Entre el ruido, las palabras y los números
Opinión
Hay semanas, como esta pasada, que la pantalla se atropella de contenidos que en otros momentos no habrían pasado siquiera el filtro de la escaleta de emisiones, como lo que sucede, o deja de suceder, en torno a la familia de Bárbara Rey más allá de destaparse restos fósiles audiovisuales con interesados fines indirectos de remover la colmena. El máximo responsable ya está condenado de por sí desde hace tiempo.
La crónica rosa torna en color gris cenizo, entre personajes que son difíciles de descifrar para saber a quiénes interesan, como el clan de la fallecida María Teresa Campos, enzarzado en polémicas familiares que vendidas al peso fabrican audiencia para Telecinco. Unos datos que está tan bajos que cualquier cosa rescatado de su pasado reciente le hace subir, como cuando los náufragos sacan la cabeza del agua en sus últimos espasmos. A Mediaset sólo le funciona lo que creían que les dejó de funcionar. De ahí que hasta María Patiño se reclame para hacer servicio público en La 1. La han contratado en otro intento desesperado para que levante interés un deslavazado programa de cocina. Más allá de las revueltas, La 1 pinta indiferente.
Son tiempos feos. De política de callejón sin salida, de hijastros de asesinos dirigiendo la seguridad nacional, mientras retruenan las guerras como nunca en estos tiempos inmediatos donde nada escapa a la vista. Y se imponen los contenidos escapistas y la caza de cualquier serie por los cotos de streaming, que ahora ya dan pereza de abrir.
Hay recursos que no desfallecen entre el desencanto caprichoso de estos tiempos como el de los concursos, el disputarle la pelota a lo que están en el plató, como sucede con Saber y ganar, Pasapalabra, el recuperado Boom.
Y el rescate de uno de los formatos más valiosos, el recuperado Cifras y Letras que ha puesto a La 2 en el mando en el momento del día con más competencia. Una mecánica sencilla para picarse con uno mismo frente al televisor de siempre y unos concursantes cada vez más ejercitados. Entre tanto ruido, las palabras y los números son un refugio, más que un escape.
No hay comentarios