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Beatriz Zamora: un homenaje a 'Cachito'

Arte y toros

La creadora de la Casa de la Moneda vuelve a exponer su obra taurina en el hotel Radisson en una muestra que esconde una hermosa historia de amistad incondicional

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Beatriz Zamora, en su taller, culmiando la muestra 'Quinto'. / M.G.

Beatriz Zamora retoma el hilo taurino de su obra pictórica en esta nueva muestra abierta en el hotel Radisson Collection que sigue la estela –y pretende reeditar el éxito- de otras anteriores. Bajo el título de ‘Quinto’, esta exposición estará abierta desde el miércoles 10 de abril hasta un lunes, el del día 22, que evoca esas jornadas de resaca del antiguo calendario ferial. Pero esta exposición, más allá del guión que marcan las obras expuestas, esconde una maravillosa historia humana que merece ser contada.

Toreros soñados, retratos reales, una gitana… la creadora de la Casa de la Moneda emplea todo tipo de técnicas –incluyendo rotuladores de grafiteros- para recrear ese mundo sensorial que rodea a la tauromaquia en vísperas de los farolillos y en coincidencia con el arranque del ciclo continuado de festejos que se celebra en la plaza de la Maestranza. La exposición se completa con la edición de una carpeta de retratos de figuras de todos los tiempos que incluye los nombres de Manolete, Belmonte, Rafael El Gallo, Curro Romero… hasta llegar a El Juli o Roca Rey.

La pintora de la Casa de la Moneda posa delante de su retrato de Padilla. / M.G.

Pero la propuesta de Beatriz Zamora está abierta a otras propuestas, que no dejan de rondar el arte pop, presentando como un cuadro ese cartel de no hay billetes que delata la expectación de las tardes grandes, sacado de una antigua fotografía. En total son quince obras a las que hay que sumar el cartel realizado para un congreso de cirugía taurina que se celebrará en Sevilla que es –no podía ser de otra forma- un retrato de Juan José Padilla.

Beatriz y Cachito en la Casa de la Moneda. / M.G.

Homenaje a Cachito

Pero la exposición de Beatriz Zamora, en realidad, está pensada, organizada y concebida en homenaje a José Antonio ‘Cachito’, un torero del asfalto y de la vida –vestía un imposible traje de luces de una tienda de souvenirs para cantar y tocar por las calles de Sevilla- que se llevó la enfermedad hace algunos meses.

“Vivía en la Candelaria y venía al centro; un día pasó por delante del estudio, se asomó por la ventana y me preguntó si le podía pintar las patillas”, evoca la pintora. Era el comienzo de una peculiar amistad incondicional. “Le dije que podía venir cuando quisiera y se hizo muy amigo mío; pasaba cada dos por tres y se ponía a charlar conmigo sin pedirme nada” refiere Beatriz Zamora, que llegó a retratarlo.

“Le regalé una lámina pero cuando se acercaba la fecha de mi anterior exposición decidí hacerle un regalo más grande”, recuerda. “Era la estrella de la exposición del año pasado: un retrato de un señor mayor, mirando de lado, con una guitarra, una armónica, disfrazado de torero y con un fondo de cuadritos azul y blanco”, señala Beatriz subrayando el éxito de esa obra que tuvo un buen comprador.

Cachito, delante de su retrato, junto a Morante y Beatriz Zamora. / M.G.

Cachito, lastrado por la enfermedad, falleció en diciembre. “La familia era consciente de nuestra amistad y lograron localizarme por instagram; acudí a su funeral y he decidido que el 15% de los beneficios de esta exposición esté destinado a la parroquia de la Candelaria, la suya, que tiene un comedor social”, subraya la creadora. El recuerdo de ese torero, que lanceaba al viento con un capote de juguete –rotulado con su nombre con un spray- que le regaló la propia Beatriz Zamora, seguirá presente en esa selección de obras que tiene su vertiente solidaria y enseña ese peculiar y hermoso vínculo de amistad entre una pintora de éxito y un perdedor.

“La mala vida… estaba mal; le operaron y le presté una estampita de Santa Ángela de la Cruz que me regaló mi abuela con la condición de que me la devolviera… un día llegué muy tarde al taller de la Casa de la Moneda y estaba allí, en la puerta, esperándome; no sé cuánto tiempo llevaba allí para darme aquella estampita”, recuerda. Pero a Cachito aún le esperaba su propio minuto de gloria. Fue el invitado de honor de la exposición del pasado año. Beatriz le dedicó unas palabras, se retrató con el mismísimo Morante de la Puebla, conoció a toda su familia… “Nadie sabía que venía y estuvo encantador, fue adorable...”. Era un regalo inesperado para el confín de una vida.

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