“Buscamos que el de Albarreal sea un toro más del ¡ole! que del ¡ay!”
Toros | Por la ruta del toro en Huelva
Guillermo García-Palacios repasa el presente y busca entre su futuro debutar en La Merced
La ganadería reparte en la provincia sus toros entre los términos de Zufre y San Bartolomé de la Torre
Con el respiro de las últimas aguas caídas la hierba aun guarda ese verde apetecible para el ganado que entre las dehesas de Juan Esteban en Zufre y la de El Campillo en San Bartolomé de La Torre cría la familia García Palacios. En esta última aun perduran rescoldos de ese pasado vazqueño de los Concha y Sierra con los azulejos encastrados en los muros de las portadas que guardan la finca. Allí se fraguan los utreros y cuatreños de esta temporada y esta última entrega de la ruta del toro en la presente temporada con esa mirada que Guillermo García-Palacios, actual representante de Albarreal, presta a su hierro y a la Fiesta en general.
– ¿Visual sobre esta temporada?
–Prácticamente para nosotros la temporada aún no ha comenzado. Tenemos apalabradas y hechas para más adelante cinco corridas de toros de esta camada y en ese desarrollo normal de nuestra cita con la plaza vamos a estar este año. Solo esperamos que sigan refrendándose año tras año la realidad de Albarreal tanto en número como en calidad de los festejos porque la ganadería está en un momento muy bueno con un porcentaje alto de toros que permiten el lucimiento de los toreros y al final eso es la Fiesta para mí: que el toro y el torero sean capaces de conjugarse para que el aficionado se deleite. Esa es la tauromaquia que yo entiendo porque soy más del ¡ole! que del ¡uy! y en eso aplico mi criterio ganadero.
–Ya se sabe eso de que los toros se parecen un poco a quien los cría…
–Cuando, como se dice en el argot, consigues tener en la mano la ganadería, conocerla y controlarla es cuando la personalidad del ganadero se percibe en la forma de embestir de los toros. Entiendo que un ganadero con mucho temperamento querrá toros con temperamento y un ganadero con más temple buscará ese toro que permita a los toreros disfrutar más con ellos.
–Al final siempre estará esa aseveración de que si toro y torero, no hablan no hay obra.
–El toro y el torero se necesitan en la arena. Si no hay torero, todavía alguien argumentará a favor de un determinado toro. Pero si no hay toro, por mucho que el torero sea un fenómeno, al público no lo va a entusiasmar. Al final esa simbiosis toro y torero es vital. Ha sido así toda la historia y siempre se ha necesitado un toro que transmita porque cada vez el público es más exigente y los toreros más perfeccionistas; faenas en las que el toro toque la muleta cuatro o cinco veces ya no se conciben. Antiguamente vemos faenas triunfales de muchas figuras y los toques del toro a la muleta eran constantes; hoy, sin embargo, se ha perfeccionado la técnica y la exigencia es muy alta porque queremos un toro que transmita y que a su vez tenga temple. Exigimos el toro que galope, que humille, que no doble las manos y, además, dure. Ganaderamente eso es muy complicado de conseguir en una regularidad, claro.
–¿Ese toro es el que argumenta esa teoría de que hoy se torea mejor que nunca?
–Es verdad que el momento ganadero del que gozamos es el mejor que ha existido. Podemos hablar de que en los años 50 o 60 los toros se movían más pero seguramente no contamos con que tenían cien o ciento veinte kilos menos. Eran avispas, sí, pero la exigencia de ese toro de hoy en plazas de primera o de segunda con dos puyazos y veinte minutos de muletazos con humillación y profundidad eso antiguamente no se veía. Por eso digo que hoy es el mejor momento ganadero que nunca pero también digo que hoy en día hay una especie de oligopolio donde son menos ganaderías las que torean más y eso antes no se daba porque había un abanico mucho más abierto aunque la profesionalidad que hoy existe en el mundo ganadero no tiene parangón con ningún otro momento.
–¿Ser figura es mandar más que nadie?
–Aquel que sea un figurón entiendo que tiene ese derecho a lidiar lo que mejor le parezca, lo cual no quiere decir que imponga en contra de la Fiesta. Pienso que se repiten demasiado los carteles, dando igual que sea en un pueblo o en la capital. Sí creo, por eso, que se debe ser consciente de que es necesario que salgan nuevos toreros y que la Fiesta esté viva porque si no caeremos en ese peligro de aburrir al aficionado. En la otra parte está esa realidad de que en cualquier parte ofreces un cartel y el que quieren ver en ese pueblo es el mismo cartel de Sevilla o Madrid. Eso es ilógico y no es bueno porque están desapareciendo las novilladas y los festivales porque tienen mucho gasto detrás. Si no hay novilladas, ¿cómo van a salir nuevos toreros? Y otro problema enorme es que esas plazas que han sido siempre motor de la Fiesta, como puede ser Madrid, no pueden gastar las posibilidades de un chaval con novilladas que son auténticas corridas de toros y a las que llegan con apenas oportunidades de haberse placeado y destinados a pasar por el hule en cada festejo. Eso no es bueno. Eso es cargarse la Fiesta.
