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La justificación de la guerra con la que Israel quiso manipular el Festival de Eurovisión

Opinión

El Festival, una fiesta de la libertad y de las democracias, debe cambiar bastante de cara a 2025 respecto a los vetos y problemas de este año

La bandera de Andalucía estaba prohibida en el Festival de Eurovisión. Y la europea también

Eden Golan, la representante israelí en Eurovisión 2024

El organismo audiovisual europeo, la UER (EBU en inglés)ha respondido ante la Comisión Europea que el veto en el pasado Festival de Eurovisión a la bandera europea se debía a cuestión de seguridad y evitar conflictos en el recinto. Se entiende que se impedía aumentar el escándalo de la expulsión de Países Bajos por una presunta agresión de su representante, Joost Klein, que cantaba Europapa. Esta por ver qué ocurrió y si el comportamiento del neerlandés estuvo relacionado con la tensión con la delegación de Israel.

Sí ha sido más evidente la agresividad de periodistas y representantes israelíes en Malmö. Es verdad. Se hallaban un ambiente hostil y entre peticiones de boicot, pero Israel se afanaba en presentarse este año en Eurovisión para extender su guerra de manera virtual. Ha existido una campaña de propaganda para convertir la cantante israelí en mártir y movilizar de forma interesada y manipuladora el televoto. Ganar Eurovisión financiando el televoto era una estrategia (una movilización barata y rentable) para esgrimir que la sociedad discrepa de las posturas de sus gobiernos, como es el caso de España o Irlanda.

Sólo hay que leer y observar la tendencia de quienes han defendido a ultranza en estos días para cerciorarse lo que ha sido una sucia jugarreta contra Eurovisión para comprobar que era una misión prioritaria del régimen de Netanyahu. Ganar en Malmö era investirse en un apoyo tácito al desproporcionado despropósito de Gaza.

Y, efectivamente, politizar aún más una fiesta como Eurovisión. El festival siempre hay que leerlo también entre líneas. En su momento fue motivo de aperturismo para las dictaduras de España y Portugal e incluso fue vía de escape para la oposición europeísta interna, en TVE, frente al búnker franquista, por ejemplo. Eurovisión ha derribado muchas barreras y ha contribuido a fomentar libertades, inclusiones, revoluciones culturales. Pero no puede ser coartada de guerras, agresiones, abusos o matonismo.

Con la lección del respaldo a Ucrania, Israel de forma patética quiso escenificar un apoyo continental que está muy lejos de la realidad.

Ha sido incómodo que estuviera prohibida la bandera de la UE por no dar aliento a la expulsión de Países Bajos y que estuvieran prohibidas las banderas no nacionales, como las autonómicas españolas, para evitar que se colara la enseña de Palestina y dudosos simbolismos de colores. En el caso de las banderas de Andalucía y de Extremadura iban a ser confundidas con la de Palestina. En Eurovisión las banderas, hasta ahora, nunca habían hecho daño.

Y la UER, mientras, cautiva de un patrocinador israelí. Este concurso de la libertad y de las democracias ha perdido parte de su alma y está en revisión. Tiene que ser muy diferente para 2025.

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