Ginés Marín: "Los silencios de La Maestranza me atenazan"
ENTREVISTA
Es una de las grandes promesas para renovar el escalafón: ha abierto dos veces la Puerta Grande de Madrid, pero la del Príncipe se le resiste
Este sábado torea en Sevilla la corrida de El Torero junto a Morante de la Puebla y Cayetano Rivera
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Ginés Marín Méndez (Jerez de la Frontera, 1997) se pasea por la explanada donde Joselito 'El Gallo' comenzó a jugar al toro, siendo muy niño, en la Alameda de Hércules, santo y seña de la Sevilla taurina en aquella época. En el número 73, se encontraba la casa que fue su hogar hasta que un toro lo mató de una cornada en Talavera de la Reina, en 1920. Igual que 'Gallito', Ginés Marín ha sido un torero con vocación precoz que, actualmente, flirtea con las figuras del escalafón, abriéndose hueco a golpe de triunfos, como sus dos Puertas Grandes en Las Ventas. La del Príncipe todavía se le resiste. Este sábado, torea en Sevilla gracias a una jugada maestra de su apoderado, Curro Vázquez, quien consiguió que entrara en los carteles en el último minuto.
-¿Joselito o Belmonte?
-Difícil decantarse. Han sido los dos toreros que han aportado todo a la tauromaquia actual. Quizá Joselito es quien marca un antes y un después en el toreo. Si me tuviera que quedar con uno, lo escogería a él.
-¿Qué otros referentes taurinos baraja?
-Un torero que siempre me ha gustado mucho ha sido Manolete. Quizás más desde una perspectiva como aficionado que como torero. Si me pregunta por un referente que marque mi camino profesional, le diría que el maestro Paco Camino. Para mi forma de ver, es uno de los toreros más completos que ha dado la historia: artista, pero también valeroso, puro…
-No son pocos los aficionados y profesionales que aseguran que su modo de torear recuerda al de Camino.
-Me lo han dicho alguna vez, cierto, aunque lo veo un tanto exagerado. Alcanzar las cotas del maestro es prácticamente imposible, pero no lo dejo de sentir como un elogio y lo admito con mucho cariño.
-¿Ha conocido a Camino en persona?
-Siempre me ha mostrado su cariño y cercanía. He tenido esa fortuna. Los ratos que he podido compartir con él, incluso algún tentadero en su casa, han sido un privilegio. Contrastar impresiones con el maestro y que me haya mostrado su confianza en mi forma de torear también me responsabiliza enormemente.
-¿Qué opinión le merece la actuación de Morante durante el Lunes de Farolillos, cuando la presidencia le negó una oreja que el público tampoco pidió con vehemencia? Este sábado, comparte cartel con él. (Esta entrevista se realizó un día antes de que Morante cortara un rabo en Sevilla)
-Morante es un torero histórico y quizá ahora lo valoramos menos porque vivimos en la misma época. Cuando pasen los años, eso cambiará. La tarde que echó el Lunes de Farolillos es de una pasión, un arrebato y una entrega que, como torero, me conmociona por el mérito y la estética sublime.
-¿Se está perdiendo educación taurina?
-Siempre he defendido a la gente que acude a los toros a pasarlo bien y no a hacer un examen a los toreros. Sin embargo, creo que, con el caso de Morante, muchos echamos en falta a esos grandes aficionados que, en otro momento, hubieran sabido valorar una faena como la del cuarto toro de Matilla. También es cierto que hay tardes en las que, cortando sólo una oreja, se deja más sabor y poso que en otras en las que se pasean más trofeos.
-Usted ha nacido en Jerez, pero casi nadie le considera torero andaluz.
-Nací en Jerez, pero me fui muy joven a Extremadura, donde empecé a querer ser torero. Quizá de ahí nazca esa desubicación del público conmigo. De todos modos, el nacer en Andalucía y tener genes de aquí creo que sí ha aportado a mi tauromaquia.
-Lleva dos Puertas Grandes en Madrid y ninguna del Príncipe. ¿Ha llegado la hora de poner remedio?
