Calle rioja
Francisco Correal
El filósofo de Cerro Muriano
Vigésimoprimera de San Isidro
En uno de los carteles con mayor expectación, en el que se colocó el No hay billetes, con dos de los toreros no contratados en la pasada Feria de Sevilla (Manzanares y Talavante) y encabezado por Castella, el espectáculo transcurrió grisáceo debido a un encierro sin clase, hasta llegar al sexto toro, manejable, que sirvió para que Talavante diera la talla como torero en sazón, con ganas y calidad y dejara un buen sabor de boca a la afición madrileña, que hasta ese momento no paraba de protestar. El diestro pacense volvió a conquistar el corazón de los espectadores, como sucedió el pasado 22 de mayo en una tarde de viento endiablado con una apuesta de valor descomunal y gran toreo al natural.
La corrida lidiada ayer de El Pilar-Moisés Fraile (misma casa ganadera y encaste), muy dispar en presentación y hechuras y en conjunto de juego deslucido y floja, no fue material propicio para el lucimiento, especialmente en esta plaza de Las Ventas, donde se exige un toro con poder.
Cuando el espectáculo había entrado en barrena como avión que cae en picado, Alejandro Talavante levantó el signo de la tarde. Toro de buenas hechuras, cornilevantado, manejable, cuyo pitón derecho era el mejor y con el defecto de carencia de poder. De hecho, perdió en alguna ocasión las manos. Talavante se lució con el capote con variedad y se estiró bien a la verónica. Con la muleta, entre lo mejor, destacó una serie diestra en la que hilvanó cuatro muletazos templados y un pase de pecho. Con la izquierda, destellos en naturales sueltos, ya que no tenía recorrido el toro por ese pitón. La faena tuvo la virtud de que fue creciendo hasta que en las rayas el torero ligó un manojo de derechazos de mano baja, con un cambio de mano por la espalda y un pase de pecho que hizo saltar a muchos espectadores de sus asientos. El diestro cuadró al toro y el público contuvo la respiración... Tres pinchazos y una estocada y lo que iba para premio quedó en una fuerte, fortísima, cerrada ovación y saludos.
Talavante, el torero que dejó mejor imagen y quien con más sentido y calidad manejó ayer el capote, disparó con anterioridad con pólvora mojada en la muleta. Porque su primero, un ejemplar sin remate y muy protestado por falta de trapío, no le dio opciones al extremeño, quien porfió sin lograr que el público se metiera en su labor.
Sebastián Castella, que reapareció tras el percance sufrido en la pasada Feria de Osuna, no tuvo opción con un lote sin fuelle alguno. El que abrió plaza, Resistente, tras una costalada, no resistió una lidia en condiciones. Serio, noble, pero flojo, fue protestado en varias ocasiones cuando perdía las manos. Castella no pudo bajar la suya conduciendo al toro en un trasteo que comenzó de manera explosiva, sentado en el estribo, empalmando hasta ocho derechazos. Pero todo se desinfló con un animal sin poder.
Con el cuarto, otro astado sin fuerza y justo de casta, Castella realizó una labor porfiona, sin eco alguno en los tendidos por falta de emoción.
Manzanares batalló sin conseguir lucirse ante un lote que tampoco fue gran cosa. El segundo, Niñito, no recordó a ese otro gran toro del mismo nombre que ganó todos los premios en la pasada Feria de Abril. El animal, manejable, se rajó durante la faena de muleta tras un trasteo insulso, en el que anduvo entonado con la diestra. Lo mejor, una estocada entera arriba.
El quinto, feo, algo regordío, muy protestado desde su salida, con una acusada flojedad y sosería, acometió sin clase. Manzanares insistió por ambos pitones en una labor sin transmisión.
Talavante dio la talla, rozó el triunfo y, lo más importante, hizo cambiar el ceño de los espectadores por semblantes risueños gracias a una faena de calado por un torero en sazón al que se espera ya con máxima expectación para la Corrida de la Beneficencia, en la que alternará con El Juli y Fandiño el próximo miércoles en lo que se presenta como otro de los cartelazos del presente ciclo isidril.
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