"Yo he visto cosas que vosotros no creeríais..."

Constantino Romero era la mejor voz de locución y doblaje y el presentador más amable.

Francisco Andrés Gallardo

13 de mayo 2013 - 05:00

La gente se le acercaba y le pedía que dijera: "Luke… yo soy tu padre". Y normalmente atendía la petición con una sonrisa, porque la compostura exquisita formaba parte de su piel. En su vocabulario aparecían palabras como "sicalíptica" o "ebúrnea", piropos con los que definía a su azafata, Janine, en las arrinconadas noches de la Segunda Cadena con El tiempo es oro, donde fue creciendo aquel sencillo invento de Sergi Schaff (Saber y ganar) destinado a cuñados pitagorines que nadaban entre brazadas por las páginas de la biblioteca en la prueba final. Fue en aquella ocasión cuando los cinéfilos le pusieron, por fin, cara a la voz de Clint Eastwood, Roger Moore o al capitán Kirk de William Shatner. Antes de ser el amable presentador de la categórica calva y del bigote a lo Vázquez Montalbán, Constantino era "La Voz". Sí, aún es la voz. A ver qué pasa con Clint cuando tenga que aparecer con otra película por los lares ibéricos.

Los españoles se despertaron el domingo con la noticia de la imprevista muerte, a los 65 años, de Constantino Romero, el de El tiempo es oro y el de La parodia nacional y Estrellita la Moderna; pero aún más, el que subrayó el carácter de Mufasa, el padre de El rey León ("Simba, me desobedeciste deliberadamente", glabs), la voz más grave y sugerente del doblaje español. Si aprietan el oído por youtube comprobarán que es el más habitual de los spots de los años 70, cuando era el chico de moda de Radio Barcelona. Su timbre era entonces más cantarín (incumplió la promesa de modernizar su agudo "Filmax, presenta…") y alguno de sus primeros trabajos como doblador fue ponerle el acento español al padre de Tommy y Anika en Pippi Calzaslargas, la prehistoria televisiva para casi todos nosotros. Desde la SER en 1975 pasó a Radio Nacional y de ahí a probar en algún momento con TVE era sólo cuestión de tiempo dorado.

Desde el colegio siempre tuvo un duelo en declamación con otro grande (en todos los aspectos), como él, Jordi Estadella. Ambos son de la más pura escuela catalana de radio y aunque forma parte del pellejo sentimental de la capital catalana, Constantino nació en Albacete en 1947. Ejerció de barcelonés y de manchego. Bordaba el catalán y adornaba el castellano. Y lo hizo durante 47 años. Sólo él estaba autorizado a ser el locutor de las dos ceremonias de los Juegos de Barcelona, junto a Inka Martí, actual condesa de Siruela. "Atletas, bajen del escenario", pedía cortés a aquella desbandada de jóvenes embravecidos que amenazaban en la clausura con devorar a Peret. Presumía de haber sido el único que vio la inauguración en una sala con aire acondicionado, mientras un puñado de jefes de estado se derretía en las gradas. También le puso voz a la gala de los 50 años de TVE. El honor fue para los demás, los que la vimos.

En el cine fue el Pepe Carvalho de su amigo Montalbán y, descorazonado por el rumbo de la televisión, se decantó por el escenario y en teatro participó en montajes como A Electra le sienta bien el luto, mientras seguía anunciando colchones. Constantino daba dignidad a todo. Su primer programa en TVE fue Ya sé que tienes novio, en 1985. Un concurso en la tarde de los sábados en el que parejas de recién casados iban perdiendo los regalos que se les entregaba al principio del programa. No era una buena idea. Carmen Conesa, la presentadora, y él, encontraron pronto mejores proyectos. De ahí pasó a El tiempo es oro que al cabo de cinco años en el UHF, en 1989, pasó a las noches de la Primera Cadena. En el 92 condujo una fugaz secuela, La vida es juego.

Pero si quieren hallar la primera aparición de la calva constantinera en TVE el nombre se las trae: Quesquesé se merdé. Un especial de (mal) humor de La Trinca de 1984, aprovechando su tirón discográfico y cuando ellos no sabían que iban a inventar Operación Triunfo, destinado a ganar premios en los festivales y que, tan petardo, se vino de vacío de todos ellos. Constantino hacía de mafioso, porque él se reía de sí mismo, como demostraba en las Nocheviejas de Telepasión, donde cantaba ópera y boleros. Después de ponerle voz a Humphrey Bogart, a Donald Sutherland o a Darth Vader,(ah, o al conde Broken de Mazinger Z), cualquier cosa es asequible.

El nuevo siglo lo encontró en Alta tensión, en Antena 3, de donde pasó a relevar a Silvia Jato en Pasapalabra, y para su disgusto, se frustraba por no ir tan rápido en la lectura como quería. Disfrutó de un buen contrato en la televisión manchega y para la productora sevillana ZZJ presentó, en 2004, Matrícula, un concurso de Canal Sur 2. Otro honor que lo tuviéramos ahí. Pero él ya no sentía cosquilleo cuando le enfocaban las cámaras, así que se fue divorciando de la tele, sin dejar de atender a sus actores para doblar. En diciembre del año pasado, tal vez observando un final probable, se despidió de todos con un "That's all folks!". Más fiel sería el monólogo final del replicante Roy en Blade Runner. Sublime registro de voz: "Yo he visto cosas que vosotros no creeríais…". Sayonara, maestro.

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