–También lo es que las figuras impongan el medio toro, pequeño y escaso.
–Cada plaza tiene que tener su trapío y cada cartel su exigencia. A mí el modelo francés me gusta porque es donde se llenan las plazas y aquí no. Se llenan porque el aficionado disfruta. Por tanto lo que tenemos que pensar es qué quiere el aficionado. El toro tiene que tener su medida siempre y existir una lógica porque el toro chico no vale pero el toro destartalado tampoco. Al final todos queremos ver una faena que me ponga los pelos de punta y eso generalmente lo logran los toreros con toros que embistan. En la Fiesta, el peligro no es el volumen ni los pitones; siempre se ha dicho que la bala no mata por la bala en sí sino por la velocidad que trae.
–Puede ser, pero seguramente hemos metido tantas cosas dentro de un mismo canasto que unas han podrido a las otras.
–Sin lugar a dudas, sobre todo lo que más pudre es el inmovilismo. Cuando los mismos están siempre con todo garantizado, en el campo, el ganadero; en la plaza, los toreros; y en las oficinas los empresarios y apoderados, eso no es bueno. Es necesario savia nueva en todos los aspectos. A mí me maravilla que pueda haber empresarios jóvenes como Garzón llevando a José Tomás a Granada y Algeciras o como sucede cuando han logrado traerle a Huelva.
–Huelva en el plato de la conversación.
–Un encanto de plaza, una maravilla de afición, con una empresa generando carteles que hacen disfrutar. Una plaza divina para el torero, el ganadero. Apetecida para poder torear en ella. Yo no sé si a mí alguna vez me tocará. Llevamos mucho tiempo esperando pero seguramente no habré sido capaz de ganarme el derecho a debutar en mi tierra.
–Hemos hablado de cuatro o cinco corridas pero desde luego la cantidad de toros da para pensar en temporada larga.
–Por supuesto. El año pasado fuimos los séptimos en ese ranking de hierros que más lidiaron porque fueron cincuenta y tantos toros. Siempre hemos ido vendiendo a la par que hemos lidiado y no es extraño que al final por octubre hayamos llegado otra vez a las ocho o nueve corridas. La temporada es larga, tenemos una ganadería para disfrutar con ella y buscar ese toro que he dicho que nos convence.
–¿Cuántos años ya como ganaderos?
–La historia ganadera de mi familia empieza con mi abuelo y mi tío abuelo en los años cuarenta y tantos, en los que debido a la necesidad de pastos alquilan una finca en Trebujena que se llama Alventus. Allí se llevan en trashumancia todo el ganado que teníamos en las fincas esta de El Campillo, en Las Casitas y otras en tierras de San Juan y Trigueros. En la zona de Alventus se encuentra una ganadería que era la de Núñez Hermanos y se la quedan durante una serie de años. Posteriormente mi padre, ya en los años 90, coge las riendas en la gestión de nuestras fincas y decide tener una ganadería brava. Acabada de concretar la compra de un hierro de segunda, en el viaje de vuelta le llama Litri padre y dice que le vende Concha y Sierra. Después de un café con Miguel, los toros de la mítica y legendaria ganadería llegan aquí a los pastos ganaderos de San Bartolomé. En el 99 adquirimos la Dehesa de Juan Esteban en la sierra y entonces surge una segunda opción en nuestras manos con procedencia Marqués de Domecq y Martelilla. Le ponemos el primer año José Luis García Palacios e Hijos pero mi padre entiende, dentro de esa prudente humildad que siempre tuvo, que él no quería estar en los carteles y es entonces cuando surge el nombre de Albarreal. La primera corrida de toros que lidiamos es en Nimes ya en 2004 y ese mismo año el primer novillo va a la plaza de Valencia compartiendo encierros al cincuenta por ciento con Concha y Sierra. Tanto mi hermano José Luis con la gestión más directa en lo de Concha y Sierra, como yo con Albarreal, siempre hemos querido que esto fuera un núcleo donde unir y hacer familia y darle la posibilidad a los más jóvenes de la casa de disfrutar una afición que es tremendamente bonita.
El legado de un padre
–Inevitable acordarse del padre...
–La mayor fortuna que tenemos como hijos es el legado que nos ha dejado. No el material, porque al final el dinero, los inmuebles van y vienen. Siempre nos decía: no creerse personas importantes sino personas buenas. Al final su lucha siempre fue ser buena persona en la ayuda a los demás y de ahí se convirtió en importante. Mi padre fue pura humanidad y al hilo de eso puedo decirte que se ha aprobado en la asamblea de la Caja Rural del Sur establecer un premio de humanidades que llevará su nombre.
