2011-2015: Del indulto de 'Arrojado' al bienio triste

25 AÑOS DE TOROS EN SEVILLA (III)

El gran toro de Núñez del Cuvillo, inmortalizado por Manzanares, abrió un lustro convulso que concluyó con la espantada de las primeras figuras y la gloriosa retirada de Espartaco

2006-2010: De la cumbre de El Cid al adiós del viejo Manzanares

2000-2005: Llegaban nuevos aires a la calle Adriano...

Espartaco a hombros de sus compañeros y acompañado de su hijo en su última salida por la Puerta del Príncipe.
Espartaco a hombros de sus compañeros y acompañado de su hijo en su última salida por la Puerta del Príncipe. / Juan Carlos Muñoz

2011 fue el año de la suspensión de la añorada Feria del Toro por problemas económicos que revelaron la escasa unidad del planeta taurino. No volvería a abrir sus puertas… Los carteles de aquella temporada se desvelaron oficialmente el 4 de marzo presentando a Morante, El Juli y Manzanares como bases del abono. Los tres ases, inusualmente, estuvieron presentes en aquel acto. Juntos formaban la terna del Domingo de Resurrección. En esa rueda de prensa se habló del estado de la tremenda lesión de tendones de Manzanares, de los supuestos planes de Morante para encerrarse en solitario en Sevilla y hasta de ciertos movimientos de trastienda que colocaban a El Juli como líder de la torería. Pero aquella feria acabaría ofreciendo otros titulares históricos: los dictó el mejor Manzanares, indultando al célebre toro Arrojado -marcado con el hierro de Núñez del Cuvillo- además de un Juli pletórico que cortó un total de cinco orejas y volvió a abrir la Puerta del Príncipe. Fue el año, también, de la triunfal alternativa de Esaú Fernández, del aldabonazo de Nazaré el 15 de agosto...

Manzanares pasea los trofeos simbólicos de 'Arrojado' con el ganadero Álvaro Núñez Benjumea.
Manzanares pasea los trofeos simbólicos de 'Arrojado' con el ganadero Álvaro Núñez Benjumea. / EFE/Eduardo Abad

Una de las primeras noticias taurinas de 2012 fue la presentación del cartel que había pintado Manolo Valdés reivindicando la figura de Joselito El Gallo. El abono se desvelaría el 22 de febrero en una inusual y densa rueda de prensa que en algunos momentos tuvo aires de acto de contrición colectiva y taurina. El telón de fondo era la traumática y torpe gestión de los derechos de televisión impulsada desde el llamado –y efímero- grupo de toreros bautizado como el G-10 que abonaría la guerra que estallaría tres años después. Se habló de José Tomás, que había dejado colgados a los empresarios después de acatar sus exigencias; no hubo acuerdo con El Juli; ni siquiera se llamó a Perera…  

El marco de la recesión económica seguía pesando y se redujo una corrida y tres novilladas respecto al modelo anterior. Al final la feria volvió a marcarse a fuego con el nombre de Manzanares, que acabó con el cuadro el Viernes de Preferia volando a alto, altísimo nivel, con una corrida de Victoriano del Río que marcó las diferencias. Pero el propio Josemari alcanzaría su mejor cumbre en septiembre volviendo a abrir la Puerta del Príncipe tras una pletórica e impresionante actuación. El repaso de aquel año también arroja nuevos toques de Antonio Nazaré, el portazo de Lama de Góngora en las becerradas de julio...  

Escribano con el toro 'Datilero', el ejemplar de Miura que le devolvió al circuito del toreo.
Escribano con el toro 'Datilero', el ejemplar de Miura que le devolvió al circuito del toreo. / Arjona-Pagés

Escribano, ‘Datilero’ y la gravísima cornada de El Juli 

Los carteles de 2013 se presentaron un 15 de febrero con la sorpresiva presencia de José María Manzanares junto a los empresarios en el epicentro de su idilio con la plaza de la Maestranza. Valencia y Canorea desvelaron un abono –con Morante y El Juli como diestros base- en el que el alicantino asumía el reto de encerrarse en solitario con seis toros, incluyendo un ejemplar de Victorino Martín. Aquel año se seguía hablando de crisis y de hecho el serial volvía a reducirse en cinco corridas de toros con respecto a la temporada anterior.

Pero la del alicantino no fue la única encerrona que se programó aquel año. Diego Ventura también asumió el reto con mejor resultado que Manzanares, que sólo salvó el empeño gracias a la gran faena cuajada a un toro de Juan Pedro Domecq en el filo de la navaja. Pero aquella feria acabaría pasando a la historia por la gloria y la tragedia de El Juli, que volvía a abrir la Puerta del Príncipe el Domingo de Resurrección, antes de resultar herido de mucha gravedad por un toro de Victoriano del Río que le impidió cumplir su compromiso con la corrida de Miura abriendo, de paso, su peor etapa personal y taurina. Inesperadamente fue sustituido por Manuel Escribano, que se volvió a subir al tren del toreo y de su vida después de cuajar de cabo a rabo a un excelente ejemplar llamado Datilero. Por cierto ese año no hubo televisión… 

Canorea y Valencia en el célebre almuerzo con la prensa especializada que desató la guerra con las primeras figuras.
Canorea y Valencia en el célebre almuerzo con la prensa especializada que desató la guerra con las primeras figuras. / Toromedia

"Y José Tomás… ¡que se vaya a Senegal!" 

