La ventana
Luis Carlos Peris
Reventa y colas para la traca final
En capilla
Si la vida te da sorpresas, la de Íñigo Onieva parece un concurso de televisión. Subió al cielo de las portadas y bajo al infierno del rechazo por ser pillado besándose con una chica en un festival de Estados Unidos, hace un año. Unos meses después, ya comprometido con Tamara Falcó, surgía ese vídeo que desató la inesperada ruptura. Aunque fue una sorpresa a nadie le hubiera extrañado que al inquieto relaciones públicas de locales nocturnos le surgiera oportunidades femeninas a cada paso.
Tamara, desconsolada, se refugió en casa de su madre, Isabel Preysler, donde el ambiente tampoco era el mejor con el escritor Mario Vargas Llosa a punto de marcharse. Esa casa es tan grande que tal vez Tamara ni se enteró del mal momento que atravesaba su madre y su amor.
"Ni un segundo en el metaverso" hubiera podido cambiar la decisión de la marques de Griñón cuando ya tenía planeada la boda que se va a celebrar en una finca de su propiedad, El Rincón, este fin de semana.
Pero las festividades navideñas conmovieron a Tamara. Y un esquema de su futuro próximo. Todo había saltado por los aires cuando todo estaba a punto de cumplirse. También que había entrado en los 40 años y le quedaba poco tiempo para ser madre de varios hijos, su mayor sueño en la vida.
¿Qué hacer? Hubo un instante en que todo parecía que iba a dar un vuelco en otra dirección cuando en vísperas de Navidad Tamara habría tenido un acercamiento con un amigo de su ex, Hugo Arévalo. Esa breve relación desembocó en el ostracismo de este empresario que no habría pasado de ser una revancha.
La distancia templó los ánimos de la pareja que se había roto su compromiso. De las brasas que parecían apagadas por las evidencias de infidelidad resurgió la pasión entre Tamara e Íñigo Onieva. ¿Cuándo fue el momento de darse una nueva oportunidad? Tras la cena de las respectivas familias, Onieva se marchó a casa de Isabel Preysler, justo cuando tres días después su futura suegra había anunciado a la revista ¡Hola! la marcha de Vargas Llosa.
En la madrugada del 1 de enero el promotor de locales nocturnos mantuvo una larga conversación con su ex para aclarar asuntos y palpar así su arrepentimiento real. Ahí Íñigo convenció de nuevo a Tamara sin pasar por un metaverso. Se habían cita en Nochebuena, momento del primer acercamiento. Onieva se presentó discretamente en moto en la parroquia de Puerta de Hierro para asistir a la Misa del Gallo. Ya en ese momento los feligreses vieron que se sentaron cerca, que mostraban proximidad y se marcharon juntos.
Los que apostaban por una reconciliación, acertaron. Y con la entrada de Íñigo Onieva a la casa de isabel Preysler dejó ojipláticos a los fotógrafos que velaban a la hispano-filipina no por él, sino por una aparición de Vargas Llosa. Lo que podría haber sido la reconciliación de la madre con el escritor fue el más improbable reencuentro de la hija.
El metaverso se revolvió. Isabel Preysler estaba el 1 de enero en Miami, en la casa de su hija mayor, Chabeli, pasando unos días en Florida. Y Vargas Llosa en Francia, cenando con su hijo Álvaro.
Una extraña reconciliación, y no era la prevista, que sucedió tras las uvas. Tamara e Íñigo volvían. Como poco él había hecho cuentas y no le merecía la pena dejar sola, o en manos de un amigo, a su piadoso amor.
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