Yo trabajé en 'Verano Azul'. El origen
Nostalgia
Con motivo de la reposición de la serie en La 2, cada lunes el productor Juan Lebrón recuerda cómo fue su experiencia trabajando en la ficción que marcó a una generación
Verdaderamente aquel fue un maravilloso y largo Verano Azul. Dieciocho meses de convivencia, de aventuras, de compañerismo y de amores, de amistades inquebrantables. Cuarenta años después, aflora con facilidad la nostalgia y el recuerdo. También la satisfacción y orgullo, por haber participado en una de las producciones más populares y queridas de la historia de la Televisión en España.
Era final de agosto de 1979, las calles de Nerja, en pleno verano, apenas notaron el trasiego de la troupe televisiva que acababa de aterrizar y que andaba a la búsqueda y captura de la mejor casa o el mejor apartamento. Al principio, casi todos nos hospedábamos en el Parador de Turismo o en el Hotel Balcón de Europa, desde donde, pacíficamente, fuimos “tomando” la Ciudad y sus alrededores. Yo, gracias a un amigo de la BBC, terminé viviendo en la montaña, a tres kilómetros, en un viejo y maravilloso molino, La Molineta, en uno de los pueblos más bonitos de Andalucía: Frigiliana. Más tarde, descubriría allí cómo vecino, entre decenas de “gringos perdidos”, a Desmond Bristow, jefe del espionaje británico MI6 durante la guerra, amigo de Kim Philby, y de los pocos conocedores de la auténtica identidad de Juan Pujol, el doble agente español Garbo/Arabel que consiguió engañar a Hitler con el desembarco en Normandía.
El día de mi boda en 1995, que celebramos en el decorado de la película Flamenco de Carlos Saura en la estación Plaza de Armas de Sevilla, con la mitad de los artistas como testigos, se me acercó y me dijo: “Juan, la última vez que estuve en esta estación fue con Juan Pujol camino de Lisboa”. Con Desmond, me uniría una gran amistad hasta su muerte.
Todo había comenzado con una llamada de Antonio Pardo, jefe del departamento de Programas Filmados de RTVE y paisano de Campillos: “¿Has leído los libros de Enid Blyton?” Si claro, contesté. Junto con Tintín, Julio Verne y Salgari constituyen la base de mi biblioteca infantil/juvenil. “Se va a rodar una serie de 20 capítulos, en Nerja, durante año y medio, dirigida por Antonio Mercero con Ferrandis de protagonista y una pandilla de niños. Aventuras juveniles con mensaje... ya conoces a Mercero. La fotografía es de tu amigo Aguayo, el segundo operador es tu otro amigo Carlos de las Heras, y el puesto de ayudante de cámara, que ocupaba tu también amigo Eduardo Olano, que se va destinado a Pamplona de corresponsal gráfico, es el que te ofrezco ahora. Así que todo queda entre amigos. Je,je. Tienes 24 horas para pensártelo...”.
Yo, desde la primavera del 78 no paraba de viajar. En abril y mayo, había rodado con el doctor Jimenez del Oso en Menorca un programa muy físico sobre los talaiots, y el verano había sido agotador rodando junto a Pepe Aguayo y Eduardo Olano con Valerio Lazarov por todas las Baleares el musical ‘Aquí Radio Sardina’. Valerio te dejaba exhausto Pepe Aguayo decía, que rodar un musical con Lazarov, equivalía al esfuerzo físico de rodar tres películas con Buñuel, del que había sido operador en ‘Tristana’ y ‘Viridiana’. Eduardo Olano (actual presidente de UTECA) dice que todavía no se puede explicar de dónde sacábamos las energías para trabajar 12 o 14 horas diarias rodando exteriores por tierra mar y aire y al ritmo siempre del playback.
Desde octubre a abril, había vivido prácticamente en América con mi maestro y amigo Teodoro Roa (fallecido más tarde en Alaska con Felix Rodríguez de la Fuente) recorriendo, cámara en mano, todo el Continente desde La Patagonia hasta Vancouver, y desde el Orinoco al Yucatán, con Alfredo Amestoy, Jesús Torbado y otros, para el programa ‘300 millones’.
Después de hablarlo con mi pareja, Gaynor Fox, decidimos que esa era una buena oportunidad profesional para mí y que además nos apetecía mucho vivir un año y medio en esa parte, aún casi virgen, de la Costa del Sol.
Ya se sabe, no hay británica que no sueñe con habitar en algún momento las orillas del Mediterráneo. Ella dejaría temporalmente su empleo el el Hospital Ramón y Cajal como secretaria del famoso neurofisiólogo José Manuel Rodríguez Delgado y a través de sus contactos británicos buscaría trabajo en la zona de Málaga. Mis padres y mi hermana en Antequera, se pusieron muy contentos.
Dos semanas después, allá íbamos con la casa a cuestas, comprimida en mi Dyane 6 verde rana, con la capota quitada, gafas oscuras, melenas al viento y Crosby, Still, Nash & Young a todo trapo de compañía.
La llegada a Nerja al atardecer fue inolvidable y maravillosa. El sol dorado aún bañaba las aguas, casi quietas, color turquesa, que se acercaban al Hotel. Nos echamos a la calle y entonces descubrimos el paraíso. Callejeamos y callejeamos por calles tranquilas, tomadas por geranios y buganvillas, con olor a jazmín y a dama de noche, hasta que, como es sabido, casi siempre se vuelve al punto de partida, entramos en el pequeño Hotel Calabella y caminamos por intuición hacia el fondo, donde poco a poco fuimos adivinando, suspendida sobre la Calahonda, la que para mí es una de las terrazas más bonitas y románticas del Mediterráneo. Caía la noche. Por favor ¿nos puede traer una langosta? Si bien antes, nos gustaría probar los chanquetes y los boquerones....y que no se le olvide el champán.
“Que curioso, es lo mismo que nos ha pedido don Antonio Ferrandis, que se hospeda aquí” dijo el camarero. Y entonces, una buena mañana, en la Playa de Burriana, bajo la atenta mirada del dueño del chiringuito Ayo, su camarero Alberto y el hijo de este Miguel Joven (más tarde Tito) comenzó el rodaje... “No me llames Pi... Pi no es nada... Pi es 3,14...”.
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