La presentación de la Feria de Abril de 2014 pesó como una losa. Se trataba de poner de largo el ciclo que Valencia y Canorea nunca hubieran querido haber organizado. En noviembre habían convocado a la prensa a un almuerzo, inicialmente distendido, que acabó acelerando la locuacidad de Eduardo Canorea. El empresario no hizo otra cosa que evidenciar las guerras larvadas que estaban a punto de estallar. Canorea desautorizó a los representantes de la Unión de Matadores -su presidente Juan Diego, El Fundi y Gómez Escorial- como interlocutores válidos de las conversaciones entre los coletudos y la patronal.  

“Supongo que son unos mandados pero vienen con un disco puesto y no quieren oír ningún argumento”, señaló el gestor en ese mismo almuerzo con los periodistas que arrojó un buen puñado de titulares. “¿Dónde está Manzanares? ¿Dónde está Julián López, Morante, Talavante, Perera?”, interrogó Canorea –que también envió a José Tomás al mismísimo Senegal- haciendo la lista exacta de los matadores de toros que firmarían en diciembre un comunicado por el que se descolgaban de su contratación en Sevilla. Estaban certificando, de paso, el definitivo estallido de esa guerra sin cuartel entre los principales estamentos del toreo. El telón de fondo, no se olvide, era un supuesto asalto empresarial a la plaza de la Maestranza que nunca ha quedado aclarado. 

Los platos rotos se recompusieron a duras penas pero el daño iba a durar dos largas y tristes temporadas… La gran faena de Antonio Ferrera a un toro de Victorino Martín de embestida mexicana endulzó el final de aquella extraña y amarga feria que subrayó la derrota de todos los estamentos taurinos en un momento que pedía altura de miras. El ciclo, que se inició con un atípico mano a mano de Escribano y Luque con los miuras en la tarde del Domingo de Resurrección también incluyó buenos momentos del propio Escribano y una buena faena de Enrique Ponce, reaparecido en Sevilla después de la gravísima cornada de Valencia. Tampoco se puede olvidar la esperanzadora alternativa de Javier Jiménez y, especialmente, el gran juego del toro Niñito, un boyante ejemplar de El Pilar que le tocó en suerte a David Mora. En las novilladas con picadores hay que anotar el gran triunfo de Garrido y Borja Jiménez, a hombros con Ricardo Gallardo en un festejo feliz. Eso sí: el trasteo del año, seguramente, lo firmó Pepe Moral; fuera de programa y con un gran toro del Conde de la Maza. Hay más cosas que anotar: un gran ciclo de promoción veraniego que vio salir a Rafa Serna por la Puerta del Príncipe y colocó a Pablo Aguado como triunfador con vitola de torero de futuro.

La última lección de Espartaco 

En 2015 no se habían arreglado las cosas. Morante amagó pero no terminó de culminar su acercamiento a la empresa que llegó a entablar negociaciones con todos encontrando una única negativa rotunda, la de Miguel Ángel Perera. En esa tesitura se produjo el inesperado anuncio de la reaparición de Espartaco, que volvería a vestirse de luces una vez más, la última de su vida, para darle la alternativa a su paisano y pupilo, el novillero Borja Jiménez. El gesto del gran maestro de Espartinas no dejaba de ser una suprema lección en medio del desaguisado que suponía una nueva ausencia del grupo de toreros rebelados del que ya se había descolgado José María Manzanares. Hubo algunas reapariciones –Rivera Ordóñez celebraba su vigésimo aniversario de alternativa- y otra vuelta puntual con final feliz: la de Eduardo Dávila Miura para saludar el 75 aniversario de la lidia ininterrumpida de los toros de su familia en la plaza de la Maestranza. En el apartado novilleril el triunfador iba a ser un chico peruano llamado Roca Rey...

A partir de ahí hay que subrayar un nuevo trasteo de altura de Antonio Ferrera, perfectamente enhebrado a otro toro de Victorino Martín llamado Mecanizado. Manzanares, por su parte, se acercó a sus mejores fueros con Encumbrado, un gran ejemplar de Núñez del Cuvillo, seguramente el mejor de aquella feria que, entre otros sucesos, también contempló la solvencia de Escribano con la doble ración de miuras y victorinos. Pero en el resumen apresurado de aquella feria singular hay que escribir con letras de oro el nombre del gran maestro de Espartinas, que dio una lección de grandiosa figura y abrió la Puerta del Príncipe por sexta vez en su vida a hombros de sus compañeros de profesión.

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