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¿Por qué en los restaurantes que visita Alberto Chicote hay siempre pringue acumulada desde la Guerra Civil?

Malos hábitos de trabajo

En la 'Pesadilla en la cocina' de esta semana, el chef que acaba de abrir un nuevo restaurante de su responsabilidad, visita Magalia, un vetusto local de la población madrileña de Fuenlabrada

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Alberto Chicote en un instante de su 'Pesadilla en la cocina' en Fuenlabrada

En esta temporada de Pesadilla en la cocina post-pandemia hay un denominador común en las visitas de Alberto Chicote. Los chefs o propietarios le reciben de uñas y le responden a gritos antes casi de haberse presentado en la cocina. Pasó con el cocinero de El Palomo, de Sevilla; con la cocinera de El Callejón de Algeciras y hace unos días, Leña y Carbón, de Puertollano, cuyo propietario a continuación de la emisión fue detenido por violencia doméstica. El programa sale a cinco insultos contra el chef, como mínimo, por entrega. Le han mandado a incómodas situaciones en cada uno de los nuevos programas.

El propietario de Leña y Carbón insulta a Chicote

Los ánimos se caldean nada más aparece Chicote por la puerta y en esta próxima entrega, prevista para el jueves en La Sexta, volverá a suceder con Manuel, el propietario de Magalia, un restaurante con ínfulas en el extrarradio de Madrid, Fuenlabrada, y que a sus 70 años vive en otro tiempo mientras se encuentra enfrentado con sus trabajadores.

De nuevo, y es otra tónica de este programa, el chef de Pesadilla, que acaba de abrir un restaurante en Madrid, entrará en la cocina y hallará pegotones de pringue por los rincones y en las rebabas de la campana. En este caso sus sospechas eran fundadas: todos los platos probados en Magalia exudan aceite en exceso y se contaminan de sabores porque las planchas no están lo suficientemente limpias. Y es lógico: el propietario se cabrea cuando comprueba la realidad de su local ante las críticas de Alberto.

Cuando los platos no tienen buen sabor, las frituras tiene un aire rancio regusto de aceite negro o cuando hay precariedad en el cocinado Chicote sabe que al entrar en la sala de trabajo se va a encontrar con freidoras dejadas de la mano de Dios, azulejos sudorosos o, sobre todo, cornisas rebozadas de grasa acumulada.

La indiferencia diaria, los malos hábitos de no limpiar a fondo la cocina después de cada servicio, van llevando a los equipos de cocina a la chapuza, la guarrada y el desánimo.

Alberto Chicote descorazonado ante el cutrerío del bar 100 Quintos de Zapadores, en Valencia

Uno de los consejos básicos de Chicote a lo largo de estos diez años en pantalla es insistir en el mantenimiento diaria, en la limpieza al término de cada jornada. Un esfuerzo de constancia que se traduce en un mejor trabajo y servicio y un ahorro de decepciones y de zafarranchos grasientos.

En la mayoría de las entregas de Pesadilla en la cocina lo que sufren los locales que piden ayuda (o una re-decoración gratis) es abandono de la propia cocina, mal trabajo con los productos y mucha desorganización. Cuando los cocineros dejan de fregar aparecen los pegotones de pringue y con ellos, el fracaso.

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