Qué pasos hay que dar hasta conseguir debutar con corrida de toros en La Maestranza, donde son especialmente cerrados para renovar el elenco ganadero?
-No ha sido algo buscado. Cuando mi padre comienza con la ganadería, no tiene unos objetivos ni una meta marcados, más allá de satisfacer una afición y un estilo de vida. Al final, nos hemos dejado guiar por la pasión y las cosas han ido apareciendo. Creo que era el momento. El público lo pedía y algunos toreros también. Esto último ha sido clave. Finalmente, la empresa lo ha solicitado.
-¿Alguna figura ha hecho fuerza?
-Una vez que estuvo la corrida contratada, los toreros anunciados mostraron mucho interés. La pidieron algunos más, pero la empresa tuvo que elegir a tres. A nosotros nos encanta. Ya sólo falta que rompa. Los tres toreros suelen venir a casa a tentar y le tienen confianza a la ganadería. Eso nos produce tranquilidad.
-¿Cuáles son las otras ramas del negocio familiar, además de los toros?
-Nosotros, tradicionalmente, somos una familia de agricultores y ganaderos. Los cultivos se han ido adaptando a las modas. Desde la época de mi abuelo, nos hemos ido transformando; desde los comienzos, cuando se cultivaba mucho cereal, a la actualidad, cuando mi padre hizo una reconversión a cultivos leñosos, es decir, cítricos, almendros y olivar. Mis hermanas, Pepe y yo somos la quinta generación en Fuen La Higuera, la finca matriz, donde se crían y preparan las corridas. La parte de dehesa es la que está ocupada por los toros.
-¿Qué estudiaron su hermano Pepe y usted?
-Ninguno estudiamos nada relacionado con el campo. Ese master lo hemos hecho en casa porque siempre hemos estado muy involucrados en nuestra explotación agrícola y ganadera. Los dos hicimos carreras de Empresariales porque creíamos que podíamos aportar por otra vía al negocio familiar.
-¿La sociedad actual vive demasiado alejada del campo?
-Sin duda. Hay mucho desconocimiento sobre cómo se vive y se trabaja en el campo. La gente cree que sigue siendo un sector primario y obsoleto y es todo lo contrario. Se trata de un sector muy modernizado y que ha avanzado muchísimo en los últimos 30 años. En concreto, en el mundo de la ganadería, nada tiene que ver la preparación de hoy con la de antaño. Se ha invertido tanto en el manejo, la alimentación, el cuidado… también a nivel administrativo.
-Sin embargo, sois un sector especialmente castigado. Encadenáis desastre tras desastre. Ahora, la sequía.
-Parece que los ganaderos siempre nos estamos quejando, pero si lo analizas fríamente, en los últimos 30 años, nos ha pasado de todo. Primero, llegaron las vacas locas, que nos quitaron las exportaciones; luego, las campañas de saneamiento de tuberculosis y brucelosis, que hicieron una escabechina bestial a la cabaña bovina en un sinsentido. Se han matado muchas vacas y eso ha supuesto una pérdida genética muy jodida. Finalmente, llegó el Covid-19 y, de remate, la guerra con Ucrania y la subida de premios abismal. Entiendo que la vida tiene que subir, pero el precio del toro sigue siendo el mismo que hace tres décadas.
-¿Cuánto ha aumentado exactamente el precio de criar a un toro bravo?
-Si sólo tenemos en cuanta la subida del IPC, el pienso, los sueldos, el gasoil y la electricidad, la cifra se dispara. Hace 30 años, el pienso, hablando en céntimos, costaba 0,15 y ahora 0,60. Pero a nosotros se nos sigue pagando lo mismo por cabeza.
-¿Y eso cómo se aguanta?
-Unos van cerrando y otros sobrevivimos porque esto es una pasión, no un negocio, y porque existen otras actividades alternativas en la explotación ganadera-agrícola que nos van salvando. Vivir exclusivamente de la cría del toro bravo es inviable. A todo lo dicho, hay que sumar que las ganaderías atraviesan rachas. Cuando estás arriba y puedes lidiar en plazas importantes, quizás solventas económicamente los números. Pero esa inercia es muy difícil aguantarla en el tiempo. Nadie soporta diez años en la élite.
