Demasiado previsible todo...
Contracrónica de la décima de abono
La escasa química del cartel del Martes de Farolillos se alió al balance de un festejo sin oropeles. Emilio de Justo, eso sí, sorteó un lote más que potable de la corrida de Garcigrande
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Así contamos en directo la corrida del Martes de Feria
La antesala de esta décima corrida del abono maestrante se vivió pendiente de los dimes y diretes del festejo anterior. J<uan Ortega había sido capaz de elevar el listón de una feria cargada de excelencias en la que, sin esperar a todo lo que falta, ya podríamos ponernos a repartir premios y dádivas a toros y toreros, a contar sucesos, a discutir los baremos que rigen para abrir la Puerta del Príncipe...
Pero el planteamiento de la Feria, de cualquier feria, tiene un aire de serial con distintos argumentos y protagonistas. La corrida de este Martes de Farolillos, después del recital orteguista, de las lecciones de Daniel Luque, de la gran faena de Perera, de las orejas cortadas según cómo y cuándo y los grandes encierros de Santiago Domecq, El Parralejo y Victorino Martín, de los muchos toros sueltos que están embistiendo se antojaba un relleno inevitable que cantó su falta de tirón y oportunidad en la taquilla y el ladrillo abierto al sol.
Para qué vamos a andarnos con las ramas... parecía un cartel de Cuenca o de la semana más espesa de San Isidro. La inexistente química entre los tres espadas aseguraba la ausencia de un argumento más o menos definido. Lo que no podía ser, era imposible... En esa tesitura, nadie puede estar demasiado decepcionado cuando casi nada se espera. Es más o menos lo que pasó con la labor de Cayetano Rivera Ordóñez que, posiblemente, trazó su último paseíllo en la misma plaza en la que se presentó, envuelto entre algodones, en aquella lejana tarde del primero de mayo de 2006 en la que el viejo Manzanares dijo adiós a la profesión después de estrellarse con los dos toros que le habían embarcado sus últimos apoderados en una mixta evitable.
Lo que se dijeron entonces -que provocó la ruptura de su hijo con los Lozano para marcharse a la casa Matilla, en la que aún vivaquea- queda para ellos pero el recuerdo salva aquella chulería de torero antiguo, el inesperado y emocionante corte de coleta y, sobre todo, aquella salida por la Puerta del Príncipe, a hombros de los suyos, que no entendió de mediocridades, componendas y sumas de párvulos.
El aburrimiento nos hace enredarnos por estas ramas pero el análisis de la corrida de Garcigrande no puede obviar que incluyó un lote de triunfo que fue aprovechado de forma muy desigual por Emilio de Justo. Había trazado muy buenos muletazos al segundo de la tarde al que cortó una merecida oreja. Pero el sorteo matutino había puesto en sus manos la segunda bola premiada del bombo de Garcigrande, una ganadería reclamada por El Juli -que arrastraba a la crema del escalafón a sus carteles- que había quedado en la segunda línea en la programación abrileña.
¿Qué le pasó a Emilio de Justo? ¿Por qué no amarró el triunfo que le brindaba el excelente pitón derecho de ese segundo? El diestro cacereño volvía a Sevilla después de desorejar a uno de los mejores toros que saltaron en la gran Feria de 2023. Se llamaba Filósofo y estaba marcado con el hierro de Olga Jiménez. El caso es que el nombre del animal y su boyante juego trascendió más que la faena del valeroso torero de Torrejoncillo que retornaba a la plaza de la Maestranza, a su Feria de Abril, emparedado en este cartel de intermedio que dejó a mucha gente abrevando en el Real. Marín también volvía al coso del Baratillo con las dos orejas que lucró el pasado año. Ahí anduvo el hombre y hasta se dio una vuelta al ruedo en el confín de un festejo sin oropeles que se antoja un mero intermedio. Queda Feria.
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