“Escribir y dirigir actores es lo mismo: sumergirte en el corazón de un texto”

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El guionista Rafael Cobos se pasa a la dirección con 'El hijo zurdo', la serie premiada en Cannes que estrena Movistar el jueves y en la que se alía con el cineasta Paco R. Baños

Paco R. Baños y Rafael Cobos, fotografiados este viernes en la Alameda de Hércules de Sevilla, donde concedieron esta entrevista.
Paco R. Baños y Rafael Cobos, fotografiados este viernes en la Alameda de Hércules de Sevilla, donde concedieron esta entrevista. / Juan Carlos Muñoz

Su labor como guionista, con la que ha ganado dos Premios Goya, ha eclipsado la faceta como dramaturgo de Rafael Cobos (Sevilla, 1973), que en sus comienzos concibió para la escena obras como Ojos, Ahora que ya no importa o Probablemente mañana, con los que logró varios galardones y fue seleccionado por el prestigioso certamen Marqués de Bradomín, que auparía a las entonces jóvenes promesas Sergi Belbel, Antonio Álamo o Borja Ortiz de Gondra. Su salto a la dirección con El hijo zurdo, la producción que estrena este jueves Movistar y que triunfó en el festival Canneseries hace unos días, le ha hecho pensar en esa etapa "errática" en la que estudió teatro y concluir, quizás con el orgullo de quien no se ha traicionado en el camino, que no están tan lejos aquel joven inexperto y el hombre que entra hoy en la cincuentena. Entonces y ahora, apunta Cobos, disfrutaba, disfruta, estando cerca de los actores. "Escribir y dirigir a un reparto se parecen muchísimo: en los dos casos se trata en meter las manos en el corazón del texto", defiende el creador.

Para su debut como realizador, en esta adaptación de la novela homónima de Rosario Izquierdo que protagonizan María León y Tamara Casellas, Cobos ha sabido desprenderse del peso que podía suponer su alianza con Alberto Rodríguez, que ha alumbrado títulos como La Isla Mínima o Modelo 77. "Trabajar tantos años con Alberto me ha permitido vivir de cerca el proceso de un rodaje, aprender", afirma, "pero cuando empiezas un proyecto no puedes preguntarte cómo lo haría otro, tienes que buscar tu voz, tu forma de contar y articular un discurso". El jurado de Cannes lo certificó en su palmarés con el premio a la mejor miniserie: Cobos filma con nervio y personalidad, y ha dotado a su proyecto de un ritmo vibrante.

Dos viejos amigos

En El hijo zurdo, Cobos se apoya en otro nombre destacado del cine andaluz, Paco R. Baños (Sevilla, 1971),Paco R. Baños con el que se ha repartido la dirección de los seis capítulos que componen la serie. Ambos se conocen desde hace casi 20 años, cuando Rodríguez, amigo de Baños desde el parvulario, empezaba a escribir junto a Cobos 7 vírgenes y los presentó. Por esas fechas, Baños venía de ganar el premio Versión Española de Cortometraje por su pieza Necesidades. "Tuvimos una complicidad inmediata", recuerdan, una sintonía que se tradujo en las primeras reuniones para esbozar un guión que no supieron rematar. "Pero de ahí sacamos la idea para Ali", filme que dirigió Baños y escribirían juntos. "Aquella película fue una especie de spin-off del proyecto que barajamos inicialmente, una historia que iba a tratar el amor desde diferentes puntos de vista y que ya contenía al personaje que más tarde haría Nadia de Santiago", evoca Baños sobre "un proceso gozoso. Él vivía entonces en Mairena, y yo lo visitaba y me sentaba con él y empezaba a soltar diálogos e ideas. Tenía la impresión con esas sesiones de estar yendo a mi psicólogo", bromea Baños. Años después coincidirían de nuevo en los créditos de La peste, uno como guionista y el otro como director de algunos episodios. "Todavía no existía aquí el concepto de showrunner, pero Alberto tuvo esa función en esa serie y llamó a Paco, y a mí me pareció estupendo".

