AMÉRICA TAURINA
Borja Jiménez confirma este domingo en la México
Séptima de abono de las Ventas
Plaza de toros de las Ventas de Madrid GANADERÍA: Seis toros de La Quinta de gran presentación, todos cárdenos cinqueños y muy bravos en el caballo, destacando el encastado quinto, segundo de Emilio de Justo. El sexto, un zambombo destartalado, desentonó. TOREROS: Miguel Ángel Perera, de morado y azabache, dos avisos y saludos en el primero y aviso con vuelta al ruedo en el cuarto. Emilio de Justo, de blanco y azabache, saludos en el segundo y vuelta al ruedo tras dos avisos en el quinto. Ginés Marín, de azul azafata y oro, aviso con silencio en ambos. CUADRILLAS: Saludaron Morenito de Arles y Abraham Neiro, destacó con el capote Antonio Chacón, A caballo, Juan Bernal y Germán González INCIDENCIAS: Séptimo festejo del abono en tarde fresca y con rachas de viento. Se colgó el cartel de ‘no hay billetes’.
LLEGÁBAMOS a la primera semana de San Isidro con un cartel muy interesante, ya que una terna de toreros extremeños iban a entenderse con una divisa de culto. Aparecían en Las Ventas los santacolomas de Álvaro Martínez Conradi en una maravillosa sinfonía de cárdenos cinqueños que pusieron a prueba la capacidad de tres diestros muy capaces. Un encierro parejo, de bella estampa y en el que iba a desentonar el que cerró plaza, un toro muy pasado de peso, con 627 kilos en la báscula y feas hechuras que nada tenían que ver con las de sus hermanos.
Y al conjuro de este hierro se colocaba el no hay billetes para que tres toreros de la enjundia actual de Miguel Ángel Perera, Emilio de Justo y ese jerezano criado en tierras pacenses que atiende por Ginés Marín se las entendiesen con tan deseado y esperado hierro. Pero la corrida arrancó con trabajo para desembocar en dos faenas llenas de interés y emoción, las que cuajaron Perera y De Justo en los toros cuarto y quinto. Y quien salió peor librado fue Ginés Marín al llevarse el lote peor de la corrida.
Y empezando por el principio nos encontramos con un Miguel Ángel Perera dispuesto a todo que se va a chiqueros para recibir a portagayola a Cedacero, el primer cárdeno de la tarde. Y uno de los grandes triunfadores de Sevilla aparecía por segunda vez en Las Ventas dispuesto a confirmar su buena imagen de dos días antes con la del Parralejo. Atraviesa un momento dulce, se le ve con la firmeza de siempre pero con más confianza y dispuesto a recuperar el lugar que ocupó en el escalafón. Sus dos faenas fueron un compendio de poderío e inteligencia. Esto último brilló en la lidia de su primero cambiándole los terrenos hasta el punto de hacerle embestir. Pero su cartel venteño se multiplicó con Vidriero, un toro de hermosa estampa que fue, como todos sus hermanos, bravo en el caballo y en el que brindó su muerte a Alberto Núñez Feijóo en un discurso muy cálido y racional. En ese toro volvió Perera a tirar la moneda y le salió cara nuevamente. Ante un toro muy exigente y sin probarlo lo toreó en los medios con esa firmeza que posee. Y en esas estábamos cuando el toro, que ya lo había avisado vuelve a cogerlo para, sin mirarse, poner a revienta calderas los tendidos. Ve que por el izquierdo no tiene un pase, suena un aviso por una faena larga que se hizo cortísima por lo que transmitió y, tras la estocada, ha de corresponder al fervor de Madrid dando una clamorosa vuelta al ruedo.
Le acompañó en el triunfo su paisano Emilio de Justo, un torero que tiene a la afición de Madrid bailándole en la palma de la mano. Y es que aquella tremenda cogida de hace dos Domingos de Ramos dejó huella en el toreo. Y Emilio, que está dispuesto a todo por ser figura del toreo, volvió a conquistar Las Ventas. Brillante en el recibo de capote a Fusilero, otra pintura, recital de verónicas hasta los medios, el toro fue bravo en el caballo yendo de lejos y hubo pique en quites a base de chicuelinas con Ginés Marín. Emilio brindó a la plaza, algo que repetiría en el toro quinto. Y si en este segundo Emilio estuvo por encima del toro, su actuación en el quinto hizo que Las Ventas vibrara con el extremeño. Se llamaba Periquito y con él iba a confirmar De Justo su idilio con Madrid en un alarde de torería tras una cogida que nos asustó a todos. Sin mirarse, cuajó un faenón a un toro muy encastado y que vendió cara su muerte, lo que provocó que todo quedase en vuelta al ruedo.
Ginés Marín, esa eterna promesa de figura, tuvo el infortunio de encontrarse con el peor lote. Y tras haber estado por encima de ambos toros, Lentisco y Zamorano, el feo zambombo, se fue con el crédito indemne, pero con el convencimiento de que está necesitando por vía de urgencia un puñetazo en la mesa para hacerse valer. En Sevilla apenas sonó y, afortunadamente, le queda Madrid el domingo 26, pero ayer se quedó de mero espectador en el duelo que sostuvieron sus dos paisanos.
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