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El gazpacho sin sabor de Eurovisión

El tono de la gala de este sábado en Tel Aviv ha sido más bien monótono, rutinario y donde el efectismo visual ha ocultado todo lo demás

La australiana Kate Miller-Heidke, la más aparatosa de la noche eurovisiva / EFE
Helena Arriaza

19 de mayo 2019 - 00:08

Más gazpacho que nunca. Así ha sido en esta ocasión el Festival de Eurovisión. Las actuaciones en Tel Aviv han sido una mezcla de ingredientes que al igual que el gazpacho, en cuanto ha llegado la época de las redes sociales, lo de menos es el sabor y la calidad. Lo importante es lo visual. El color, la textura. Que entre por los ojos.

Y no, Miki no ha sido el ingrediente principal. Frente al azúcar que pusieron el año pasado Alfred y Amaia, el catalán esta vez ha puesto una pizca de sal al final. Y eso sí, pese a su buen intento, su actuación ha quedado más bien sosa.

Ha quedado lejos de ser el aceite de oliva marca España que nunca termina de llegar al festival europeo. Durante su estancia en Israel el ex concursante de Operación Triunfo ha agradado. Ha puesto todo de su parte para que la receta saliera bien. Ha demostrado su entrega, su talento, su predisposición. Ha sido una versión de Manel Navarro mejorada, pero insuficiente para tener aunque fuera una mínima esperanza en un top ten. Menos mal que al final María, la favorita de OT para ser la representante española en Israel, no fue la elegida. Hubiera sido tan desagradable como el ajo que se repite.

Ahora que ha finalizado Eurovisión 2019 y las luces se apagan ha quedado demostrado que el catalán se ha quedado en una parte insignificante de ese gazpacho continental, de esa mezcla de candidaturas europeas en la que todo está permitido, en la que los estilos y puestas en escena han sido de lo más variados. Entre los exóticos ingredientes principales de la noche han estado la princesa Frozen voladora de Australia. También ha aportado sabor el representante de los Países Bajos, Duncan Laurence, esa especie de Pablo López o Pablo Alborán que por lo pronto fue el gran vencedor en cuanto al participante de esta edición más buscando en Internet. Porque eso ahora también cuenta.

Hay que destacar al sueco, John Lundvik, todo un reflejo de Cesár Sampson, el austriaco que sorprendió a todos al quedar en tercera posición el año pasado. Como cada año ha habido hueco para lo friki. Los islandeses siniestros o la representante de Dinamarca sentada en una silla gigante cual Pulgarcita no han dejado a nadie indiferente. Entre lo bizarro ha llamado la atención la candidata de Grecia, Katerine Duska, conocida como la Amy Winehouse griega. Tampoco se ha quedado atrás Zena, la representante de Bielorrusia, que bien podría ser la Britney Spears del momento. Llegada desde el Este. Pero, bah, fueron eclipsadas por Madonna, tanto durante la gala como en los días previos al no confirmar la organización su presencia hasta dos días antes de su celebración.

En cuanto a Tony Aguilar y Julia Varela, los comentaristas del Festival para RTVE, hay que reconocer de nuevo que han hecho un trabajo impecable. Debe ser difícil mantener el ritmo y que la batidora no deje de funcionar para que la elaboración de la receta no resulte demasiado lenta, pesada y aburrida. Y como siempre la modelo Nieves Álvarez, la encargada de dar los puntos desde nuestro país, ha hecho gala de su elegancia con su homenaje a Salomé y Fernando Claro. Puntos que ha dado por cierto con Granada de fondo. El toque andaluz no ha faltado.Un año más se ha reafirmado que Eurovisión es un evento donde llama más la atención la imagen que la música. Un gazpacho que entra por los ojos pero que está falto de sabor.

Para Miki seguro que este día ha supuesto un antes y un después en su carrera. Aunque él es más de escalivada. Un plato simple, común, pero conocido en nuestro país.

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