Los dos directores en un momento de la grabación.
Los dos directores en un momento de la grabación. / Julio Vergne

A Cobos le entusiasma esa sutileza que Baños despliega en Ali, el retrato de esa joven que empezaba a descifrar los enigmas adultos del amor y la vida, o en 522. Un gato, un chino y mi padre, la historia de una mujer, Natalia de Molina, que padece agorafobia y se atreve a salir al mundo. "Como director, tiene una capacidad asombrosa para contar desde el detalle cosas grandes", opina sobre un cineasta que en su trabajo combina la "humanidad" de sus personajes y la "plasticidad" de sus imágenes.

A Baños, por su parte, le convence de Cobos que "tiene las ideas claras y es cabezón para defenderlas y llevarlas hasta las últimas consecuencias. Pero, al mismo tiempo, cuando se abre una luz no tiene miedo de rebuscar ahí por si hay algo nuevo y diferente. Me gustan su firmeza, su lucidez, pero también su generosidad para aceptar las propuestas que le hacen los demás".

Ser o no ser (fiel)

El hijo zurdo arranca cuando Lola (María León), una mujer de una familia acomodada que ha permitido que el tedio y la inercia guíen su vida, recibe una llamada de aviso: su hijo Lorenzo (Hugo Welzel) ha sido detenido por participar en una agresión a un joven marroquí. En las instalaciones policiales, Lola coincidirá con Maru (Tamara Casellas), la madre de otro chaval arrestado, una limpiadora que trabaja en un polígono y que, pese a codearse con la adversidad cada día, alberga una visión más luminosa del mundo que la de Lola.

En las entrevistas, Cobos suele precisar que la novela de Rosario Izquierdo le sirvió como "inspiración". ¿La adaptación más acertada de un libro pasa por la traición al original, para que funcione en pantalla?, le preguntamos al guionista y director. "Tal vez sea así", asiente Cobos. "Hay que encontrar qué compartes con esa novela, pero al mismo tiempo qué puedes pervertir de esa obra llevándola a tu terreno", sostiene. "Esto no lo he hablado expresamente con Rosario, pero me da la impresión de que para ella el libro no se centraba en la maternidad, que ella no definiría eso como tema principal, y a mí me llamó la atención el proyecto por el hecho de que tengo hijos, me interpelaba sobre ciertas preguntas que me hacía en ese sentido. Aparte, el libro tenía una reflexión sobre los diferentes, sobre lo disímil, esa cuestión de los zurdos como metáfora, que era muy simbólica y muy bella".

Cobos añade que lo "normal" sería "tener los deberes hechos cuando decides ser padre, empezar con la conciencia de cuáles son tus fantasmas, tus limitaciones y tus virtudes, porque vas a construir un proyecto desde ahí". Pero la vida escapa siempre de la lógica, y "unas veces porque llegamos de forma irracional, o equivocadamente, a la paternidad, y otras veces porque incluso actuando con la mayor vocación del mundo te encuentras con un proceso muy complejo, nada es como lo esperabas", prosigue Cobos, que, "como padre, me enfrento todos los días a mis miedos, a mis dolores, en mis hijos proyecto cosas maravillosas pero también terribles. Y no hay que olvidar que un padre también es o ha sido un hijo, y los ecos de eso están ahí. No olvidaré una frase de Lou Reed con la que aludía a un poeta que ahora no recuerdo. Decía que cuando era pequeño temía convertirse en un gilipollas como su padre, pero que al final alcanzó la edad de su padre y se dio cuenta de que era aún más gilipollas. ¿Quién no tiene algún temor de ese tipo?".

Las relaciones

Baños no tiene hijos, pero se pregunta en su cine, "desde mis primeros trabajos, por las relaciones humanas, que son absurdas, surrealistas, ciertamente difíciles de entender. El vínculo entre la madre y el hijo es central en esta serie, pero a mí me interesa mucho, por ejemplo, el personaje de la hija, de la hermana del joven problemático [a la que interpreta Numa Paredes]. Aparentemente es la más centrada, pero vemos todo lo que tiene que hacer para intentar mantener unida a esa familia desestructurada, para que el puzle encaje, para que la madre se reencuentre con su hijo, y nos produce una sensación de desamparo. No importa si te toca el papel más cómodo, porque la vida, las relaciones, siempre te acaban descolocando".