-Sevilla me resulta una plaza muy difícil. Me ha atenazado mucho su perfección estética y sus silencios. Eso me ha frenado a la hora de soltarme y mostrarme como torero, cosa que sí he conseguido en Madrid. Mi paso por La Maestranza el año pasado me ha ayudado bastante y me encuentro más cómodo, siendo más yo mismo en Sevilla. El triunfo llegará si tiene que hacerlo, pero me apetece que llegue la corrida del Sábado de Farolillos.
-Es curioso. Siempre se ha dicho que la afición de Madrid es más bronca; y el público de Sevilla, más fácil de contentar.
-Quizá Sevilla sea un público más cariñoso, no se lo niego. No obstante, a muchos toreros nos ha costado esta plaza. Personalmente, la locura de Madrid, el murmullo, los gritos y sus voces, me ayudan a no estar tan nervioso. Los silencios de Sevilla, el albero impecable y el público perfecto me tensan, en cierto modo. Es algo que voy trabajando año a año.
-¿Considera una ventaja o un inconveniente ser un torero precoz?
-Yo he querido ser torero. Desde luego que he vivido mi infancia y juventud de una manera muy distinta a la habitual de cualquier chaval. Pero, por ser diferente, no ha resultado peor ni he perdido cosas. O las cosas que me he perdido, tal vez no me interesaban tanto. También he vivido experiencias que no cambiaría por nada. Nunca he creído que empezar joven signifique perder la infancia porque se gana en otros aspectos. También opino que en el toreo hay que empezar pronto porque así te brota de una forma más natural, lo tienes más interiorizado que cuando se arranca con mayor edad.
-Se madura también antes, imagino.
-En seguida empiezas a adquirir responsabilidades y te juntas desde muy niño con gente mayor. Eso provoca que madures antes y tengas una perspectiva de la vida distinta a la de un joven que tiene sus estudios y su mayor responsabilidad es sacar buenas notas.
-Usted ha estado rodeado de personas que han tomado decisiones en su nombre. ¿Cuándo decide tomar las riendas de su carrera?
-Ahí juega su papel, precisamente, la madurez. Cuando te crees realmente capaz de tomar decisiones, aunque sean contrarias a lo que te recomienda gente con más experiencia, incluso. Tomar decisiones, acertadas o erróneas, te enseñan a afrontar el camino. También es importante equivocarse.
-El escalafón moderno está conformado por un gran tapón de toreros con 20 ó 25 años de alternativa. ¿Urge una renovación?
-Evidentemente. Todos los sectores tienen que renovarse a través de un relevo. En el toro también. Para atraer a gente joven a las plazas deben anunciarse toreros jóvenes. Matadores que llevan 20, 25 ó 30 años de alternativa pueden seguir teniendo cierto tirón, pero no van a conectar con el público nuevo. Ahora los toreros duran en activo más que nunca. Y los que arrancamos competimos contra todas sus décadas de experiencia. Para desbancarlos, hay que tener mucha capacidad y amor propio. Son las circunstancias que nos han tocado, pero tampoco nos puede valer esto como excusa a los matadores que queremos alcanzar la posición de figuras. Cuando uno da motivos, siempre se abre un hueco.
-Junto a Roca Rey, siempre se ha preocupado por atraer público joven a las plazas mediante distintas acciones de comunicación y publicidad.
-Si uno no despierta interés como torero, no arrastra a la plaza ni público joven ni mayor. Aunque sí es cierto que siempre me he preocupado por emprender proyectos con aficionados jóvenes y siempre que me han pedido algo me he prestado. Eso luego se refleja en los tendidos. Te congracia ver a tanta afición nueva cuando muchos dicen que el toreo se va a acabar. Es una llama de esperanza.
-Sobre los malos augurios, ¿cree que el rito taurino continuará como lo conocemos hoy en día, con tres toreros, seis toros, la muerte en el ruedo...? ¿Ve amenazo el guión del espectáculo actual?
-Por supuesto que lo veo amenazado. La sociedad toma derroteros muy contrarios a la tauromaquia y no resulta nada fácil combatirlo. Que vea al toreo amenazado no significa, no obstante, que me lo imagine de otra forma distinta a como ha sido siempre. Lo que le da sentido a la tauromaquia es que una tarde de toros lo reúne todo: vida y muerte, triunfos y fracasos… Eso se produce porque hay un torero que se pone delante de un toro y que puede perder la vida. De igual modo que a un toro se le puede matar o perdonar. Si quitamos todo eso, el toreo perdería por completo el sentido. No podemos ir renunciando a aspectos esenciales de la tauromaquia por satisfacer a los que están en contra de ella.
