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¿Por qué nos gustaba tanto el 'Un, dos, tres'?

Adiós a Chicho

La figura del fallecido Chicho Ibáñez Serrador se engrandece en la memoria al evocar su concurso de cómicos, millones y minifaldas

Todo mujeres, y eran los años 80: Mayra y las tacañonas hermanas Hurtado / RTVE

El 7 de mayo de 1981 el presentador peruano Kiko Ledgard, todo un ídolo en la España de la transición, durante la rueda de prensa con motivo del regreso a su país natal, se sube a la barandilla del hotel Country Club de Lima y cae al vacío. Queda convaleciente pero ya no volverá a un plató. Hoy, en la muerte de Chicho Ibáñez Serrado queda también más realzada la figura de Kiko Ledgard. Y de sus sucesores: Mayra, Estadella, Miriam, Bachs, Larrodera...

La historia de Un, dos, tres no hubiera sido la misma sin aquella sonrisa del tahúr peruano, su esmoquin, sus relojes en ambos brazos y sus calcetines distintos de estridentes colores. Ledgard, el mago que regalaba coches, animó las noches de unos tiempos tan difíciles como los de ahora, pero cuando sólo una escuálida cadena y poco sintonizaban los televisores. La sintonía del Un, dos, tres responda otra vez ponía en guardia a toda la familia para reunirla en un programa que era un islote en la programación, entre chistes, minifaldas o tartazos, cuando no había gran cosa con la que comparar en la pantalla.

Un 'Un, dos, tres', con Kiko Ledgard en 1973

Los malísimos chistes de Bigote Arrocet o las cachas de Victoria Abril, a su manera, contribuyeron a un servicio público que ahora no entenderíamos. Chicho Ibáñez Serrador no quería dar la cara, por consejo paterno (el actor Narciso Ibáñez Menta), de aquel programa que había creado junto a Kiko Ledgard, la estrella del infantil de los sábados del Hoy también es fiesta. Tomando un formato argentino, Un, dos… Nescafé, y otro peruano, Haga negocio con Kiko (como el norteamericano Trato hecho) director y presentador crearon un programa que unía conocimientos, pruebas y pulso psicológico.

Aquello se puso en marcha, casi a medianoche, el lunes 24 de abril de 1972, cuando nadie oteaba ni la crisis del petróleo ni el final del régimen de Franco.

Con el espíritu del mediometraje de Chicho el premiado Historias de la frivolidad, aparecieron las primeras minifaldas en un plató ante el ceño fruncido de Valentín Tornos, don Cicuta, parodia velada del régimen, censor y tacaño controlador del presupuesto del programa.

Si no fuera porque todo se planeaba en otro tiempo, de manera ingenua, vendría bien para trasladarlo a esta época. Ya se constató en 2004 que este ya no era un país para viejos formatos. Hace 47 años nació el programa que causó más sorpresa a los espectadores de su tiempo y que en su momento fue un vendaval de viento fresco.

La segunda etapa en color

La confirmación del Un, dos, tres, tal como más o menos lo recuerdan varias generaciones, se produjo con el color y acompañando a la construcción del proceso democrático. A partir del 19 de marzo 1976, con tres tacañones (con el mago Juan Tamariz entre ellos) para sustituir al enfermo Don Cicuta, y con las azafatas en shorts (lo sugirieron ellas mismas), el concurso se ubicó en los viernes, se amplió la subasta, incorporó a los humoristas y cantantes; y la calabaza, con el nombre de Ruperta, cobró vida gracias a los Estudios Moro, con sintonía de Adolfo Waitzman y voz (distorsionada) del propio Chicho. Aquella etapa, en la que la actriz cubana Mayra Gómez Kemp interpretaba cada noche a una alocada joven que medio seducía a Ledgard, fue la que convirtió en mito al Un, dos, tres. Cuando el público dejó de ir endomingado.

Un 'Un, dos, tres' de la etapa de 1982, con Mayra

La evolución y crecimiento de España, "por fin ya somos europeos", como clamaba Antonio Ozores, fue de la mano de Mayra, la que vino a sustituir a Kiko, tras desestimar Chicho a un presentador que consideraba aún joven para el empeño, un tal Emilio Aragón. Con las carcajadas de Mayra se hicieron famosos el dúo Sacapuntas, el cuentachistes Arévalo o Raúl Sender. Todo humorista que se precie pasó en algún momento por el Un, dos, tres. Martes y Trece no llegaron a ser Tacañones porque Ibáñez Serrador se decantó en el último momento por las hermanas Hurtado. Fueron las etapas de las mascotas (Botilde, el Chollo) que nunca llegaron a ensombrecer a la original Ruperta, y se estima que las emisiones en lunes de 1988, cuando Pilar Miró personalmente recortaba la 'torta' a hora y media, alcanzó cifras sobre los 25 millones de espectadores.

La competencia con las privadas le sentó mal a este cuarentón concurso, que perdió encanto sin Mayra para pasar a las estridencias de Miriam Díaz Aroca con Jordi Estadella y el lánguido tránsito final con José María Bachs, en 1994, antes de que diez años después, con Un, dos, tres a leer esta vez, con Luis Larrodera, los audímetros del nuevo siglo se cargaran un invento demasiado caro que se había convertido en demasiado obsoleto. Chicho Ibáñez Serrador, premio Nacional de TV, Goya de honor, y tesoro de nuestra memoria, se pudo haber ahorrado aquel disgusto.

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