María León y Tamara Casellas, en la serie.
María León y Tamara Casellas, en la serie. / Julio Vergne

Tanto Cobos como Baños dirigen a los intérpretes desde la contención: María León ofrece su mejor papel desde La voz dormida, en un cambio de registro en el que se deja la piel, y Tamara Casellas se mueve en el tono preciso con un personaje que se expresa a menudo desde el humor pero que esquiva los peligros "del cliché de la chacha graciosa", dicen los directores. "Nos preocupaba mucho que las actrices expresaran de más, porque todo estaba en el guión, y un exceso de gestualidad habría sido redundante, como si se dijeran las cosas dos veces", señala Cobos, para quien "Maru, el personaje de Tamara, es muy de verdad. Hay un momento terrible en que esa madre, que no tiene más horas para limpiar, se pregunta qué le puede dar a su hijo si no lo cree, como si la confianza fuese el único patrimonio que puede dejarle. Esa mujer tiene, a pesar de todo, abierto el canal de comunicación con su hijo. Eso sólo se podía rodar desde el pudor, la contención".

El macguffin

A Cobos le interesaba más la exploración de los contradictorios lazos familiares que la lectura de la actualidad política que podía desprenderse de la premisa, con el hijo vinculado a un grupo radical. "En la novela puede que se trate más el tema, que la madre vaya en sus pesquisas a un bar neonazi, o que descubra en la habitación del hijo una esvástica. A mí que el hijo sea un cabeza rapada me parecía significativo del trastorno de comunicación que existe en la familia, como habría reflejado por ejemplo que el muchacho fuera drogadicto. Es un resorte, un mecanismo, para apelar a la madre", expone el guionista y director. "Aunque por otra parte", añade Cobos, "siento que hay una especie de macguffin que opera en otro plano, que nos pregunta qué estamos generando al abrir las puertas a la ultraderecha en nuestro entorno. La metáfora del problema que tenemos en casa y ante el que miramos para otro lado está ahí. Quien quiera que lo vea, y quien no, que no lo haga".

Ciudad de ratas

Cobos plantea algo que suscribe también su compañero Baños, su convicción de que la obra no se puede desligar de la autobiografía: "Cuando escribo hago eso tan narcisista de hablar de mí mismo, y en esta búsqueda que emprende el personaje de Lola he volcado muchas cosas mías", admite el autor. Se aprecia en la mirada que dedica a su ciudad, en la que, como en La peste, vuelven a asomar las ratas. "Las hay en la parte del río, eso es verdad, pero en esa escena se puede ver otro símbolo, de cómo las alimañas se van a echar encima del personaje de Rodrigo [Alberto Ruano], el marido de Lola, un político que aspira a la alcaldía, en cuanto se enteren de su historia", explica.

Otro momento de la filmación.
Otro momento de la filmación. / Julio Vergne

El equipo de El hijo zurdo recorre una Sevilla que va "de la Torre del Oro al Polígono de San Pablo, pero cruzada por la iconografía mariana y los sonidos del sur", dice Cobos en referencia a una banda sonora de Julio de la Rosa, con colaboraciones de artistas como Bronquio, Nita, Rocío Márquez o Dalila, y en la que las marchas procesionales otorgan una fuerza añadida al relato. "Y confieso que cuando terminamos de montar, cuando el proyecto estaba cerrado, le dije a Darío [García, el montador] que me había faltado una sevillana. Habría sido algo muy disruptivo, que creo que habría pegado con el tono de la serie".

Cobos expresa su felicidad porque la serie llegue a los espectadores avalada por el premio en Cannes. "Es un sello de calidad enorme. Un galardón así repercute en todo: en las ventas internacionales, en cómo la va a recibir el público, en cómo la van a juzgar los periodistas. Tener la etiqueta de Cannes es como contar de repente con un apellido noble".

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