-Ustedes han vivido mucho tiempo de las novilladas. ¿Eso es aún menos rentable?
-En aquel momento tomamos esa decisión como inversión. Veíamos que la ganadería necesitaba formarse y corregir desviaciones. La ganadería no atravesaba un buen momento y no podíamos asumir el riesgo de anunciarnos en ferias donde sabíamos que no podíamos cumplir.
-¿Y cómo se consigue llegar al buen momento que atraviesan ahora?
-Nosotros, con el tiempo, hemos corregido muchas cosas: del manejo, la preparación del toro, la selección… La mano del hombre va seleccionando la bravura que se demanda con el tiempo. Un toro bueno de hace unos años, hoy sería un toro mediocre. Continuamente estamos evolucionando.
-¿Y cómo es el toro que gusta ahora?
-Nosotros tenemos un ideal: que el toro tenga recorrido, que humille, que transmita… Pero a mí me gustan mucho los matices. No me gusta la perfección ni ese toro que sale por la puerta de chiqueros y es buenísimo durante todos los tercios. Me resulta algo plano. Prefiero la improvisación de las embestidas, un tira y afloja… que el toro ponga una parte y el torero ponga otra. Creo que eso engrandece más el espectáculo.
-Como aficionado, ¿le resulta aburrido ver muchos toros parecidos, con el mismo comportamiento en la plaza?
-Absolutamente, pero no me haga hablar mal de los demás.
-¿Ser ganadero de bravo es una cura de humildad constante?
-Parece un dicho muy manoseado, pero es la realidad. Estamos ante un animal imprevisible. El toro bravo no se entrena para embestir. Los datos de selección que manejamos no son una ciencia exacta. De repente, intervienen otros factores que te rompen todos los esquemas.
-Con el paso del tiempo, ¿se aprende a encajar mejor las desilusiones?
-Sé que van a llegar. Hay que estar preparado. Con una ganadería de bravo, uno no puede venirse arriba con los grandes éxitos, pero tampoco te puedes venir abajo con los fracasos. Al final, la ganadería se trabaja a largo plazo y de los errores también hay que aprender. Nadie selecciona para equivocarse. Tú seleccionas en el tentadero una vaca buena y la juntas con un semental, pero, por circunstancias, pueden no congeniar.
-¿Su padre sigue al pie del cañón?
-Totalmente. Nuestro padre es quien más vive en el campo. Quizá no sea la cara visible de la ganadería, pero está al corriente de todos nuestros pasos día a día.
-Durante los tentaderos, ¿tienen el mismo criterio o hay broncas?
-Como somos tres, siempre está el voto del desempate. Pero solemos estar de acuerdo. Rara vez tenemos que votar las cosas. Pepe y yo tenemos el mismo concepto. Somos una sola persona. Tenemos una afinidad especial. Y nuestro padre es el director de la obra.
¿Por qué eligió su padre este encaste?
-Buscaba algo diferente. En aquellos años empezaba a predominar el enceste Domecq. Nuestro toro es fino y armónico; muy expresivo, con una mirada penetrante y transmite mucha seriedad.
-¿Pesa más Madrid o Sevilla?
-Personalmente, Madrid me impone. Pondría Las Ventas un punto por encima. Nosotros hemos llegado hasta aquí sin Sevilla. Si no salen bien las cosas, no volveremos. La particularidad es que aquí entras por la puerta del hotel y saludas a veinte que conocen la trayectoria de la ganadería. Eso te impone. No quieres defraudar a gente cercana que tanto confía en nuestro proyecto. Nos gustaría darle una alegría también a ellos. Esa sería mi mayor satisfacción. Y, si no, pues nos seguiremos viendo. No nos vamos a tirar al río.
(Al finalizar la entrevista, Álvaro Martínez-Conradi sólo ha comido una bola de helado)
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