Las razones para ver la serie 'Marbella', ahora que está completa bajo demanda
Casi a modo de continuación de 'La Unidad', de los agentes antiterroristas Dani de la Orden pasa a los frustrados policías que combaten la corrupción de mafias en la Costa del Sol
La ironía de Hugo Silva: ojalá 'Marbella' fuera sólo una ficción
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Sin entrar en la cantinela de las comparaciones con cada serie que se estrena sobre qué lugar ocupa en la clasificación general, Marbella sí puede decirse que es la mejor ficción española estrenada en lo que llevamos de año. La más contundente y poliédrica.
Tras estar disponibles sus seis episodios en Movistar Plus+ (habrá una segunda temporada y tal vez se merece alguna más) la historia de bandas mafiosas que campan a sus anchas por la Costa del Sol tiene su valor como retrato desde su origen periodístico y también su valía por el trabajo de dirección, guionistas y actores para crear un aguafuerte cruel, realista, en el que la ficción parece confundirse con el documental.
Contemplar Marbella es incómodo, a veces con inquietud entretenida, porque escribe la novela de lo que leemos a cachos por la crónica de sucesos. Mira por encima de las cancelas y nos encontramos con un panorama desolador. No sólo por lo delictivo, sino por los agujeros legales, la inoperancia, la desidia o el pasteleo que consienten este submundo que se pavonea entre acelerones de cochazos.
Rematada la historia de la primera temporada, la serie protagonizada por Hugo Silva, un abogado listo sin escrúpulos, transcurre desde la revisión novela picaresca a convertirse en una historia del Salvaje Oeste, cuando el equilibrio de intereses salta por los aires. De Ozores a Scorsese y un ascenso de la violencia que se calca en homenaje a El Padrino.
Alberto Marini y Dani de la Orden, que anteriormente habían creado La Unidad, sobre el trabajo antiterrorista de la policía, ahora se centran en la frustrante misión de los agentes que intentan atajar esta membrana de negocios sucios que de forma viscosa se impregna por el paisaje. Un galimatías de nacionalidades e idiomas que embrolla al propio espectador (hay que revisitar los capítulos para identificar a todos los sicarios) que refleja la vida misma. Los seis episodios se visionan con facilidad encadenados, a modo de largo-largometraje. Aviso, la triste moraleja es descorazonadora.
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