Bella faena de Fernando Adrián con un gran 'fuenteymbro'
Feria de Abril· segundo festejo del abono en la maestranza
El novillero madrileño consigue un trofeo de 'Hortelano' · La presidencia concede una oreja benevolente al debutante Gonzalo Caballero · Javier Jiménez pecha con el lote más complicado
Segundo festejo del abono en la Maestranza
GANADERÍA: Novillada de Fuente Ymbro, en conjunto bien presentada y de juego desigual; destacando positivamente el quinto, que embistió con bravura en la muleta. TOREROS: Javier Jiménez, de grana y oro. Tres pinchazos y estocada (silencio tras dos avisos). En el cuarto, estocada (saludos tras ovación). Fernando Adrián, de verde y oro. Casi entera desprendida y cuatro descabellos (silencio tras aviso). En el quinto, estocada (oreja y dos vueltas al ruedo, con bronca a la presidencia). Gonzalo Caballero, que debutaba con picadores, de azul y oro. Estocada (oreja). En el sexto, estocada (silencio). Incidencias: Plaza de toros de la Real Maestranza de Sevilla. Viernes 13 de abril de 2011. Media entrada en tarde con nubes y claros y viento que molestó en la lidia. En cuadrillas destacaron Felipe López, en un puyazo al segundo, y Curro Robles por un par de banderillas al sexto. A Gonzalo Caballero le apreciaron en la enfermería diversas contusiones y varetazos.
Tarde nubosa, con una Maestranza cubierta en su mitad de aforo para el primer festejo del ciclo continuado abrileño con los novilleros Javier Jiménez, Fernando Adrián y el debutante Gonzalo Caballero.
Primera conclusión: un exceso de benevolencia puede acarrear injusticia. Sucedió ayer en la Maestranza. La presidenta concedió una oreja a Gonzalo Caballero por una labor voluntariosa y una petición no mayoritaria. El mismo premio, un trofeo, le otorgó al madrileño Fernando Adrián por una bella faena. La comparación no se hizo esperar para un público que abroncó a la usía por ello, obligando a Adrián a dar dos vueltas al ruedo. Por su parte, el sevillano Javier Jiménez bailó con la más fea; es decir, con el peor lote y cumplió.
A Fernando Adrián, que tan buen recuerdo dejó en su paso del año pasado por la plaza de Sevilla, se le vio algo nervioso ante su primer oponente. En su labor, que no pasó de entonada, se hinchó a dar muletazos. Lo mejor, una serie al natural. Luego, volvió a perderse con los aceros.
El quinto, Hortelano, que bien hubiera pasado en muchas plazas por toro, acometió con bravura. Un gran novillo. Fernando Adrián cambió los papeles y fiel al torero que conocemos, capaz de dar distancia larga y someter con temple, desgranó una faena que tuvo como denominador común la belleza, acompañada de preciosas trincherillas, algún fallero para alargar la acometida del toro por la espalda o salidas de la cara del toro con gallardía, similares a las de El Juli, en cuya escuela taurina se formó Adrián. Con la diestra los muletazos fueron largos. Y al natural brilló especialmente en una serie marcada por la suavidad y el temple, que remató con un macizo pase de pecho. Mató de estocada en el primer envite y ganó a ley un trofeo.
Gonzalo Caballero, todavía verde, estuvo muy dispuesto toda la tarde. Ya en un quite al segundo novillo, en el turno que le correspondió, se jugó el tipo en unas gaoneras con el viento jugando en contra. Ante el tercero, un astado con movilidad, pero sin clase, realizó una labor voluntariosa y valentona. Estuvo a merced del novillo, que lo volteó en tres ocasiones. Mató de estocada y sus partidarios, una auténtica legión, solicitaron una oreja, que fue concedida, como marchamo de una plaza que parece perder el rumbo de su categoría.
En el sexto, el voluntarioso Caballero, estuvo de nuevo a merced de su oponente. En el capote recibió al novillo frente a toriles para el intento de unas chicuelinas. Perdió el engaño, fue perseguido y, a punto de ser alcanzado, cayó a la arena en la carrera; de lo contrario hubiera sucedido una dramática cogida. Con la muleta estuvo nuevamente a merced de un astado que le arrolló.
El sevillano Javier Jiménez contó con el peor lote. Ante el que abrió plaza, muy molestado por el viento, presentó batalla a un animal que se acostaba por ambos pitones en el capote y que llegó a la muleta muy molesto. Comenzó con una larga cambiada de rodillas en el recibió y acabó su kilométrica faena de manera encimista y con un par de sustos.
Con el peligroso cuarto no volvió la cara y dejó la imagen de torero tesonero y valeroso. En uno de los gañafones, el regalito lo lanzó por los aires de manera espeluznante y a tal altura que casi lo saca de la plaza.
El espectáculo, aunque excesivo en su duración, resultó entretenido para el aficionado, con la entrega de los tres novilleros y, especialmente, con ese Hortelano que hizo surcos con su bravura en la arena de la Maestranza.
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