-A pesar de su juventud, ya ha recibido varias cornadas.
-La última de Madrid quizá sea la más fuerte. Las cornadas van unidas al toreo y significan mucho para nosotros. Además de ser una gran defensa para este espectáculo. El dolor, el sufrimiento y el fracaso también forman parte de la vida, al igual que ser capaz de sobreponerse a la adversidad.
-¿Qué significa una cornada para usted exactamente?
-Depende de cómo se haya producido. Hay cornadas que son medallas porque uno se siente orgulloso de ellas y de la forma en que las ha afrontado. Es el caso de la que sufrí el pasado San Isidro en Las Ventas. Otras llegan, en cambio, en momentos de menor compromiso y uno no sabe por qué se han producido. Ésas no te las tomas como medallas. De hecho, cuando te ves la cicatriz, sientes coraje porque sabes que no tendría que haber ocurrido. De la cornada que uno es consciente de que te la puede pegar y, a pesar de ello, das el paso con entereza, te sientes orgulloso.
-Su padre, Guillermo Marín, forma parte de su cuadrilla y le acompaña a todas partes, ¿le ha ayudado tenerle cerca todos estos años?
-Mi padre siempre ha estado a mi lado, pero muy al margen, dejándome tomar las riendas. Ha formado parte de mi cuadrilla, como picador, viajando con nosotros, pero siempre ha tenido la virtud de no entrometerse en las decisiones de mi carrera. Casi que lo disfruta más él, por poder participar del espectáculo, que lo que me haya servido a mí. Nunca me han gustado los padres de los toreros que condicionan la carrera de sus hijos.
-¿Por qué decidió bajarse del carro de los grandes empresarios y apostar por un matador de toros como apoderado?
-Nunca había tenido la suerte de estar apoderado por un torero, por eso, en mis entrenamientos y preparación, siempre había sido muy autodidacta. He aprendido solo porque no tenía a ningún consejero que me guiara. Ahora, con el maestro Curro Vázquez, estoy muy a gusto. Cuando hablamos entre toreros, nos entendemos de una forma especial. Además, lógicamente, de lo que me aporta técnicamente. Tenemos una relación muy sana.
-Dicen que el momento personal que atraviesa un torero se refleja en la plaza. Usted que se casado este invierno. También existe ese refrán de "torero casado, torero acabado". ¿Qué opina usted?
-¡Eso es muy antiguo! El estado de ánimo es fundamental a la hora de torear y yo me encuentro muy feliz.
La apuesta de Curro Vázquez
-El maestro Curro Vázquez presencia, prudente, la conversación. Sólo interviene cuando se le pregunta qué le llamó la atención de Ginés Marín, hasta el punto de decidir apoderarlo a finales de la temporada de 2021.
-Desde que lo vi torear por primera vez, he estado pendiente de él porque le aprecié una facilidad y unas cualidades como torero que creo que le pueden interesar mucho a la afición. Ginés está llamado a ser un torero importante. Todavía no lo ha conseguido porque le falta tiempo, además de cuajar tardes redondas en plazas como Sevilla, pero tengo una fe extraordinaria en él. Hay muy pocos toreros en el escalafón actual con su capacidad.
-¿Es sencillo entrar en las ferias, las empresas taurinas dan oportunidades?
El año pasado estuvo muy bien en todas las plazas de primera categoría donde toreó y esta temporada no se lo están poniendo fácil a la hora de hacerle hueco en los carteles. Entre los veteranos con nombre y los empresarios que apoderan a toreros, cuesta un mundo entrar en las ferias. Sin embargo, Ginés es de los toreros con los que hay que tener paciencia. A algunos toreros les vienen rodadas las cosas desde el principio y, con otros, hay que esperar.
-¿Un apoderado tiene que ser una mezcla de representante, hombre de confianza, padre y psicólogo?
-Un apoderado debe tener conocimiento, afición y fe en el torero que tiene al lado. El torero también debe tener fe en su apoderado. Es la única forma para estar a gusto y de que puedan salir las cosas bien. No es fácil.
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