¿Y qué le vamos a decir ahora a Ana Obregón?
Vientres en venta
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Nos ha faltado un poco de sosiego ante la noticia de Ana Obregón. No es la primera, ni va a ser la último, o el último, en recurrir al vientre de alquiler para satisfacer su sueño de formar una familia. Su sentimiento de maternidad que en este caso se vio truncado muy dolorosamente. Cada uno es su circunstancia y esta presentadora, que ha sido tenaz en muchos aspectos de su vida, ha asumido de forma personal tomar una decisión con la que podemos estar en desacuerdo pero que es una opción tan individual y sentimental que le deberíamos de dar un margen a ese respeto que pedimos tantas veces para las mujeres.
A las redes, que arden a la temperatura del plástico, les faltó tiempo para verter más bilis de la cuenta contra Ana Obregón, que precisamente de izquierdas nunca ha sido, lo que parece otorgar barra libre de insultos. Como consideración colectiva, una vez más, deberíamos aprender más a moderar comentarios y a defender ideas y preceptos sin sacar la navaja. Y en un país sin filtros, donde la viralidad permite el saqueo y el aprovechamiento mediático, al Gobierno le faltó tiempo para fijar tesis y exigir posiciones a los demás sobre un asunto y un debate que obliga a tomar mucha reflexión y tal vez, por aristas muy sensibles, considerarlo con tiento y generosidad. Sin sesgos.
Que una madre con un hijo fallecido a los 68 años haya tomado esa decisión es discutible pero en el país de origen no ha cometido una ilegalidad. Que hasta aquí sepamos no ha existido violencia, presión o extorsión. La madre adoptiva tiene una edad avanzada, sí, pero una situación económica y familiar que permite que esa criatura no se encuentre desamparada. Podemos atacar a Ana Obregón todo lo que queramos pero hay al menos un millar de parejas españolas (una ínfima minoría de un asunto que éticamente requiere una tratamiento personalizado) que cada año recurren a la gestación subrogada, en ocasiones con desesperación psicológica. Es un asunto de ricos. O no. La opción de los vientres de alquiler, y también de la adopción, se merece una legislación actualizada, abordada con serenidad y no jugar a golpe de titular como esta decepcionante política que mira de reojo a sus exaltados más leales.
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