–¿Qué significó para él Concha y Sierra?
–Fue un disfrute. Le encantó tener esa historia tan bonita frente a él. Ten en cuenta que fue la primera ganadería que él había comprado y ya verlos en el campo era un deleite. Es verdad que Concha y Sierra y Albarreal son dos ganaderías diametralmente opuestas pero por eso mismo también se complementaban. Él disfrutaba mucho viendo las hechuras y el fondo de los Concha y Sierra y también lo hacía viendo las faenas a los de Albarreal.
–¿Cómo era desde el concepto de aficionado?
–Exigente y apasionado para consigo mismo en cualquier situación de éxito o mal juego del ganado. Desde la humildad que siempre tuvo para no querer ser protagonista pienso que fue un tremendo aficionado preocupado por las cosas de la ganadería, siempre preguntando y estando al otro lado del teléfono cuando no podía venir para que le contáramos cosas de algún semental o de la tienta. Él, como en la empresa, siempre concibió la ganadería como una forma de unir a la familia. Me emociona contar esto pero es que hasta en estos últimos tentaderos he ido a coger el teléfono para llamarle y decirle cómo había ido todo sin acordarme de que ya no podía ser.
–Es reciente y se lo pregunto. ¿Son convenientes banderas políticas para la tauromaquia?
–Es bueno es que se den cuenta de la importancia que tiene la tauromaquia. En los últimos años había ciertos complejos en decir soy taurino como en decir que soy cristiano y católico. Hay momentos en que parece increíble que sí se pueda hablar, cenar o pactar con señores que han sido terroristas confesos y condenados pero en cambio hablar de tauromaquia suponga ser un bicho raro. Pienso que esa bandera política ha servido para poner en valor la importancia medioambiental que tiene la tauromaquia. La cantidad de miles de hectáreas que se conservan gracias a ella, la economía que aporta o el desarrollo y conservación rural que otorga. Poner etiquetas al margen de ideologías no es bueno pero tampoco es justo hacer demagogia de la tauromaquia o la caza.
–Siempre se aspira a que salga ese toro ideal...
–En realidad nunca sale. Si el toro ideal lo tienes pensado en una plaza específica y con un determinado torero a mí desde luego no me ha salido porque el toro ideal seguramente sería lidiado en Huelva. Por lo tanto a mí no me ha salido.
–¿Hacia dónde debe encaminarse en un plazo corto la ganadería de Albarreal?
–El reto está en subir un poco el tipo de toro, que entiendo no lo tengo difícil y en aceptar retos de plazas de primera con todo lo que eso conlleva. Eso es lo que tenemos que decidir si queremos o no la familia porque al fin y al cabo yo no soy más que la cara visible de lo que también tienen que decidir mi hermano y hermanas. Pero por encima de todo la prioridad siempre será conseguir un toro que embista y eso está logrado porque hay calidad y movilidad que hace que disfruten los toreros.
–¿Fiesta y futuro son conceptos compatibles?
–Claro que sí. Lo que tenemos que tener claro es por qué y con qué luchamos para que eso se haga realidad. Hay factores exógenos al mundo del toro que ahora mismo provocan una reacción brutal contra la tauromaquia y habrá que defenderse desde la ley contra eso pero hay otras muchas cosas que tenemos que empezar a hacer, como es cuidar el futuro de la Fiesta en cuanto a los más jóvenes. El aficionado está. Con el anti no tenemos ni que perder tiempo y al otro setenta u ochenta por ciento que no es ni aficionado ni anti es al que tenemos que explicar cómo es realmente este mundo y hacerlo desde el campo bravo, el meollo de todo eso que globalmente se llama tauromaquia.
–El toro que más emociones le ha dejado.
–Hay varios. Cuatro de los lidiados en Málaga, entre ellos un número 56 Violín, premio al mejor toro de la feria; otro 25, Ratonero; recuerdos de tres o cuatro toros que Ponce ha cuajado, un buen toro para Castella entre esos de Málaga y por histórico y afectivo ese último toro en la vida profesional de Espartaco que era de la casa; otro toro de Morante en Espartinas… Tras veinte años lidiando son muchos toros los que nos han traído alegrías. Particularmente me quedo con esos toros nuestros que he podido disfrutar junto a mi padre en un tendido.
–¿Pasión, disfrute o compromiso? ¿Que le aporta ser ganadero?
–La plaza es la guinda a todo pero significa el compromiso. El disfrute y la pasión te llega más directa en el campo. Cada vez me apasiona más disfrutar con el trato que el campo te deja llegar frente al toro o una camada nueva de vacas o de becerros. Me parece sublime jugar con esa alquimia de la genética.
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