Arturo Fernández: "La felicidad siempre está a mi lado"

Arturo Fernández, eterno galán y optismista, desgranaba siempre estilo en sus entrevistas, como esta a 'Diario de Cádiz' en 2005 cuando aseguró que lo único "que le tocaba los cojones" era cumplir años

Arturo Fernández en una promoción de una de sus obras recientes en Sevilla
Arturo Fernández en una promoción de una de sus obras recientes en Sevilla / José Ángel García

Arturo Fernández, fallecido la pasada madrugada, nunca quiso bajarse del escenario. Esta entrevista pertenece a la promoción de uno de sus montajes teatrales, creados a su medida, como un sastre, Esmoquin 2. Habló para Diario de Cádiz cuando en mayo de 2005 estaba de gira con dicha obra...

Una estatua en Oviedo, más de un centenar de películas, medio siglo en escena y regreso a Cádiz al cabo de más de un decenio. Arturo Fernández (aunque le disguste un poco hay que decirlo: Gijón, 1929), a quien lo de “chatín” le sale sin querer, protagoniza en el Gran Teatro Falla Esmoquin 2, de Santiago Moncada, donde se luce en su papel de eterno galán, caradura, ligoncete, crapulilla... pero un buen hombre al fin y al cabo.

—Dicen que no pesan los años, sino los ‘kilos’ ¿Tanto se gana en el teatro?

—No, no. Pero afortunadamente tengo espectadores incondicionales desde hace muchísimo tiempo. Ese público lleva 50 años conmigo. La comedia que se va a representar en el Falla es la exigencia del respetable ante un final de Esmoquin, que tenía un final más abierto. Pero para los que no vieron la primera parte, no importa. Tiene su propio inicio.

—Será una comedia de etiqueta de señores trajeados y señoras estupendas...

—Por ahí va la cosa. El protagonista, después de vivir un año con su mejor amigo (el también veterano Fabio León) y habiendo sido abandonados por sus respectivas esposas, comprenden que es mucho más difícil vivir con un hombre que con una mujer, aunque sea con la propia. Es la historia de dos amigos que se niegan a envejecer.

—Debe de haber mucho de realidad en el texto de Moncada...

—Hay mucha realidad. Es un análisis de muchos hombres, hecho con mucho sentido del humor e ironía. Por supuesto que también está concebido con mucho glamour y estética, pero no deja de ser un análisis profundo de lo que son las realidades humanas, de lo difícil que es convivir. Y de algo que todos deberíamos saber: la felicidad está siempre al otro lado.

"Las pocas veces que voy a una doctora, cuando me pregunta por la edad, le replico “míreme, y calcule usted”.

—¿Al otro lado de dónde?

—Al otro lado de donde uno esté... Cuando uno está casado cree que la felicidad está en la libertad de ser soltero, y al revés. Pasa siempre. Cuando eres estudiante crees que serás más feliz trabajando. Cuando trabajas lo que deseas es volver a ser un joven, un niño.

—¿Usted también se niega a envejecer, es feliz?

—La felicidad está a mi lado. Soy tan afortunado que puedo sentirme un hombre feliz, sin más. Será porque a lo mejor soy tonto, por tener en mi mano la felicidad o lo más parecido a ella. La tengo en mi vida personal, en mi vida familiar, en mi vida profesional... lo único que me toca los cojones es tener tantos años. Y lo digo no porque los tenga, sino porque así me hago perdonar mi propia felicidad.

—Regresamos al asunto de los años ¿es su mayor problema?

—Es que yo soy un error de calendario. Sólo noto los años en el carné de identidad. Procuro por eso ir indocumentado por la vida. Las pocas veces que voy a una doctora, cuando me pregunta por la edad, le replico “míreme, y calcule usted”.

"Hay dos cosas de las que reconozco que ando escaso: de dinero y de pelo. Y también de sentido común"

—Bien de amor, de salud, de dinero, está usted hecho un fiera.

—No, hay dos cosas de las que reconozco que ando escaso: de dinero y de pelo. Y también de sentido común. Siempre será así.

—¿Le llegará algún día la retirada?

—Ni me lo he planteado. Pero repito que la felicidad está al otro lado. Cuando estás de gira, quieres quedarte en casa. Cuando estás en casa, te encuentras como un león enjaulado y quieres actuar.

—Sus últimas apariciones televisivas, como la serie La casa de los líos le sirvieron para llegar a mucho más público...

—Con la televisión enganché un público joven, gente nueva. Aquella serie se hizo para divertir a toda la familia, que es lo más difícil.

"Humor se escribe con "c" de Cádiz"

Arturo Fernández está deseando perderse por las calles de Cádiz, pasear por la Alameda y tomarse un café tranquilo. Lo ha hecho cada vez que ha representado algún montaje en la ciudad y que es una costumbre que adquirió de cuando rodó La viudita naviera, junto a Mary Santpere. “Recuerdo de forma muy grata aquel rodaje y lo bien que lo pasábamos en los descansos”, evoca con un guiño. “Me encanta esta ciudad, porque se disfruta con los cinco sentidos. Bueno, con el tacto no sé si me dejarán”, se deja caer este truhán.

Y por eso cuando habla de humor no se resiste a un piropillo carnavalero: “Lo que se dice buen humor. Humor se debe escribir con "c "de Cádiz”. Y reclama el paralelismo en la forma de encarar la vida que tienen los asturianos y andaluces: “dobla el mapa y verás que tenemos muchas cosas en común”, asegura.

Sobre el primer plano que están gozando los asturianos, ‘confiesa’ que él fue el enseñó a conducir a Fernando Alonso: “empecé a empujarle en la bici y, joder, cómo nos ha salido”.Y con la Princesa de Asturias y su embarazo, él está muy contento, “vale, pero más contento tiene que estar el Príncipe ¿no?”.

No va a regresar a la pequeña pantalla. “La televisión es una esclavitud terrible”, enfatiza, desechando cualquier posibilidad de colaborar de forma fija en alguna serie o programa, como aquel duelo de Truhanes con Paco Rabal, que fracasó en Telecinco. “Y Con La casa de los líos en Antena 3 recibí muchos premios, pero fue agotador. El verdadero premio, el que compensaba de verdad, era que te siguieran niños de 5 años”, aseguraba el veterano actor en el año 2005.

(Hace sólo unos meses se quejaba de que por culpa del gobierno municipal de Podemos no podía representar en Cádiz capital).

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